Tan obsesionada está la administración Biden con el dudoso arte de usar los dólares de los contribuyentes para financiar el seudoestado libanés dirigido por el grupo terrorista Hezbolá, que ha pasado sus dos años en el cargo ideando esquemas legalmente cuestionables para pagar los salarios de las Fuerzas Armadas Libanesas. (FAL), sentando nuevos precedentes en el abuso de los programas de asistencia de seguridad exterior de Estados Unidos.
En enero, la administración implementó un programa para proporcionar pagos directos de salarios, en efectivo, tanto a las FAL como a las Fuerzas de Seguridad Interna (FSI). Esta vez, la Casa Blanca no entregará el efectivo en paletas, como hizo Obama cuando sobornó a Irán. Más bien desembolsará los crujientes billetes a través del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas. El resultado será el mismo: la gigantesca bomba de efectivo del gobierno de EEUU está trabajando horas extra para beneficiar a un grupo terrorista que ha mutilado y asesinado deliberadamente a cientos de estadounidenses.
No se puede subestimar la escala de la financiación estadounidense al aparato militar del Líbano dominado por Hezbolá: alrededor de 100.000 libaneses reciben ahora estipendios en efectivo por cortesía de los contribuyentes. Pero un pequeño detalle como que Estados Unidos se convierta en cómplice en la financiación del terrorismo difícilmente hace que el equipo Obama-Biden pestañee. Como dijo el mes pasado la candidata de la administración para ser la próxima embajadora en el Líbano, Lisa Johnson, al Comité de Relaciones Exteriores del Senado, si se le confirma en el cargo “seguirá abogando por una asistencia de seguridad sólida y robusta para las Fuerzas Armadas Libanesas y las Fuerzas de Seguridad Interna”. Y eso se debe a que “están haciendo un gran trabajo al reforzar la estabilidad y la seguridad en esa parte del mundo”.
No hay duda. Y como testimonio del trabajo excepcional que están haciendo las FAL, los comentarios de Johnson se produjeron un par de semanas después de que Hezbolá disparara o permitiera el lanzamiento de 34 cohetes a través de la frontera y lanzara un dron bombardero desde el Líbano hacia Israel, y días antes de que el grupo realizara un gran ejercicio militar al que invitó a medios locales e internacionales.
Fuerzas de Hezbolá hacen su típico saludo nazi durante un ejercicio militar en Aramta, Líbano, en mayo pasado
(Foto: Picture Alliance)
Mientras que la posición de las FAL como sistema de apoyo militar equipado por EEUU para Hezbolá está bien establecida, las FSI generalmente no reciben tanta atención. Sin embargo, uno de sus logros recientes llegó a los titulares: «Líbano desmantela presuntas ‘redes de espionaje’ israelíes», informó la agencia AFP el año pasado. Según las autoridades libanesas, la rama de información de las FSI, que trabaja arduamente, descubrió no menos de 17 redes dentro del territorio libanés que supuestamente espiaban para Israel.
El portavoz de Hezbolá, al-Akhbar, el primero que informó sobre la historia, dijo que las FSI descubrieron una brecha de seguridad en las filas de Hezbolá que compartieron con el grupo, lo que llevó a la detención de esa persona por parte del aparato de seguridad de Hezbolá. Se dijo que otros supuestos espías estaban recopilando información sobre Hamás en el Líbano; otro era un ciudadano sirio de Damasco, de quien se dijo que había estado proporcionando inteligencia desde allí. En un mes, las FSI arrestaron a más personas en el sur del Líbano por supuestamente espiar para Israel. La noticia de esta hazaña incluso fue publicada por los medios iraníes.
Haciéndose eco de Lisa Johnson, Hezbolá elogió a las FSI por hacer un gran trabajo al reforzar la estabilidad y la seguridad, y alentó una mayor coordinación. Y no es de extrañar: si su definición de seguridad para el Líbano es que Hezbolá se fortalezca, entonces tener un servicio de seguridad equipado y capacitado por Estados Unidos para hacer su trabajo sucio de contrainteligencia es sin duda una bendición. Aunque las FSI habían descubierto con regularidad a supuestos espías israelíes anteriormente, al-Akhbar señaló que la eliminación de las 17 redes representó una de las operaciones de este tipo más grandes desde 2009.
Fue en la primavera de ese año, poco después de que la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Cumplimiento de la Ley (INL) del Departamento de Estado lanzara su programa de asistencia para las FSI, cuando la fuerza de contrainteligencia libanesa descubrió una infiltración israelí en las filas de Hezbolá; el entonces jefe de las FSI compartió la inteligencia con el grupo. Un artículo en Los Angeles Times, que citó a funcionarios libaneses y un diplomático occidental anónimo, informó que los libaneses re-dirigieron contra Israel un equipo de detección de señales que se les proporcionó para luchar contra los militantes islámicos. Los reporteros de seguridad nacional israelíes hicieron afirmaciones similares. Mientras tanto, un oficial de inteligencia de Hezbolá le dijo a la revista Time que las FSI y Hezbolá intercambiaron información para las investigaciones.
El uso de fondos, capacitación y equipo de EEUU para atacar a Israel y asegurar los intereses de Hezbolá no es un subproducto casual de la política de estadounidense en el Líbano; más bien, es la política
En otras palabras, el crecimiento de las capacidades de las FSI, gracias al apoyo de Estados Unidos, y la intensificación de las operaciones de contrainteligencia contra Israel, no fueron una coincidencia ni una anomalía. Más bien, mejorar la seguridad interna de Hezbolá y sus operaciones contra Israel ha sido una característica del programa de asistencia de EEUU desde su inicio hasta el presente.
