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| viernes diciembre 27, 2024

Desde Tito a Irán, el mismo odio, pero no el mismo pueblo judío


Arco de Tito

Al seguir lidiando Israel con la lucha anti terrorista en varios frentes, y muy especialmente tomando en cuenta que estos días estamos a la espera de un “gran ataque” anunciado por Irán y Hezbolá, juntos o separados, es ineludible conectarlo en este momento con Tishá BeAv, el noveno día del mes de Av, una de las fechas más solemnes de la historia judía. Si bien ésta tiene por cierto una dimensión religiosa, es más que nada, a nuestro modo de ver, un día de duelo nacional.

Es un día en el que se recuerda distintas catástrofes sufridas por el pueblo judío, siendo las más recordadas la destrucción del Primer y el Segundo Templo de Jerusalem y muchos siglos después, la expulsión de los judíos de España. Fueron golpes duros que causaron terremotos en la vida judía y que no es casualidad se recuerden hasta hoy.

Y mientras hay alarmas varias veces por día en el norte de Israel, mientras suenan también en el sur con mayor asiduidad que los últimos meses, mientras la defensa anti aérea está pronta para interceptar amenazas que lleguen de cerca y de lejos, y la alerta es máxima, el calendario judío no cambia. Miles de judíos se dieron cita en la víspera de Tishá BeAv este lunes de noche junto al Muro de los Lamentos a rezar sentados en el piso o en un banco muy bajo, como expresión de pesar.

Allí se hicieron presentes claro que mayormente judíos religiosos pero no sólo ellos. Y cabe suponer que no todos votan lo mismo en las elecciones. El rezo conjunto es para todos, pero lo imprescindible es que la unidad impere en la vida diaria, por nosotros mismos y porque los enemigos miran. No una unidad artificial que pretenda dar a entender que no hay diferencias de pensamientos, de encare, de actitud. Claro que las hay y los tiempos de hoy, con tantos problemas con los que lidiar, no pueden ser la excepción.

Pero hay líneas rojas que no se pueden cruzar.

No puede ser que mientras Israel está en una guerra casi existencial, haya tanta intolerancia en el discurso público y tanta falta de conciencia sobre qué se dice y qué no en este momento, cuando el enemigo está escuchando y quiere ver en cada discusión democrática israelí una señal de debilidad e inminente caída del Estado judío.

Tenemos un profundo respeto por el Ministro de Defensa Yoav Gallant y su forma de manejar la seguridad nacional. Pero nos parece absolutamente desubicado que en una reunión de la comisión de Exteriores y Defensa de la Kneset, de donde tiene claro que las cosas se filtran hacia afuera, haya dicho que “todas esas habladurías de la victoria total son tonterías”. Concordamos con la crítica a este concepto que usa a menudo el Primer Ministro Netanyahu porque nos parece inadecuado hablar de esa forma cuando ya pasó el 7 de octubre  con sus más de 1200 muertos, más de 100.000 desplazados, 115 secuestrados y más de 600 soldados caídos. ¿Pero el ministro de Defensa tiene que criticar eso públicamente con un lenguaje que lo ridiculiza, dando a entender él que esa victoria total es imposible, cuando-como ya dijimos- el enemigo escucha? Totalmente de más.

No menos grave es la reacción de parte de Netanyahu o su partido señalando que Gallant recurre nada menos que a conceptos “anti israelíes”. ¿Se han enloquecido?

Qué se puede esperar, si hay en las calles extremistas que han atacado a manifestantes con fotos de secuestrados, porque su mensaje es una crítica al gobierno al que exigen hacer más para liberarlos. Ha habido casos de madres de secuestrados golpeadas por matones fanáticos que no aceptan que se critique en nada a Netanyahu.

También discrepamos con aquellos que acusan a Netanyahu con palabras durísimas por el hecho que los secuestrados aún no han vuelto, llegando algunos inclusive a decir que tiene la culpa de los que ya murieron. La diferencia en este caso es que no osamos juzgarlos, porque la pesadilla que viven los familiares de los secuestrados, es absolutamente indescriptible. Y como nos dijo Itzik Horn, padre de Iair y Eitán secuestrados del kibutz Nir Oz, “mi Primer Ministro es Netanyahu, yo le presento exigencias a él, no al jefe de Hamas Sinwar”.

Cuando estalló la guerra, desaparecieron las manifestaciones de las calles y se destacó la unidad. Aún en medio de discrepancias, tan naturales en un país multifacético como Israel, el país todo-casi todo en realidad- irradiaba un mensaje común: juntos venceremos. A medida que pasa el tiempo, los secuestrados no vuelven y los precios de la guerra aumentan, era natural que también aumenten las discusiones internas nuevamente.

Discrepamos con no pocos de los mensajes que hemos oído en manifestaciones de protesta contra el gobierno, con el estilo y la forma. Pero la mayor responsabilidad aquí la tiene el gobierno, por ser tal. Es el gobierno quien tiene las riendas y la máxima autoridad para abocarse a solucionar tantos problemas pendientes, no tratados debidamente.

En Tishá BeAv, cuando recordamos que la destrucción del Templo fue precipitada no sólo por los enemigos de afuera sino por el odio interno que convertía al adversario en enemigo, debemos ser responsables y cautelosos. Lo principal es recordar que así como en estos mismos días, milenios atrás, Tito y sus hordas romanas rodeaban Jerusalem, el Eje del mal encabezado por Irán rodea hoy a Israel. La enorme diferencia es que Tito y lo que simbolizaba desapareció hace mucho, mientras que el pueblo judío sigue aquí y es mucho más fuerte que entonces.

Sólo falta confirmar que todos aprendieron la lección.

 
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