Estudiantes de Universidad de Columbia en protesta pro palestina
Hace casi un siglo, los estudiantes de la universidad de Columbia llevaron a cabo masivas protestas contra las relaciones amistosas de la universidad con la Alemania nazi.
Hoy, los estudiantes de Columbia protestan en apoyo a los terroristas de Hamás que son una réplica de los nazis.
¿Cómo ocurrió esta extraña inversión de roles?
En diciembre de 1933, el presidente de la universidad de Columbia, Nicholas Murray Butler, invitó al embajador de la Alemania nazi en los Estados Unidos, Hans Luther, a hablar en el campo universitario.
Los estudiantes organizaron una enorme protesta contra Luther.
Hace algunos años, entrevisté a alguien que participó en aquella protesta.
Nancy Wechsler, posteriormente una distinguida abogada de Manhattan, me dijo: «Hitler ya llevaba un año en el poder, suficiente se sabía sobre su totalitarismo y sus políticas antisemitas para entender que su representante no debía ser recibido en la universidad».
En esa demostración contra Luther, Nancy conoció a su futuro esposo, James Wechsler, editor del periódico estudiantil «Columbia Daily Spector». Posteriormente él sería editor del «New York Post».
El presidente Butler se encogió de hombros ante las protestas.
El embajador Luther representaba «al gobierno de un pueblo amigo», y por lo tanto, «tenía derecho a ser recibido… con la mayor cortesía y respeto», insistió.
Butler sostuvo que las protestas mismas eran una forma de «persecución».
Nicholas Murray Butler, presidente de la universidad de Columbia en la década de 1930, quien invitó a oficiales nazis a visitar su campus.
Columbia siguió manteniendo relaciones amistosas con la Alemania nazi, tal como relató Stephen Norwood en su estudio «The Third Reich in the Ivory Tower».
La universidad participó en intercambios estudiantiles con la Alemania nazi, incluso después de que un oficial nazi se jactara de que los estudiantes de su país eran enviados al extranjero para servir como «soldados políticos del Reich».
En 1936, Columbia participó en la celebración del 550 aniversario de la universidad alemana de Heidelberg, a pesar de que esta había sido purgada de profesores judíos, había instituido un plan de estudios nazi y había llevado a cabo una quema de libros de autores judíos.
El delegado de Columbia en el evento, el profesor Arthur Remy, se deshizo en elogios respecto a la «muy agradable» recepción ofrecida por el ministro de propaganda nazi, Josef Goebbels.
Mientras tanto, en los Estados Unidos, más de mil estudiantes y profesores de Columbia firmaron una petición oponiéndose a la participación de la universidad en Heidelberg.
Hace casi un siglo, los estudiantes de Columbia protestaron contra el odio cuando la universidad recibió a nazis en el campus. Hoy, los estudiantes vitorean a los terroristas de Hamás, los herederos de los nazis.
Los estudiantes escenificaron un simulacro de quema de libros con carteles que decían: «Butler se beneficia mientras los libros arden».
También protestaron frente a la mansión de Butler.
La administración respondió expulsando de la universidad de forma permanente al líder de la manifestación, Robert Burke, por el crimen de haber «dado un discurso en el cual se refirió al presidente [Butler] de forma irrespetuosa».
Ahora los roles se han invertido.
Hoy, los estudiantes de Columbia gritan «¡Nosotros somos Hamás!», apoyando a los terroristas palestinos que admiran e imitan abiertamente a los nazis.
Los asesinos que quemaron, decapitaron y violaron judíos en el sur de Israel el último 7 de octubre siguen los pasos de Hitler. En los escondites de Hamás encontraron copias en árabe del manifiesto de Adolf Hitler, «Mein Kampf».
A los extremistas de Columbia que ahora gritan «¡Quemen Tel Aviv!», les gustaría que la masacre al estilo nazi se extendiera a otras ciudades de Israel.
Y la tímida política de negociación de Columbia con los extremistas es parte del problema.
Pero la tendencia del cuerpo facultativo es la raíz de la crisis.
Justo después del pogromo del 7 de octubre, 179 profesores de Columbia firmaron una carta abierta defendiendo los horrores de Hamás como «resistencia armada de un pueblo ocupado», a pesar de que hace más de 18 años que Israel retiró de Gaza a todos sus soldados.
Casi la cuarta parte de los firmantes enseñan historia en Columbia, muchos se especializan en estudios del Medio Oriente.
Casi todos los demás están en campos tales como ciencia política, antropología y estudios mediáticos, donde los temas del Medio Oriente surgen a menudo.
Decenas de orgullosos defensores de Hamás ahora enseñan sus retorcidas versiones de historia en las aulas de Columbia.
Si a los estudiantes se les enseña que Israel es el malo y los terroristas árabes son héroes, es sólo una cuestión de tiempo hasta que comiencen a marchar por el campus gritando su amor por Hamás y su odio hacia los judíos.
Claramente ese momento ha llegado.
¿Cómo debería enfrentar la crisis actual la administración de Columbia?
En primer lugar, enfrentando su pasado: reconociendo su error al entablar amistad con la Alemania nazi, otorgando a Robert Burke un título póstumo y retirando el nombre de Nicholas Murray Butler de la biblioteca de la universidad de Columbia, tal como recientemente se quitó el nombre del famoso racista y eugenista Edward Thorndike de otro edificio del campus.
Por supuesto, esos gestos no remediarán la situación actual.
Para ello, la administración de Columbia tiene que tratar a los manifestantes pro-Hamás exactamente como trataría a los estudiantes supremacistas blancos que gritaran «Somos el Ku Klux Klan» o «Quemen Harlem», expulsando a los líderes, suspendiendo a los participantes y sancionando a los profesores que los ayudan y los instigan.
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