Esta guerra no terminará con una fotografía icónica de combatientes en el desierto, reunidos alrededor de un asta de bandera improvisada en Eilat e izando un banderín israelí pintado a mano. Esta guerra no terminará con los paracaidistas mirando al cielo hacia el Kótel, o con su comandante anunciando: “El Monte del Templo está en nuestras manos”. Esta guerra no terminará en blanco y negro sino en espeluznantes colores, cuando reservistas de ojos hundidos regresen a sus familias, sus carreras y sus eternas pesadillas. Terminará con padres, hermanos, esposas y amantes llorando, y con gritos pidiendo un amargo ajuste de cuentas en las calles. Y finalmente, con suerte, la guerra entre Israel y Hamás terminará con algo parecido a la paz.
Ese resultado está menos que garantizado. Después de más de un mes de combate, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están lejos de lograr su objetivo de destruir a Hamás. Gran parte de Gaza aún no ha sido limpiada de terroristas, unos 25.000 de los cuales, según se informa, todavía están vivos y listos para la batalla. Debajo de la Franja, aproximadamente 500 kilómetros de túneles, minados y llenos de trampas , esperan.
Mientras tanto, varios relojes están corriendo. Está el reloj de las municiones, algunas de las cuales ya están agotadas, y la necesidad de conservar reservas suficientes para un posible segundo frente con Hezbolá. Está el reloj del desastre humanitario de más de un millón de refugiados palestinos que, a instancias de Israel, huyeron a la parte sur de Gaza, que ahora están expuestos a las privaciones del invierno y sirven de escudos humanos a los terroristas que se esconden entre ellos. Está el reloj de una Casa Blanca trabajando bajo una presión cada vez mayor para mediar en nuevos altos el fuego e intercambios de rehenes y eso, a su vez, presiona a los líderes israelíes para que los acepten. Está el reloj financiero de una economía israelí que, privada de turismo y de casi toda la inversión extranjera, no puede mantener indefinidamente movilizados a cientos de miles de algunos de sus ciudadanos más productivos.
Las FDI pueden adelantar esos relojes avanzando rápida pero quirúrgicamente, y reduciendo al máximo las bajas tanto en el lado israelí como en el palestino. En última instancia, Israel puede lograr su objetivo. Sin embargo, es probable que el proceso dure muchos meses, tal vez incluso un año. Y si bien el mundo insistirá en sus demandas, ¿Cuál será, si es que lo hay, el final del juego para Israel?
La destrucción en Gaza es total responsabilidad de Hamás y los demás grupos terroristas que han controlado la Franja desde 2005, quienes prefirieron dedicarse a la lucha contra Israel en lugar de construir su Estado
(Foto: AFP)
Muchos israelíes plantean la misma pregunta; pocos quieren volver a ocupar Gaza de forma permanente. Ellos también quieren saber cómo, además de derrotar a Hamás, Israel definirá la victoria. ¿Cómo será el día después? preguntan.
Ese día comienza, primero, con la desmilitarización de Gaza. No más cohetes, fábricas de cohetes ni arsenales subterráneos. Todo el armamento en manos de Hamás y la Yijad Islámica Palestina debe ser confiscado y destruido. Todo el sistema de túneles debe ser sellado y sepultado. Gaza no debe servir nunca más como plataforma de lanzamiento de proyectiles de cualquier calibre contra el pueblo de Israel.
Paralelamente a la desmilitarización, Gaza también debe estar separada de Israel por un cordón sanitario de entre uno y dos kilómetros de profundidad. Aparte de las patrullas de las FDI, a nadie se le permitirá entrar en esa tierra de nadie. Ciertamente nadie podrá acercarse a la frontera.
Para frenar el contrabando de más armamento hacia Gaza, las FDI retomarán sus antiguas posiciones a lo largo de la Línea Filadelfia, en la frontera con Egipto. Israel mantendrá un amplio control de la seguridad sobre Gaza, incluido su espacio aéreo y sus frecuencias de radio, y se reservará el derecho de perseguir intensamente a las células terroristas que se reactiven.
Ese día comienza, primero, con la desmilitarización de Gaza. No más cohetes, fábricas de cohetes ni arsenales subterráneos. Todo el armamento en manos de Hamás y la Yijad Islámica Palestina debe ser confiscado y destruido. Todo el sistema de túneles debe ser sellado y sepultado. Gaza no debe servir nunca más como plataforma de lanzamiento de proyectiles de cualquier calibre contra el pueblo de Israel
A continuación, Gaza debe internacionalizarse. Ya no debe ser un problema israelí, ni siquiera un problema israelí-egipcio, sino responsabilidad de la comunidad internacional, sobre todo de Estados Unidos. El hecho que dos fuerzas de ataque de portaviones estadounidenses se encuentren actualmente en el Medio Oriente es una prueba de que Gaza amenaza no solo a sus vecinos inmediatos, sino también a toda la región y posiblemente al mundo. En consecuencia, EEUU debe reclutar a otras naciones (especialmente Egipto, Jordania, Arabia Saudita y los países de los Acuerdos de Abraham) para ayudar a desmilitarizar Gaza y supervisar su reconstrucción.