Esto no es accidental. Para los legisladores estadounidenses, la sinergia entre las FAL/FSI y Hezbolá está integrada en su política, que se basa en fomentar y construir una postura antiisraelí común que unifique las llamadas “instituciones estatales” del Líbano con el grupo terrorista dominante del país. El significado implícito del mantra burocrático de EEUU de que su asistencia apunta a “socavar la narrativa de Hezbolá de que sus armas son necesarias para defender el Líbano” es precisamente que las FAL/FSI y el grupo terrorista libanés compitan para lograr los mismos objetivos, es decir, defender al Líbano de Israel. Que las FAL/FSI utilicen la ayuda estadounidense y occidental para descubrir células israelíes, por lo tanto, está dentro de las consideraciones de la declarada política estadounidense; de hecho, es una prueba de que esa política está teniendo “éxito”.
Debe enfatizarse que el uso de fondos, capacitación y equipo de EEUU para atacar a Israel y asegurar los intereses de Hezbolá no es un subproducto casual de la política de estadounidense en el Líbano; más bien, es la política. Los propios EEUU han utilizado a las agencias de seguridad y al ejército libaneses, ya sea como una puerta trasera para pasar inteligencia a Hezbolá —como lo hizo en los primeros días de la guerra en Siria, cuando Hezbolá enfrentaba reveses por su intervención militar allí—, o simplemente para permitir que las FAL y las agencias de seguridad protejan la retaguardia de Hezbolá dentro del Líbano.
Con ISIS desaparecido y Assad asegurado en el poder, el equipo Obama-Biden está impulsando una nueva jugada para promover su política de «integración regional», es decir, alentar a los Estados árabes a invertir en propiedades iraníes para promover un orden regional dominado por Irán con el respaldo de Estados Unidos
La política en sí es un producto del momento en que la administración Obama habló abiertamente de asociarse con Irán y sus milicias del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica para “derrotar a ISIS”. ISIS, por lo tanto, se convirtió en la tapadera perfecta para un realineamiento regional más amplio y para la coordinación entre Hezbolá y las agencias militares y de seguridad. La política, por lo tanto, exhibe los dividendos del realineamiento, al tiempo que demuestra a Irán el compromiso de Estados Unidos por proteger las “acciones” iraníes, que Obama prometió directamente en su carta a Jamenei.
Por supuesto, Hezbolá, como único poder en Beirut, establece los parámetros de este proceso. Cuando se percibió que el exjefe de la Rama de Información de las FSI había cruzado la línea, al participar en la guerra en Siria contra el régimen de Assad, fue eliminado en 2012.
Con ISIS desaparecido y Assad asegurado en el poder, el equipo Obama-Biden está impulsando una nueva jugada para promover su política de «integración regional», es decir, alentar a los Estados árabes a invertir en propiedades iraníes para promover un orden regional dominado por Irán con el respaldo de Estados Unidos. La excusa de hoy es luchar contra el “captagón”, la anfetamina barata popular en toda la región.
La administración Biden, que ha pasado los últimos dos años y medio presionando patológicamente a los saudíes para que apoyen al Líbano, sin duda pregonará el “esfuerzo sobresaliente” que están haciendo las FSI y las FAL, a pesar de los graves desafíos económicos, para combatir el contrabando de captagón, para empujar a los saudíes a abrir los grifos para financiar todo, desde los salarios de las FAL/FSI hasta la construcción de una nueva base naval de las FAL en el puerto de Beirut, o cualquier otro proyecto favorito que el equipo Biden-Obama sueñe para decorar la tierra de Hezbolá.
El esfuerzo de 15 años para financiar y fortalecer el imperio terrorista de Hezbolá le ha costado a los contribuyentes estadounidenses miles de millones de dólares, y ha causado un daño incalculable a la seguridad israelí, así como a las personas dentro del Líbano condenadas a vivir bajo el gobierno del grupo terrorista
En octubre pasado, unos meses después de que las FSI descubrieran las células israelíes, la embajada de EEUU en Beirut celebró sus 15 años de financiamiento a las FSI. La actual candidata a embajadora —que recientemente se desempeñó como subsecretaria adjunta principal de INL— y sus dos predecesores, han respaldado y promovido el apoyo a las fuerzas auxiliares de Hezbolá que ejecutan la contrainteligencia del grupo terrorista.
Curiosamente, la exembajadora de EEUU en el Líbano, Elizabeth Richard, durante cuyo mandato la coordinación y el despliegue conjunto FAL-Hezbolá se intensificó con la fachada de “derrotar a ISIS”, y quien supervisó la construcción de instalaciones financiadas por los contribuyentes estadounidenses para la academia de las FSI, ahora es la candidata de la administración para ser coordinadora de contraterrorismo. La embajadora actual, Dorothy Shea, quien fue pionera en el precedente legalmente endeble de hacer pagos directos en efectivo a las FAL y las FSI, una evasión que probablemente implicará a los EEUU en el financiamiento del terrorismo, ha sido nominada como representante adjunta ante la ONU. La candidata a embajadora Lisa Johnson asegura que mantiene su compromiso con la política de financiación de la contrainteligencia de Hezbolá.
El esfuerzo de 15 años para financiar y fortalecer el imperio terrorista de Hezbolá le ha costado a los contribuyentes estadounidenses miles de millones de dólares, y ha causado un daño incalculable a la seguridad israelí, así como a las personas dentro del Líbano condenadas a vivir bajo el gobierno del grupo terrorista. Ahora parece que ese precio palidecerá al lado de la extraña incorporación de la financiación del terrorismo como un brazo de la política exterior de Estados Unidos.
*Analista sobre temas del Medio Orienre de la revista Tablet, e investigador de la Fundación para la Defensa de las Democracias.
Fuente: Tablet (tabletmag.com).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.
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