Jerusalen. Disturbios en la mezquita
Este año, cuando los judíos del mundo, incluyendo a los de Israel, comenzamos a celebrar la festividad de Pesaj, ocurrieron varios ataques terroristas desde distintos frentes, que mostraron las serias amenazas a la seguridad del país.
Las arremetidas se originaron en distintos frentes, pero nos resulta obvio que todos tuvieron una misma inspiración: el rechazo a la existencia del Estado judío y el frenético odio hacia el judaísmo. Pareciera que se aprovechó la tensa situación, para generar una crisis mayor, pues en ciertos casos se percibió una coordinación orquestada por el régimen de los ayatolas, como la mayoría de los actos y campañas antisemitas. No olvidemos las múltiples veces que Khamenei y otros han amenazado a Israel con su destrucción.
La misma noche del primer Seder de Pesaj, vándalos palestinos encapuchados se atrincheraron en la mezquita de Al Aqsa, cerraron las puertas e impidieron la salida de los fieles musulmanes; las fuerzas policiales israelíes intervinieron ayudándolos a abandonar el recinto religioso. Los delincuentes se enfrentaron a la policía arrojando fuegos artificiales y objetos contundentes. Dentro de la mezquita, estos alborotadores amontonaron piedras, bloques de concreto y hasta armas con el propósito premeditado de alterar el orden en el Monte del Templo. Ya en el pasado, los agitadores musulmanes interrumpieron la oración judía en el Muro Occidental tirando piedras.
Como ya ha ocurrido, a través de mensajes de otras mezquitas y de programas de la radio palestina, se repitieron las falsas consignas de siempre sobre “defender Al Aqsa del ataque de los judíos”, instigación que lleva más de 100 años y ha servido de arenga inflamatoria a los sanguinarios crímenes de árabes contra judíos. Así, por ejemplo, el grupo terrorista Hamas declaró “un crimen sin precedentes” y en un comunicado señaló: “Nuestro pueblo palestino no permitirá que se implementen los planes de la ocupación en la mezquita de Al Aqsa, y llamamos a nuestro pueblo para que inflija a la ocupación el precio de este crimen”. El secretario general de la Jihad Islámica, Ziyad Al Nakhala, instó a los palestinos a prepararse para una “confrontación” en el Monte del Templo.
Casi de inmediato a los enfrentamientos en el Monte del Templo, usados como excusa disparadora de la violencia, desde Gaza fueron lanzadas andanadas de cohetes hacia la ciudad de Sderot y otros poblados en el sur de Israel. Desde el Líbano, se dispararon cerca de 40 cohetes hacía la Galilea; según fuentes de inteligencia, los perpetradores fueron las fuerzas de Hamas en la zona y por supuesto, con anuencia de Hezbollah; cuyo jefe, Hassan Nasrallah estuvo reunido con el jefe político de Hamas, Ismail Haniye, en Beirut. Horas más tarde, desde Siria lanzaron unos seis misiles hacia el Golan israelí.
Simultáneamente, en lo que se conoce como el frente interno, hubo varios embates terroristas, un par de ellos con víctimas fatales. En uno, por demás desgarrador, terroristas palestinos atacaron un carro en el cual iban dos jóvenes hermanas, que fueron asesinadas a balazos y luego, la madre sucumbió a las heridas. Por la noche, otro terrorista atropelló a un grupo de turistas que caminaba por el paseo marítimo de Tel Aviv, causando la muerte a un turista italiano y heridas a seis británicos.
No ayuda que Jordania, que incumple su responsabilidad con el complejo de mezquitas en el Monte del Templo, y la Liga Árabe, con cinismo tergiversen los hechos, envalentonando a los agresores, en vez de implementar un auténtico control. Con seguridad, mientras el vínculo con Irán y los grupos terroristas: Hamas, Jihad Islámica, Hezbollah, Fatah, FPLP y el último en aparecer: Cueva de los Leones, enardezcan la calle palestina demonizando a Israel y a los judíos, el camino hacia la paz y la convivencia se aleja más y más.
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