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| miércoles diciembre 11, 2024

Jerusalén debe seguir siendo la Ciudad de la Paz

Desde hace años el Ramadán se convierte en una oportunidad para que Hamás transforme un lugar sagrado para las tres religiones en una excusa para un baño de sangre.


Un alto cargo de Hamás, Abdel Jabbar Saeed, ha declarado que la lucha por el control del Monte del Templo es una «batalla existencial de voluntades y de derechos sagrados». A lo que añadió que «la reclusión en la mezquita ya no es opcional, sino una obligación religiosa en defensa de la mezquita de Al Aqsa».

 

Desde hace años, el mes santo del Ramadán se convierte en una oportunidad para que Hamás transforme un lugar sagrado para las tres religiones, como es el Monte del Templo, en una excusa para llevar a cabo un baño de sangre que se extiende por todo Israel.

 

Para los musulmanes la Mezquita de Al Aqsa (la mezquita más lejana) se identifica con el lugar que Mahoma visitó en sueños y desde el que subió al cielo para que Alá le trasmitiera la obligación de todo musulmán de orar cinco veces al día. Para los judíos es la ubicación donde se erigía el templo que acogía al Arca de la Alianza, y para los cristianos el lugar donde predicaba Jesús.

 

Si bien para cada religión tiene un significado particular, para todos los fieles monoteístas es el lugar donde se ubica la piedra fundacional (Cúpula de la Roca), lugar donde se creó el mundo y donde Abraham estuvo a punto de sacrificar a Isaac. Aunque estas quince hectáreas tienen un carácter sagrado para las tres religiones monoteístas, desde el siglo XIII parecen pertenecer en exclusiva a los musulmanes. Incluso, cuando Israel recuperó la Ciudad Vieja en 1967, Moshé Dayan firmó con el Waqf jordano un acuerdo de statu quo que, si bien permitía a los judíos visitar la zona sin restricción, no permitiría que esta comunidad pudiera rezar.

 

Aunque los radicales islámicos hacen alusión a este acuerdo, no es menos cierto que el artículo 9 de los Acuerdos de Oslo entre Israel y Jordania hablaban de libertad religiosa en todos los lugares Santos de Jerusalén. En todo caso, cada Ramadán el grupo terrorista Hamás tensa la situación en el Monte del Templo con la intención de extender la violencia a lo largo de todo Israel.

 

«En un momento en el que coinciden Pesaj, Semana Santa y Ramadán, debemos reivindicar aquello que nos une y rechazar lo que nos separa» Este año, se extendió el rumor que judíos religiosos pretendían acceder a la zona para hacer sacrificios de animales. Esto generó que cientos de militantes de Hamás se atrincheraran en Al Aqsa y que las fuerzas de seguridad israelíes, haciendo uso de la potestad que le dio el Waqf en 1967, entraran para desarticular la ocupación del lugar santo. La intervención de las fuerzas israelíes vino seguida de ataques con misiles procedentes desde el sur del Líbano y desde la Franja de Gaza, lo que a su vez provocó que las Fuerzas de Defensa de Israel atacaran posiciones de Hamás en el sur del Líbano y en la propia franja gazatí.

 

En este clima de violencia generalizado tres personas perdieron la vida. Ayer por la mañana, una madre y dos hijas fueron atacadas y asesinadas en una carretera en el Valle del Jordán y por la noche un turista italiano era atropellado en el paseo marítimo de Tel Aviv por un árabe israelí residente en Kfar Qassam. En un momento en el que los ciudadanos israelíes parecían haber encontrado cierta paz en su enfrentamiento con el gobierno gracias a Pesaj, Hamás trata de abrir un nuevo frente provocando una crisis con la mezquita de Al Aqsa como excusa. No solo busca quebrar la imagen de Israel de país acogedor de turistas occidentales, sino también frenar el efecto que están teniendo los Acuerdos de Abraham. Unos acuerdos que toman su nombre de ese lugar común a las tres religiones que es la Piedra Fundacional que acoge la cúpula dorada que todos identificamos con la ciudad de Jerusalén. [Netanyahu moviliza a los reservistas de la Policía Fronteriza en Israel tras la escalada de tensión] En este sentido, se hace necesario recordar de nuevo las palabras de Abdel Jabbar, quien afirmó que «el ataque de la ocupación israelí contra el santuario fue un ataque contra toda la nación árabe e islámica». Las primeras reacciones no se han hecho esperar y cabe destacar por encima del resto la del presidente turco.

 

Recep Tayyip Ergodan, con quien Netanyahu había iniciado un acercamiento, no dudó en acusar a Israel de llevar a cabo una política de sangre contra los palestinos. Y, por ello, pidió al mundo musulmán unirse contra Israel. Así pues, en un momento como el actual, en el que coinciden en el tiempo Pesaj, Semana Santa y el Ramadán, debemos reivindicar aquello que nos une. Es decir, Abraham, y rechazar lo que nos separa, es decir, los mártires de Al Aqsa. Hoy más que nunca hay que recordar que Jerusalén es y debe ser la Ciudad de la Paz.

 

*** Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.

 
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