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| sábado noviembre 2, 2024

La solución de los dos Estados de Mahmud Abbás


El 15 de mayo la ONU produjo su más reciente farsa, al incluir el Día de la Nakba en su calendario oficial anual. Nakba se traduce como «catástrofe» en árabe. Deshonestamente, el organismo internacional declaró al mundo que «la Nakba es un momento en el tiempo en 1948″; casualmente, coincidió con la creación del Estado de Israel.

La guinda del pastel antiisraelí fue el discurso, de una hora de duración, del presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, ante la ONU. Tomando la palabra el doble del tiempo previsto, se refirió a la fundación de Israel (o «Nakba», para los palestinos) como una «tragedia [que] constituye una cicatriz para la humanidad».

Dejando a un lado la previsible retórica antiisraelí tanto de la ONU como de Abbás (y comparar a Israel con los nazis es todo un detalle), lo más escandaloso fue el ultimátum de Abbás para que Israel acepte el «derecho al retorno» de los palestinos, so pena de ser expulsado de la ONU.

«Soy un refugiado, un refugiado palestino», afirmó Abbás. «Quiero volver a mi ciudad. No puedo vivir en París o Nueva York. Quiero [vivir en] Safed [ciudad del norte de Israel]. Lo quiero».

El «derecho al retorno» no es en realidad un derecho, sobre todo si inicias una guerra y la pierdes, como sucedió en 1948.

Tras la finalización del Mandato Británico para Palestina, la retirada de los soldados británicos y la declaración del Estado de Israel –el 14 de mayo de 1948–, tropas jordanas, egipcias, sirias, libanesas, iraquíes y saudíes invadieron el territorio. La invasión fue denunciada por Estados Unidos, la Unión Soviética y el entonces secretario general de la ONU, Trygve Lie. Los Estados árabes proclamaron su objetivo de erigir un único «Estado Unido de Palestina», en lugar de los dos que contemplaba el Plan de Partición de la ONU: uno árabe y otro judío.

El «derecho al retorno» es, más bien, una exigencia: que se permita a todos los palestinos que huyeron de sus hogares durante la guerra de 1948, y a todos sus descendientes, regresar a lo que actualmente es el Estado de Israel.

Miles de árabes ricos abandonaron sus hogares en previsión de que estallara la guerra, y otros miles respondieron a los llamamientos de los dirigentes árabes para que se apartaran del camino de los ejércitos árabes. Algunos fueron expulsados, pero la mayoría simplemente huyeron para no quedar atrapados en el fuego cruzado cuando los árabes desencadenaron una guerra en respuesta a la creación de Israel.

A pesar de la insistencia previa israelí en que la carga de las reparaciones por los desplazamientos [de población] debía recaer sobre los Estados árabes que iniciaron la guerra contra el recién declarado Estado de Israel, aprobado por la ONU, un Israel empobrecido acogió a unos 850.000 judíos que fueron expulsados de los Estados árabes de la época o se vieron obligados a huir de ellos.

Desde entonces, y en nombre de la paz, Israel ha tratado de permitir a los palestinos un «derecho al retorno» limitado, y presentado importantes ofertas de compensación monetaria. Sin embargo, todo ha sido rechazado por los palestinos.

El propio Abás ha mostrado cierta ambivalencia en su postura sobre el «derecho al retorno». En una declaración oficial de la AP de 2008 se leía:

El presidente [Abás] dejó claro que seguimos firmes en cada palabra y frase sobre el derecho de los refugiados al retorno, que es un derecho sagrado y nunca será diferido o pospuesto.

En 2012, en una entrevista con los servicios informativos del Canal 2 israelí, Abás afirmó: «Soy [un] refugiado, pero vivo en Ramala». En cuanto a su Safed natal, agregó: «Tengo derecho a verla, pero no a vivir allí….».

Estas declaraciones se percibieron como un cambio drástico en la política palestina. Funcionarios israelíes las elogiaron. El entonces presidente de Israel, Simón Peres, respondió:

Son palabras significativas (…) Esas posiciones coinciden exactamente con las de Israel (…) que apoya la solución de dos Estados para dos pueblos. Se trata de una declaración pública valiente e importante en la que [Abbás] deja claro que su objetivo de un Estado [palestino] sólo atañe a la Margen Occidental y a Gaza, no al territorio del Estado de Israel (…) Sus valerosas palabras demuestran que Israel tiene un verdadero socio para la paz.

Muchos israelíes, incluido el primer ministro Benjamín Netanyahu, especularon con que las palabras de Abbás eran más bien una maniobra de apaciguamiento, un subterfugio, en vez de una oferta real para dar marcha atrás en la exigencia del «derecho al retorno».

En Reuters se pudo leer lo siguiente:

Abás ha desafiado a Israel y a Estados Unidos al planear pedir a la Asamblea General de la ONU que los palestinos pasen a ser un Estado no miembro (…) Abás ha prometido una vuelta inmediata a las conversaciones de paz tras la votación de la ONU (…) Las declaraciones televisadas (…) también parecían destinadas a influir en los israelíes antes de sus (…) elecciones.

«Como cualquier buen político», comentó un analista saudí, «Abás está intentando caerle bien a su oponente… [pero] hay un límite hasta dónde debe llegar para apaciguar a Israel«.

Entre los palestinos, la reacción fue tumultuaria. Se quemaron carteles de Abbás, Hamás puso el grito en el cielo y, según Electronic Intifada, 78 organizaciones palestinas enviaron una carta al presidente de la AP que contenía una amenaza de muerte apenas velada.

El veterano experto en asuntos israelo-palestinos Roni Shaked observó optimista:

La brecha entre los dirigentes y la opinión pública es enorme, pero la declaración de Abbas puede desencadenar un debate e iniciar un proceso que conduzca a la aceptación de la realidad.

