En la reciente moción sobre el deterioro de la política exterior de España presentada por el Grupo Parlamentario del PP en el Congreso, su ponente, Miguel Tellado, denuncia la desastrosa política de Sánchez en relación con la guerra Israel-Hamás: “El presidente del Gobierno ha sido felicitado por el grupo terrorista Hamás (que perpetró el brutal atentado terrorista contra Israel el 7 de octubre de 2023) por su postura “clara y audaz” en este conflicto”. Nada que objetar en cuanto al contexto.
El problema surge en el punto ocho y final, con el que el PP insta al Gobierno a “reafirmar la posición del Congreso de los Diputados respecto a la solución de dos estados encaminada a acabar con el conflicto de Oriente Próximo, adoptada en la Proposición no de Ley de 18 de noviembre de 2014”.
Es moralmente inaceptable ceder al chantaje de un grupo terrorista tras una masacre inconcebible. Más, si cabe, mientras ese grupo mantiene a más de 130 personas secuestradas desde hace 209 días. Es indecente tratar de apaciguarlo otorgándole un Estado. Sería un perverso premio que, en cualquier caso, sólo empeoraría la situación, pues ese ente —inviable sin una autoridad política legítima, sin fronteras reconocidas y sin instituciones nacionales— sólo podría convertirse en otro Estado fallido. Uno en manos yihadistas y en una de las zonas más convulsas del planeta.
- La propuesta del Partido Popular es un brindis al sol irreflexivo, pues el hipotético Estado que barajan no satisfaría, según ellos mismos proclaman, a los terroristas palestinos, que no ansían tanto un Estado propio como la destrucción absoluta de Israel
Es, además, una deslealtad con un país amigo y aliado como Israel, que está librando una durísima guerra para proteger a sus ciudadanos y liberar a sus rehenes. Una guerra existencial que no sólo enfrenta al Estado Judío con Hamás, sino también con otros títeres terroristas de Irán, como Hizbullah o los hutties. Y, por supuesto, con quien mueve los hilos y acaba de atacar directamente a Israel con intenciones genocidas: el régimen de los ayatollahs.
La propuesta del Partido Popular es un brindis al sol irreflexivo, pues el hipotético Estado que barajan no satisfaría, según ellos mismos proclaman, a los terroristas palestinos, que no ansían tanto un Estado propio como la destrucción absoluta de Israel. Es así mismo engañoso obviar que la mayoría de la población palestina en Gaza y en la margen occidental, a día de hoy, y antes de un necesario periodo necesario de desnazificación, se opondría a vivir pacíficamente con un Estado Judío como vecino. En resumen: la propuesta es éticamente problemática y prácticamente inviable.
Además, constituye un serio error del PP desde el punto de vista político, pues acepta el marco de referencia impuesto por Pedro Sánchez y su coalición social-comunista-separatista. A estas alturas, el partido de Alberto Núñez Feijoo debería estar prevenido y tratar con más escepticismo las prioridades, las fintas y los señuelos que le va presentando Sánchez. A los españoles de a pie no les cuesta tanto identificarlos, a juzgar por las continuas muestras de incredulidad y rechazo.
La iniciativa de Sánchez sobre reconocer un estado palestino que no existe pretende apartar la atención pública de sus tramas de corrupción y de los verdaderos problemas del país, trayendo a colación un tema absolutamente periférico con una centralidad y urgencia injustificadas. Esto responde al perfil de Sánchez como demagogo y populista radical. Su agenda es el resultado de la proximidad del presidente a grupos terroristas y al eje que los apoya: Irán, Catar y Turquía. Si se trata de hablar del “deterioro de la política exterior del Reino de España”, este sería el punto que debería atender la moción del PP.
- Seguir aceptando la centralidad del asunto palestino para la paz en Oriente Medio significa que el PP pasa por alto los acuerdos de Abraham, que dan por superada esa retórica con un espíritu de cooperación entre países árabes pro occidentales e Israel
El PP vuelve a caer en la trampa al enfocar su atención donde a Sánchez, por interés personal, le conviene. La trampa de ponerse a resolver desde Madrid un problema complejísimo en vez de, simplemente, centrarse en apoyar a un aliado como Israel en su guerra justa. La trampa para esconder, tensionando a la opinión pública, su aislamiento internacional en este asunto. Recursos de trilero que juega al despiste.
Aceptar el marco de Sánchez y de los extremistas que lo apoyan es un error estratégico, no sólo una falta principios. Lo han advertido otras figuras del PP. La respuesta sencilla debería ser: “no toca”. Pero, incluso si tocase, proponer la “solución de dos Estados” que se votó en el Congreso hace diez años es absurdo y obsoleto. Sólo hay que volver a visionar las grabaciones de las salvajes atrocidades cometidas el 7 de octubre e imaginar un estado en manos de esos bárbaros. En cualquier caso, cabría recordar lo que en realidad votó el Congreso de los Diputados en 2014 por amplísima mayoría, y que se convirtió en política común de la UE: la condición primera para cualquier reconocimiento de un Estado palestino es que este se alcance por la vía de las negociaciones directas entre las partes. Algo imposible a día de hoy y que hace esta discusión inútil.
Seguir aceptando la centralidad del asunto palestino para la paz en Oriente Medio significa que el PP pasa por alto los acuerdos de Abraham, que dan por superada esa retórica con un espíritu de cooperación entre países árabes pro occidentales e Israel. Una propuesta del PP para que España participara activamente en ese proceso de paz y prosperidad sí hubiese sido una contribución constructiva. Cómo lo hubiera sido, en un documento que aspira a marcar la política española en Oriente Medio, un posicionamiento claro y contundente contra la promoción del terrorismo de países como Irán, Catar o Turquía. Países que, preocupantemente, cuentan con importante presencia en España.
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