La fuerza internacional supervisará la construcción de una infraestructura moderna para Gaza — sistemas de trasporte, plantas de desalinización de agua y tratamiento de residuos, y redes eléctricas — junto con hospitales y centros de atención médica de última generación. Eliminará las instituciones de la UNRWA y los campamentos de verano de Hamás que enseñaron a los niños palestinos a glorificar el terrorismo; en su lugar habrá escuelas que los eduquen para la paz. Los campos de refugiados serán disueltos, y reemplazados por nuevos vecindarios con parques y centros comerciales. Se abrirán un puerto y un aeropuerto. Se revivirán las tierras de cultivo que, antes de la retirada de Israel de Gaza en 2005, exportaban hortalizas orgánicas al mundo. A los habitantes de Gaza se les debe ofrecer una calidad de vida totalmente impensable bajo Hamás.
Para aliviar la congestión endémica de Gaza, algunos han sugerido que se podría incentivar al gobierno egipcio a reasentar a un gran número de habitantes de Gaza en el norte de la Península del Sinaí. Este sería ciertamente un avance positivo, aunque es poco probable que Egipto lo apruebe. El Cairo se ha opuesto durante mucho tiempo a la idea de asentar a un solo palestino en su suelo. Sin embargo, todavía se puede buscar una solución de este tipo y presentar ofertas financieras a los egipcios.
Debe surgir un gobierno palestino democrático, sujeto a sus propias leyes. Solo entonces podrá negociarse un tratado muy parecido al Plan de Paz para la Prosperidad propuesto en 2020, que implicaba inversiones masivas en Cisjordania y Gaza, independencia palestina e intercambios territoriales con Israel
Sin duda, completar todas estas tareas del día siguiente resultará desafiante, pero ninguna será más onerosa que establecer un liderazgo palestino benigno y responsable. La administración Biden ya ha expresado su interés en restablecer el control de la Autoridad Palestina sobre la Franja. El gobierno israelí ha coincidido cautelosamente, pero con la salvedad de que primero la AP debe reformarse en profundidad. Ciertamente, Mahmud Abbas, de 88 años, un autócrata profundamente corrupto y antisemita que acusó a las FDI de perpetrar las masacres del 7 de octubre y que, temiendo una victoria de Hamás, se encuentra ahora en el año 18 de su mandato de cuatro años, difícilmente se puede reformar.
Hay que recordar que la Autoridad Palestina asumió el control de Gaza después de la retirada de Israel. La policía de la AP fue ricamente financiada y entrenada por Estados Unidos, solo para ser derrocada por Hamás dos años después. Hay razones de peso para buscar un liderazgo alternativo a la Autoridad Palestina, uno que sea nativo de Gaza y esté comprometido con su bienestar. Un liderazgo así tendría la opción de federarse con Cisjordania/Judea y Samaria, y participar en una futura solución de dos Estados.
Sin embargo, ese resultado aún está en el futuro. Los palestinos primero tendrán que aceptar la fórmula estadounidense de “dos Estados para dos pueblos” (todavía se niegan a reconocer a los judíos como pueblo), y comprometerse a abjurar de cualquier otra reclamación contra Israel. Debe surgir un gobierno palestino democrático, sujeto a sus propias leyes. Solo entonces podrá negociarse un tratado muy parecido al Plan de Paz para la Prosperidad propuesto en 2020, que implicaba inversiones masivas en Cisjordania y Gaza, independencia palestina e intercambios territoriales con Israel. Solo entonces el trauma y la agonía de esta guerra serán soportables. El logro de la seguridad y la paz ayudará a justificar los enormes sacrificios que han hecho los israelíes. Solo entonces el 7 de octubre tendrá realmente un día después, y muchos días esperanzadores después de ese.
Michael Oren ****Ex embajador de Israel en Estados Unidos, miembro de la Knesset y viceministro de diplomacia en la oficina del primer ministro. Autor de varios libros.
Fuente: Sapir (sapirjournal.org).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.
Esta guerra finalizara con la victoria de Israel, el cual no la empezó y si defendió a sus ciudadanos, quien a sido victima durante mucho años sufriendo ataques y poniendo heridos y muertos sobre la mesa hasta que por fin a dicho basta lo que si valoramos y apoyamos incondicionalmente la decisión tomada lamentando la calidad de ciertos políticos o estómagos agradecidos que intoxican a la población