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| jueves diciembre 26, 2024

¿Justicia con mayúscula o minúscula?


Sudáfrica presentó una petición ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya de que se juzgue a Israel por comisión de actos de genocidio en Gaza. Israel, firmante de la Convención sobre Genocidio, ha decidido presentarse a las audiencias al respecto, cuyas dos primeras son hoy y mañana. Sudáfrica, desde que se liberó de la tiranía del apartheid, nunca ha tenido buenas relaciones con Israel, siempre ha apoyado a todo lo que concierne al terrorismo en Medio Oriente, desde el Frente de Liberación para Palestina, Al Fatah, OLP, y hoy, Hamas, Hezbollah, Yihad Islámica.

¿Cómo se integra la Corte Internacional de Justicia? Con 15 jueces, de quince países diferentes. 5 de esos jueces pertenecen a estados totalitarios: Rusia, China, Somalia, Uganda, Líbano. Este último cogobernado por el terrorismo de Hezbollah. ¿Realmente un juez ruso, un juez de una dictadura que hace casi dos años invadió Ucrania y sigue cometiendo crímenes de guerra, es alguien calificado para juzgar, o peor, dictaminar? ¿Jueces de Uganda y Somalia? ¿En serio? ¿Juez de China, la potencia que ha encerrado, esclavizado, y perpetra a graves vejaciones a la minoría iugur, a la cual somete en la realidad al exterminio?.

En ese contexto, Sudáfrica, ataca a Israel. El término genocidio fue instalado por el abogado judío Rafael Lemkin en 1944 para buscar un término que de alguna forma pudiese describir las atrocidades nazis contra los judíos. El término fue cooptado por la comunidad internacional y adoptado en la Convención sobre prevención y castigo del genocidio de 1948 para “castigar actos cometidos con intención de destruir completamente, o en parte, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. En realidad, lo que sucedió el 7 de octubre fue que Hamas intentó cumplir con sus declarados objetivos de aniquilar no sólo a Israel y su población sino a todos los judíos donde se encuentren. Las bases fundacionales de Hamas señalan que es su compromiso central aniquilar a Israel e instalar un estado islámico palestino en su lugar.

La presentación de Sudáfrica ante la Corte menciona 55 veces a Hamas, pero en ningún momento menciona qué es Hamas, ni su carta constitutiva, ni sus objetivos. Hamas es abiertamente antisemita. Su Carta menciona específicamente que “la lucha total es contra todos los judíos”. ¿Por qué se expresan así? Porque transcriben en su Carta una larga lista de acusaciones basadas en el libelo antisemita escrito en la Rusia zarista “Los Protocolos de las Sabios de Sion”. Hamas acusa al sionismo de constituir la masonería, los rotarios, los leones como organizaciones espías para tomar en su poder el control del mundo. Para Hamas, los sionistas son culpables de la primera y segunda guerra mundial, son los que han creado las Naciones Unidas para controlar al mundo, y además tienen el poder absoluto en tráfico de drogas y armas.

Esto que estamos transcribiendo no son discursos desaforados del liderazgo de Hamas u otros grupos terroristas palestinos, sino que está escrito en sus propios documentos, enseñan a sus poblaciones en base a esto, y logran llegar a izquierdas, derechas, dictadores, democracias, y países en crisis sociales, económicas y políticas muy graves, como Sudáfrica para revertir la realidad, y en lugar de ser juzgados por genocidas (que es lo que hicieron el 7 de octubre), de ser enfrentados por su enfermizo antisemitismo, de ser acusados por la inmensidad de crímenes que han cometido y están dispuestos a cometer si pudieran, hoy y mañana, la víctima del antisemitismo, la víctima que fue invadida y asesinada, la víctima de casi 300 secuestros, se siente en un banquillo como acusado y tenga que demostrar que la tercera parte de los jueces de la Corte no podrían estar siquiera dirigiendo el tráfico en ninguna esquina de sus propios países.

