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| lunes noviembre 25, 2024

Construcción permanente de estructuras de odio


Investigaciones periodísticas diversas han buscado en las últimas semanas lugares icónicos donde el crecimiento del antisemitismo resalte en el contexto mundial que ha naturalizado velozmente con apoyos de muchos gobiernos el odio hacia los judíos no importa dónde estén o trabajen. Jerusalem Post hizo una investigación muy amplia en empresas tecnológicas de EE. UU con mucho poder de comunicación, y obvio, mucho poder económico.

La mayoría de los comentarios que consiguieron fueron hechos con la condición de que no se divulgaran los nombres de los entrevistados. Hablamos de antisemitismo y miedo y no nos creamos que sería diferente si la investigación se hubiera hecho en cualquier país de Europa o América Latina. Un joven israelí con ciudadanía norteamericana señala que en los nueve años que lleva trabajando en Amazon, nunca tuvo problema alguno por su judaísmo. “Acá nos llevábamos todos bien…hasta el 7 de octubre del año pasado. Nunca hubo ni una palabra de antisemitismo ni en lo personal ni en nuestras redes sociales comunes a los funcionarios. El 7 de octubre todo cambió, aunque no de un día para el otro. En la primera semana empezaron con hechos pequeños pero muy significativos cuando se trabaja en corporaciones de este tipo. Nos excluyeron de todas las reuniones sociales que son muy comunes después del trabajo. En menos de tres semanas varios compañeros empezaron a hablar en voz alta diciendo que no hubo ninguna masacre el 7 de octubre, eso era un invento y que los crímenes de guerra los estaba perpetrando Israel. Después ya subieron definitivamente el tono y gente con quien yo convivía en el trabajo y fuera de él comenzó a gritarme que hay que ahogar a todos los judíos en el mar y empecé a recibir mensajes muy violentos por whatsapp como que a los judíos hay que quemarlos a todos. Cuando ya comenzaron a decir y escribir que los israelíes violaban mujeres palestinas y decapitaban bebés, me di cuenta de que nadie nos iba a proteger y que estaba en peligro. Los supervisores o tienen miedo o son cómplices, ellos dicen que son neutrales, la empresa misma ha expresado que no tolera la discriminación, pero todo eso es mentira. Los judíos estamos en serio peligro de agresión física, la verbal ya ha alcanzado todas las alturas imaginables e inimaginables”.

Un joven israelí que trabaja en TikTok en Los Ángeles hace casi dos años es tajante: “Muchos de nosotros judíos americanos e israelíes tememos hablar o identificarnos. Acá los empleados que apoyan a Hamas son una cantidad muy grande y van por todos los pisos de la empresa con stickers de Hamas y banderas palestinas sin que nadie diga nada en contra. El 7 de octubre más de uno celebró la matanza de Hamas sin pudor, y tampoco pasó nada”.

Una joven que trabaja en Apple en California hace cinco años dice que el trato con sus compañeros cambió bruscamente desde el 7 de octubre. Nos miran con odio, no nos hablan más y pasan a nuestro lado y nos gritan “¡Palestina libre!”. Quisimos explicarles el contexto al principio, pero nos rechazaron y nos dimos cuenta de que no hay con quien hablar. Después empezamos a recibir mensajes anónimos con frases como “Israel comete crímenes de guerra”, “la opresión israelí debe ser destruida”,” nosotros apoyamos a Hamas”. Apple se ha comportado muy correctamente. Aunque igual tengo miedo y todos mis compañeros judíos israelíes y judíos de Estados Unidos tienen miedo también, nos mantenemos al margen de todo, no contestamos provocaciones y sabemos que Apple actúa. Nos informaron que en la sede en Turquía echaron a una funcionaria alemana por enviar un mensaje de violencia antisemita, y además la empresa ha difundido que no va a tolerar ninguna expresión de odio hacia nadie y quien lo haga perderá su empleo.

Estos son apenas tres ejemplos en empresas en Estados Unidos. Una mínima muestra del mundo entero en corporaciones, universidades, clubes deportivos, organizaciones sociales. Ejemplos como los que detallamos podrían multiplicarse en lugares tan distintos y distantes como Canadá o Irlanda, Nicaragua o Paquistán. Las hordas antisemitas, sean ingenieros de alta tecnología, desempleados que reciben unos pesos para acompañar una manifestación violenta o parlamentarios de izquierdas fascistas, siempre han existido y siempre han necesitado la voz de mando que desatara sus demonios contenidos para perpetrar pogromos. Pasó antes y después de Hitler. Está pasando después de Hitler. Las mentiras ayudaron y ayudan, y viendo los resultados de la construcción permanente de edificios descomunales de odio antisemita desde el mismo 7 de octubre, ayudan y apoyan.

