Vivimos en un mundo sin vergüenza, sometido a la siniestra presión de una parte muy oscura del Islam que se arroga el hablar por todos, e involucra, en su temible mensaje, a gran parte de la juventud occidental cuya molicie intelectual hay que criticar, un mundo que tiene en Israel el paladín de la libertad y la creatividad y no sólo lo niega sino que no lo puede soportar. No importa cuan magnánimo pueda ser el país y el estado de los judíos: siempre será culpable de algo. Hay quien no soporta que Israel invoque el Holocausto porque esa llaga aún le duele y lacera su memoria, y padece su dependencia emocional de él, y hay quien ve en Hamás la vanguardia de todas las libertades posibles, y hay, finalmente, la gran masa amorfa que se deja llevar por la opinión de periodistas de tres por cuatro que lo ignoran todo y se creen más papistas que el Papa. Lo único malo que ha hecho Israel, por compasión tal vez, es no haber acabado con Hamás y con Hezbolá hace décadas. Cuanto más demoremos la destrucción completa de esos dos monstruos, más dura será la guerra. Cuanto menos iniciativa tengamos más dura será la reacción. La talibanización del mundo libre avanza aquí y allá y Europa a duras penas pueda entender que ella es un fruto codiciado, tal vez el principal.
Entre los valientes, Estados Unidos desde luego, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Canadá e Italia asumen sin complejos la posición de Israel. Y no porque estén a favor de la guerra sino porque ven a través de los hechos de este último mes la amenaza que el crimen de Hamás representa para todos. Si el horror fue debido en parte al efecto sorpresa, y no hacemos nada por eliminar a sus gestores cueste lo que cueste, ¡cundirá el perverso ejemplo! Ninguna rave juvenil en cualquier lugar del mundo estará a salvo de ataques irracionales de odio .Los islamistas radicales no necesitan mucho estímulo, como les entusiasma el sufrimiento y la muerte, están preparados para causar daño aquí y allá. El mundo árabe tuvo su oportunidad con la famosa primavera que hizo vibrar sus grandes capitales, pero la desaprovechó y prefirió anudarse una vez más al pasado, a la miseria y a la represión de la mujer, a la estrechez de miras y la desgraciada nostalgia de Saladino. De aquellas tormentas estos lodos, de tantas frustraciones y fracasos, el cultivo de la cepa asesina. Las desgracias del pueblo palestino, señor Guterres, se las causa él mismo.
Superaremos estos momentos de gran dolor, así que brindemos por los libres y valientes del mundo que trabajan por eso. No bajemos los brazos. No caigamos en el desánimo. A pesar de nuestros múltiples enemigos, a pesar de la casposa izquierda llena de vociferantes idiotas; a pesar de las manifestaciones en nuestra contra y a pesar del inacabable antisemitismo y antisionismo, Am Israel jai. El pueblo de Israel vive, respira y se defiende con uñas y dientes.
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