En una nota de Reuters de 2012 se afirmaba:

(…) memorandos secretos palestinos filtrados a los medios de comunicación el año pasado mostraban que Abás, durante las conversaciones con el anterior Gobierno centrista israelí, había estado dispuesto a ceder en algunas demandas básicas, incluyendo (…) la aceptación de un tope de refugiados admitidos en Israel.

Sin embargo, en su reciente discurso ante la ONU, Abbás dejó claro que ha estado mintiendo todos estos años sobre su disposición a renunciar al «derecho al retorno». Al afirmar que quiere regresar a su ciudad natal, Abbás demostró que su verdadera intención es inundar Israel con millones de palestinos, con la esperanza de convertirlo en otro Estado árabe. Ahora ha quedado claro que cuando Abbás dice que apoya la solución de los dos Estados, en realidad está hablando de un Estado palestino en la Margen Occidental, la Franja de Gaza y Jerusalén Este, y otro que sustituiría a Israel.

¿Cuántos refugiados hay? Según algunas estimaciones, originalmente había unos 750.000; aunque, 75 años después, sólo un pequeño porcentaje sigue vivo.

Como los intereses de las tarjetas de crédito, esa cifra, con cada generación, sigue creciendo, haciendo que la solución a este tema sea cada vez menos probable.

Las cifras de refugiados han sido variadas y abrumadoras. La ONU postuló cinco millones, Abás afirmó seis millones en muchas ocasiones. Otros han hablado de siete millones y los palestinos de la calle lo han llevado fantasiosamente a «decenas de millones».

En Israel hay actualmente unos siete millones de judíos y dos millones de árabes. Una afluencia de millones de palestinos significaría, literalmente, el fin de Israel. Esto parece ser exactamente lo que Abás y otros palestinos esperan conseguir.

En su línea dura en favor del «derecho al retorno», Abbás desea una solución de dos Estados: dos Estados palestinos, uno en la Margen y Gaza y el otro en todo Israel. Sin embargo, tal vez, a sus 87 años, se esté dando cuenta de que la brecha entre sus esfuerzos diplomáticos por la creación de un Estado y el imposible sueño palestino de retomar la totalidad de Israel es demasiado grande para salvarla. Abbás ha estado jugando a largo plazo, pero su tiempo se agota y su pueblo está profundamente enfadado y decepcionado por su falta de resultados tangibles, ya sea en el desplazamiento de Israel o en la mejora de su calidad de vida.

Al Shabaka, la Red de Política Palestina, dice:

A pesar de haber prometido durante décadas que nunca renunciaría al derecho al retorno, la OLP/AP [de Abás] ha entablado continuamente negociaciones sobre la base de que tendría que hacer precisamente eso, mientras que no ha llevado a cabo ninguna consulta significativa con los propios refugiados sobre el tema (…) la OLP/AP ha dado prioridad a la creación de un Estado palestino por encima de abordar el derecho palestino al retorno, y no ha conseguido ni lo uno ni lo otro.

Tal vez, en su discurso ante la ONU, Abbás buscaba una última oportunidad, un lugar sagrado en la historia de su pueblo.

Arsen Ostrovsky, abogado pro derechos humanos, señaló:

[El discurso de Abbás] fue recibido con [grandes] aplausos y vítores de «Palestina libre» y «Desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo], Palestina será libre». Se trata de eslóganes utilizados habitualmente por grupos propalestinos y organizaciones terroristas, como Hamás y la Yihad Islámica Palestina, como gritos de guerra para pedir la destrucción de Israel.

A lo que se llama es a apoderarse de todo el territorio del Israel actual.

No parece la voz de un socio para la paz. Por el contrario, se trata de voces que siguen expresando su apoyo a la visión de Abás de transformar Israel en un Estado palestino.

El núcleo de la reivindicación del «derecho al retorno» se encuentra en la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU:

Debe permitirse a los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos que lo hagan.

En 2001, Jonathan Schanzer escribió:

[L]a frase «en paz con sus vecinos» representa un obstáculo para el derecho de retorno, ya que pocos palestinos han mostrado voluntad de vivir en armonía con los israelíes (…) Así lo han puesto de manifiesto las piedras, los cócteles molotov, los disparos de francotiradores y las bombas de control remoto que se han convertido en moneda corriente.

Esta observación se hizo antes de la retirada de Israel de la Franja de Gaza, en 2005. Ahora podemos actualizar la lista de hostilidades para incluir los ataques con cohetes, los apuñalamientos, los coches bomba y los globos incendiarios.

En la sección de comentarios de un vídeo con el citado discurso de Abás en la ONU, una entrada –traducida de su original árabe aquí– plasma las razones de la reticencia israelí a suicidarse abriendo sus fronteras a millones de palestinos. En realidad, el comentario resume la estrategia de Abás y de muchos palestinos:

Mahmud Abás, nosotros, el pueblo palestino, queremos toda Palestina (…) [19]67 y [19]48, toda la tierra, el agua, el cielo, el aire (…) y los judíos no existen con nosotros (…) Deja que la Historia escriba tu nombre. Admitiste que las negociaciones con los sionistas fueron un error y un pecado (…) Sr. Presidente: Safed es su hogar y usted quiere volver a su país (…) Palestina tiene decenas de millones de propietarios de la tierra, y usted lleva 20 años repitiendo el mismo error. El pueblo palestino son decenas de millones de personas. Volveremos. Los expulsaremos [a los judíos] y los desplazaremos. Ni siquiera sus tumbas, Sr. Presidente, permanecerán bajo nuestro suelo (…) los mataremos.

 

 

Traducción del texto original: Mahmoud Abbas’s Two-Palestinian-State Solution
Traducido por El Medio

 
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