En el extenso documento de presentación de la acusación, Sudáfrica solicita que se adopten medidas provisionales o intermedias. Su intención es que el tribunal ordene a Israel que detenga toda acción militar en Gaza, argumentando que existe un “riesgo plausible de que se produzca un genocidio”. O sea, mientras intenta demostrar algo que le llevará más tiempo que lo que podrá continuar la guerra de Israel contra Hamas, Sudáfrica intenta utilizar la plausibilidad de las acciones, términos que en Derecho Internacional pueden llevar a un tribunal como la Corte a exigir la detención de hostilidades por el peligro máximo que las mismas están acarreando. Hay un antecedente reciente que demuestra que una cosa es agredir publicitariamente utilizando tribunales internacionales, y otra, la realidad.

Ucrania presentó una solicitud idéntica a esta Corte de La Haya después de ser invadida por Rusia el 24 de febrero de 2022, y la Corte ordenó a Rusia que detuviera su campaña militar unas semanas después.

Pero Moscú ignoró, como todos sabemos, a la Corte y al mundo entero. Si la Corte hiciera lo mismo con Israel, pueden suceder varias cosas. Una, que su decisión (ojo, no el fallo, que eso sería en un larguísimo futuro) llegue cuando ya no haya guerra, lo cual es posible porque incluso para algo breve, la Corte es lenta. Otra cosa que podría suceder es que la Corte crea que con esa medida ejercería presión sobre Israel. Quizás publicitariamente el coro de la ONU que hace tiro al blanco contra Israel como ejercicio diario, intente hacer valer la presión, pero no logrará quitarse de encima el barro de que en un juicio al revés, donde el genocida acusa, además retiene rehenes, secuestrados y torturados. Lo tercero que sucedería es que la Corte es tan importante y efectiva que no tiene cómo hacer cumplir una decisión. Y si no lo creen, recuerden lo que recién mencionamos sobre Ucrania hace menos de dos años.

En el alegato sudafricano se intenta justificar la acusación, entre otras cosas, citando declaraciones de ministros del gobierno israelí. Pongamos las cosas en claro. Las declaraciones innecesarias, fuera de lugar y tiempo, exorbitadas por la ira, de Smotrich, Ben Gvir, y en menor grado y cerca del 7 de octubre del ministro de Defensa Yoav Gallant, no debieron suceder en ninguna circunstancia. Reflejaron opiniones brutales y de una minoría, no de toda la población de un Estado de casi 10 millones de habitantes. Y si no entienden que las palabras pueden ser armas, y que Israel, incluso en su peor momento de dolor y sufrimiento después del Holocausto, necesita equilibrio y liderazgo, deberían irse para sus casas. En una acusación inundada de prejuicios, maldad, malicia, inquina, incitación al odio, como la que ha presentado Sudáfrica en La Haya, es intolerable que puedan incluir un párrafo acusando a todo Israel de los disparates que pueden decir públicamente políticos aprovechando su visibilidad momentánea y su irresponsabilidad absoluta.

El Profesor Robbie Sabel de la Facultad de Derecho de la Universidad Hebrea ha dicho esta semana que, si los procedimientos de la Corte fuesen estrictamente legales, no hay forma alguna de acusar a Israel de genocidio. Y agregó que en una Corte con un tercio de los jueces de países totalitarios que odian a Israel, y una Corte que en 75 años nunca eligió a un juez israelí, nada equilibrado y menos, ajustado a derecho, se puede esperar. Cualquier Corte seria viendo las pruebas que hay cómo Israel está llevando esta guerra, con bajas que no tendría si actuara como Rusia en Ucrania, jamás podría determinar como plausible que se estuviera cometiendo el delito del que se le quiere acusar.

Sudáfrica tiene apoyos, obviamente. ¿Qué dijo la Asamblea General (o sea el mundo), el Consejo de Seguridad (o sea, los que creen que son el mundo), la Cruz Roja, el Consejo de DDHH ( o sea, los que no respetan los DDHH pero juegan a hacerlo) hace 4 días cuando se cumplieron 3 meses del pogromo de Hamas y todavía hay más de 100 rehenes en Gaza?. En voz alta, nada. En voz baja, que las víctimas hoy son victimarios. Por eso, Sudáfrica se siente fuerte. Hace lo mismo que Hamas, pero en cómodos salones de La Haya.

 
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