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| domingo diciembre 22, 2024

Medio año de guerra en Gaza: ¿Quién es David y quién Goliat?

Israel ha sido y sigue siendo «David», no solo históricamente, sino sobre todo porque es una pequeña nación rodeada de pueblos hostiles


e han cumplido seis meses desde que el 7 de octubre de 2023 la organización terrorista Hamás, dueña del territorio de Gaza, lanzó su ataque masivo contra la población civil israelí de los alrededores de la frontera, causando una masacre sin precedentes y secuestrando a decenas y decenas de inocentes.

Los terroristas provocaron una nueva guerra y la Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) iniciaron una campaña militar con el objetivo de responder y neutralizar toda la fuerza militar de Hamás. Israel ha dejado claro que no va a cejar en su defensa y quiere asegurarse que los demás enemigos de Israel en el entorno, principalmente las milicias de Hezbolá, en el Líbano, se vean disuadidos de atacarles.
Hezbolá, el enemigo más feroz de Israel, se ha movido con cautela en sus idas y venidas con el país hebreo a lo largo de la frontera libanesa, en gran parte porque teme que si no lo hace, sus bastiones en Beirut puedan acabar pareciéndose a la Gaza actual.

Israel ha logrado avances significativos en su objetivo de destruir a Hamás. El Ejército israelí afirma que sus operaciones han obligado a 18 de los 24 batallones de Hamás a disolverse. Israel también ha eliminado a varios de los principales líderes militares del grupo, incluido Marwan Issa, uno de los planificadores del ataque del 7 de octubre y el tercer líder más importante de Hamás en Gaza. Las fuerzas israelíes han destruido muchos de los túneles, posiciones fortificadas y depósitos de armas de Hamás. La muerte de Issa fue un duro golpe para Hamás, pero aún quedan los otros dos líderes: Mohammed Deif Yahya Sinwar.

Hamás dista mucho de estar neutralizada

También, aunque la estructura de Hamás está muy mermada y ya no pueda luchar en grandes formaciones, la organización dista mucho de estar neutralizada y sigue contando con miles de combatientes armados. Sus miembros luchan ahora en grupos pequeños, como de una docena o menos que atacan a las fuerzas israelíes y luego se esconden entre los escombros, o se adentran en los túneles que quedan, o se mezclan con la población civil.
Por eso «destruir a Hamás» no es un mero eslogan, sino la voluntad de un pueblo, con una historia y una identidad, que han sido duramente atacados y se enfrentan a su supervivencia. Tras seis meses de guerra, los israelíes siguen dispuestos al sacrificio. Pensemos que más de 200 soldados israelíes han muerto ya durante esta campaña, una cifra elevada para un país pequeño y reacio a las bajas.
La escala y naturaleza de la horrible razia del 7 de octubre, incluida una premeditada violencia sexual generalizada contra la población civil han generado entre los israelíes una fuerte determinación para luchar. Inmediatamente después del ataque, Israel llamó a filas a unos 300.000 reservistas. Aunque muchos de estos israelíes habían terminado su servicio, algunos siguen movilizados, e Israel planea prolongar el servicio en el futuro a pesar del coste para la economía israelí y la perturbación en la vida de los ciudadanos de a pie.
Aunque el apoyo a la campaña de las Fuerzas de Defensa de Israel contra Hamás cuenta con un gran apoyo, el Gobierno de Benjamin Netanyahu está debilitado políticamente. Antes del 7 de octubre, las protestas antigubernamentales se habían extendido por gran parte de Israel, y persiste la preocupación por los secuestrados y su destino. Las encuestas indican que actualmente Netanyahu perdería frente a su rival, Benny Gantz, del partido Unidad Nacional, que actualmente forma parte del gabinete de guerra.
La prensa progresista en Europa trata de presentar este conflicto como una lucha desigual entre David y Goliat: viendo a los palestinos de Hamás como el pequeño David y a Israel como al temible Goliat. Pero esta percepción propagandística desdibuja del todo la realidad.
El Estado de Israel ha sido y sigue siendo «David», no solo históricamente, sino sobre todo porque es una pequeña nación rodeada de pueblos hostiles. Israel es «David», no solo porque buena parte de su población desciende de aquellos que fueron perseguidos y masacrados durante la Segunda Guerra Mundial (muchos supervivientes de pogromos, desarraigados y expulsados de Europa y de la Unión Soviética) sino, además, porque en su historia reciente ha sido hostigado y amenazado por el mismo yihadismo ideológico y globalizado que amenaza a todo el mundo occidental, con la peculiaridad de que Israel es la primera línea.
Además, Israel es «David» porque ahora es quien ha recibido nuevamente el golpe de terrorismo y ha sufrido una masacre justo cuando los procesos habían llegado a un notable avance.

Israel debe estar preparado para cualquier escenario de guerra abierta

Israel es David porque están en el centro de un triángulo que le sitúa bajo un grave riesgo existencial. El peligroso triángulo formado por la República Islámica de Irán y sus milicias chiíes de Hezbolá, en el sur del Líbano; las fuerzas yihadistas extendidas entre SiriaIrak y los territorios palestinos y los insurgentes hutíes, en Yemen. Esta peligrosa trilateral sí es realmente la principal amenaza de la región.
A seis meses del inicio de la guerra, Israel debe estar preparado para cualquier escenario de guerra abierta con Irán. Su Ejército ha retirado las tropas terrestres del sur de la Franja de Gaza, a excepción de una brigada, para facilitar un mayor acceso a ayuda humanitaria. Este es el estado de cosas tras medio año de guerra.
 
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