Hace varios años, un 18 de julio de conmemoración del atentado a la AMIA, el Dr. Mario Averbuch, padre de Yanina, asesinada en el atentado dijo públicamente:” Como dijimos el año pasado, lo que más acerca a la muerte no es la vejez, sino el olvido. Por eso siempre decimos que la primera muerte de nuestros familiares llegó de la mano de los asesinos y la segunda muerte puede llegar con el olvido y la indiferencia. Por eso les pedimos que nos acompañen en nuestra lucha de todos los días. Para que la impunidad no nos gane más. Sabemos claramente que solo están perdidas las batallas que no se dan. Por eso estamos convencidos que hay que seguir peleando por un país mejor que conserve la memoria de las cosas que nos pasaron y nos pasan, para que no nos vuelvan a pasar. Debemos luchar todos juntos para que la impunidad no nos gane y que no seamos más el campo de ensayo del terrorismo asesino. Debemos luchar por Justicia y Memoria, sin odios ni ataques a quién piensa distinto. En donde todos juntos podamos decirle no al terrorismo, a la impunidad y a la falta de justicia.”
Hoy, al borde de los 29 años del crimen más atroz del terrorismo en las Américas, Averbuch podría decir, lamentablemente lo mismo. La memoria lucha por estar. Eso, sin duda. Pero mucho se ha hecho para que la impunidad que hoy ya suena a definitiva, no sólo se sienta fuerte, sino que además se burle de las víctimas, de sus familiares y a la larga de todo el país que fue víctima de un ataque mortal por parte de otro. La memoria debe tener, además, delante de sus ojos el Memorándum con Irán firmado el Día Internacional de Recordación de la Shoá y cuyos defensores hoy están no sólo con vida, sino que han gobernado y gobiernan. El país víctima del ataque y asesinato de 85 ciudadanos pretendió exonerar por vías jurídicas a los criminales. Y éstos no se preocuparon ni se preocupan mucho por los resultados del atropello del Memorándum. Hoy, 2023, el presidente de Irán se pasea como Atila por sus tierras que ha conquistado por las vías de la indecencia más incalificable posible y visita a Venezuela, Cuba y Nicaragua con la naturalidad de los Atilas de toda la historia.
En 1994 Irán voló la AMIA. 2 años antes, la Embajada de Israel. Pero la memoria exige recordar todo. Entre el 19 y 27 de julio, tuvieron lugar otros atentados terroristas contra la comunidad judía en el mundo. Entre ellos, un avión de Alas Chiricanas que realizaba un vuelo interno en Panamá estalló en el aire y murieron las 21 personas a bordo, de las cuales 12 eran judías. Un artefacto explosivo estalló frente a la embajada de Israel en Londres, dejando 20 heridos y al día siguiente otro frente a una organización judía en el norte de la capital británica, donde cinco personas fueron heridas.
Si no somos persistentes con el ejercicio de la memoria, no sólo no vamos a ver con claridad la invasión bárbara de hoy en día en América Latina, sino tampoco la impunidad con la que Irán ocupa Siria, asesina a sus disidentes, viola los derechos humanos de sus ciudadanos, en particular de las mujeres, y se le permite desde la ONU proclamar que su gran objetivo es hacer desaparecer a Israel del planeta.
El Memorándum que Argentina e Irán firmaron en 2013 intentó borrar la memoria. Pero en 2015, asesinaron al Fiscal Nisman y los autores del atentado a la AMIA sumaron a la víctima 86. Se hizo todo para que nunca se sepa quien asesinó el Fiscal que iba a acusar formalmente a los culpables del crimen terrorista y a los cómplices y encubridores locales. Y así será, porque la impunidad tiene reinado asegurado. Pero lo que no han logrado es vencer a la memoria. Los familiares piden justicia y memoria. La sociedad en general, y las autoridades responsables no le van a dar justicia, pero la memoria es algo que los que han hecho todo su trabajo para enterrar a la justicia, no pueden vencer. Y el contundente documental que se estrenará en próximos días “Nisman la víctima 86” hace un aporte esencial al narrar coralmente con imágenes y voces de protagonistas todos los hechos desde 1992 hasta hoy en día y con ello se convierte en una poderosa herramienta de memoria.
La media sanción de la Cámara de Diputados de Argentina de que el 18 de julio sea Día de Duelo Nacional aporta y mucho también a la memoria. Si se aprueba finalmente como está propuesta, habrá que explicar por qué es un día de duelo para todo el país, y habrá que explicarlo a los más jóvenes en los locales de enseñanza. De nuevo, los perpetradores y sus numerosos cómplices habrán logrado la derrota de la justicia, pero no van a poder con la memoria. Hace tres años, en el aniversario 26, Santiago Kovadloff ya reclamó el duelo nacional cuando escribió: “No permitamos que ante el horror de lo sucedido prevalezca para siempre la idea perversa de que lo que pasó fue una tragedia exclusivamente judía. Fue esencial, medularmente, una tragedia nacional. El 18 de julio debe, por eso, ser día de duelo nacional.”
También escribió Kovadloff hace tres años: “¿Si los asesinos están libres, ¿dónde están sepultadas sus víctimas sino en la subestimación y el peor de los desprecios? ¿Y esas muertes del 18 de julio de 1994 no nos están diciendo, con la humillación a la que siguen expuestas, que nuestras propias vidas son menos vidas porque se despliegan fuera del marco de la ley?” Y agregó:”¿Y qué diremos de la muerte de Alberto Nisman? ¿En la cabeza de quiénes sino de todos nosotros como nación estalló ese balazo que le arrebató la vida a un fiscal de la Nación empeñado en no traicionar la estatura moral de su investidura? ¿Es que habrá que resignarse a aceptar que ese crimen es el destino invariable de todo aquel que en este país se atreva a llamar delito al delito y traición a la patria a la traición a la patria?
Este martes 18 de julio a la 9 y 53 de la mañana volverá a sonar la aguda sirena que taladrará nuestros corazones y estómago recordándonos que a esa hora hace 29 años morían asesinadas 85 personas en un acto de terror de un país contra otro y con cómplices locales. El sonido de la sirena nos deberá recordar a Nisman y a los que firmaron el Memorándum en 2013. Y deberá ser una sirena del presente. Un sonido de advertencia muy claro. ¿Por qué los países de América Latina callan cuando ven a varios de ellos invadidos por los perpetradores del atentado a la AMIA? ¿Por qué los países más grandes en territorio y poder económico no sólo han callado 29 años, sino que hacen lo posible para insertar aún más la invasión de los bárbaros en nuestra región? ¿Por qué no enfrentan con seriedad la formación de células terroristas en varios de nuestros países más cercanos en lugar de dejarlas instalarse y preparar fanáticos que tanto van hacia Medio Oriente como que mañana perpetrarán otra barbarie en cualquiera de nuestras ciudades? Las preguntas tienen respuestas y responsables y todos, todos, los gobiernos lo saben.
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