El responsable de la política exterior de la Unión Europea Joseph Borrell dijo esta semana en una reunión de Cancilleres de la UE que “Israel está usando el hambre como un arma de guerra y por ello es tan grave la hambruna que hay en Gaza”. Borrell miente. Hace tres días Hamas emitió un boletín anunciando que había retomado el control del hospital Al Shifa y que desde ahí combatía a los soldados israelíes, y lo único que se supo públicamente fueron los medios españoles informando (mintiendo) que Israel había atacado un hospital. Y Borrell y la ONU calladitos. Borrell sabe que han entrado y entran camiones y camiones a la Franja de Gaza sólo desde Israel porque Egipto ni siquiera acepta abrir sus muros que limitan con Gaza para que reciban alimentos; Borrell sabe que Hamas se ha apoderado y apodera de los camiones, balea y mata a los civiles y distribuye lo que llega entre su gente haciendo exclusiones importantes que sólo favorecen al grupo terrorista; Borrell sabe que Hamas asesinó a uno de los jefes de clanes de Gaza que tienen mucho poder para advertir a todos los demás que no intenten cambiar la ecuación de apropiación de la carga de los miles de camiones que entran al enclave. Borrell, en suma, sabe y sabe muy bien, que el hambre como arma la usa Hamas contra los palestinos que no les importan para nada y los expone a morir usándolos de escudos humanos. Borrell no sólo sabe, tiene todo documentado. Como lo tiene Guterres, como lo tienen todos los que de una u otra manera encubren al terrorismo y se hacen los ofendidos cuando se los acusa. El 25 de enero de 2019 en el Senado de España se hizo una sesión especial por el Día Internacional del Holocausto y allí Joseph Borrell, entonces Canciller, mencionó algo que le ocurrió durante su infancia: “…en un pueblo pequeño, en los años 50, armados con trastos viejos y haciendo ruido, junto con otros niños, participé en un acto cuyo grito era “a matar judíos”. Cuando ahora lo recuerdo, me resulta más fácil comprender Auschwitz, y la importancia de la educación para luchar contra la acción ignorante de las masas.” Efectivamente, si se miente, no una sino dos veces, ya que es la segunda vez en una semana que Borrell culpa a Israel por lo que hace Hamas, la incitación a matar judíos es tan simple como era en 1950 cuando él acompañó a los niños que gritaban eso sin problemas en la España fascista de Franco. ¿A quién está educando, diciendo lo que no sucede y omitiendo lo que sí sucede? La Cancillería israelí le respondió a Borrell, y es lo que corresponde, pero son respuestas como la pretendieron dar los empleados de las empresas tecnológicas a sus compañeros que en lugar de escuchar los agraviaron. El ministro Israel Katz reiteró que Israel envía ayuda por aire, mar y tierra, a pesar de que Hamas hurta casi todo y lo hace con el apoyo de UNWRA. Pero ni Borrell ni Guterres quieren escuchar. No quieren aceptar las evidencias de que UNWRA no es una agencia de la ONU para refugiados palestinos sino un brazo de Hamas, con integrantes que secuestraron, violaron y mataron el 7 de octubre. Menos quieren admitir que Hamas provoca el hambre y la miseria. Si lo hicieran, tendrían que reconocer que son totalmente inútiles, individualmente y como cabezas de organizaciones internacionales. Porque ni la tregua de noviembre, ni la devolución de secuestrados, ni el envío de camiones a Gaza, ni nada de lo que allí pasó desde el 7 de octubre ha tenido que ver con ellos y en suma sólo han hablado-para mal- y mostrando la inutilidad de sus cargos y quienes están detrás de ellos.

El mundo no funciona a través de burócratas y discursos hacia oídos sordos. Pero sus palabras sí que dan respaldo a la construcción permanente de edificios de odio. Eso es lo que están construyendo hace medio año. No es que se lo crean o no. Es lo que sucede.

 

 
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