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| jueves noviembre 21, 2024

VAETJANAN-NAJAMU 5784


B’H

Deuteronomio 3:23-7:11

Continuando con su “repaso de la Torá”, Moshé describe el Éxodo desde Egipto y la Entrega de la Torá, declarándolos eventos sin precedentes en la historia de la humanidad. “¿Alguna vez ocurrió este gran evento, o algo similar alguna vez se oyó? ¿Alguna vez un pueblo escuchó la voz de Di-s hablando desde el fuego…y vivió? … Tú viste, para saber, que Di-s es Di-s y no hay otro excepto Él”.

Moshé predice que, en generaciones futuras, la gente se alejará de Di-s, adorará ídolos, será exiliada de su tierra y esparcida por las naciones del mundo; pero allí ellos buscarán a Di-s y retornarán a observar sus preceptos.

Nuestra parashá también incluye una repetición de los Diez Mandamientos, y los versículos del Shemá que declaran los fundamentos de la fe judía: la unicidad de Di-s (“Escucha Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es uno”); los preceptos de amor a Di-s, estudiar su Torá y “atar” estas palabras como tefilín en nuestro brazo y cabeza, e inscribirlas en las mezuzot fijadas en las jambas de nuestras puertas.

 

EL CONSUELO

 

Estamos viviendo una época difícil.

A los conflictos sangrientos que se desarrollan a nuestro alrededor se suma ahora una pandemia que ya ha costado cientos de miles de vidas.

La humanidad está desesperada esperando ansiosa la cura para esta plaga que se lleva por igual a jóvenes y viejos, ricos y pobres, gentes anónimas y famosas.

No sabemos a dónde mirar y a quien clamar.

Y de pronto viene nuestra parashá y nos dice: “A ti te fue enseñado que Di-s está en los cielos y no hay nadie fuera de Él”.

Y luego la haftará nos dice: “Consolaos, consolaos…”.

En medio de las tinieblas que nos rodean, en medio del temor a la plaga, alcemos nuestros ojos al cielo y afirmemos con fuerza “No hay nadie fuera de El”

Y entonces vendrá su respuesta: “Consolaos, consolaos…”

 

La Computadora de Moisés

¿Donde aparecen las computadoras en la Torá?

Por Tzvi Freeman

Esto sucedió a principios de los sesenta, cuando las primeras computadoras centrales estaban siendo introducidas en el mercado. El profesor Abraham Polichenco, un pionero en la tecnología de la computación, visitó al Rebe de Lubavitch y le planteó una pregunta:

“Yo sé que todo lo que existe en el mundo, incluso lo que se va descubriendo a medida que avanzamos en la historia, tiene su origen en alguna parte de la Torá. ¿Y donde aparecen las computadoras en la Torá?

Sin dudar, el Rebe contestó: “los tefilín”.

El profesor quedó perplejo.

“¿Y, qué es lo novedoso que presenta una computadora?” siguió diciendo el Rebe. “Entrás en una habitación y ves muchas máquinas que te resultan familiares: una máquina de escribir, un grabador de gran tamaño, un aparato de televisión, una perforadora, una calculadora. ¿Qué es lo nuevo? ”

“Pero, debajo del piso, hay cables conectando a todas las máquinas para que trabajen como una sola.”

El profesor asintió con entusiasmo. Hasta ese momento no se había dado cuenta, pero sí, esto es todo lo que es una computadora: “una síntesis de dispositivos de los medios de comunicación y del procesamiento (de datos)”.

“Ahora obsérvate a ti mismo. Tienes un cerebro. Éste se halla en un mundo. Tu corazón se encuentra en otro. Y, a menudo, tus manos terminan involucradas en algo que es completamente ajeno a ambos mundos. Tres máquinas diferentes.”

“Y te colocas los tefilín. Es la primera acción del día, conectas tu cabeza, tu corazón y tu mano con estos cables de cuero para que trabajen al unísono como si fueran una única entidad. Y después, cuando sales a enfrentar al mundo, todas tus acciones encuentran armonía en un objetivo único y coordinado.”

 

Fisión atómica espiritual

 

[Dijo Moshé al pueblo judío:] “Porque vosotros sois el más pequeño de todos los pueblos.” Deuteronomio 7:7

El pueblo judío casi siempre ha sido una pequeña minoría. Esto nos puede llevar a preguntar ¿cómo podemos esperar cumplir con nuestra misión divina? Incluso si podemos sobrevivir, ¿cómo puede una pequeña minoría influir sobre la mayoría? A estos interrogantes se suma el hecho de que la asimilación y la guerra han disminuido en gran medida nuestra población, sin dejar de destacar que las demandas de la vida moderna nos deja al resto de nosotros cada vez con menos tiempo para búsquedas espirituales y menos sensibilidad para la espiritualidad.

Ahora bien, los científicos han aprendido a liberar el poder del átomo; a partir de este descubrimiento, el mundo ha aprendido que el tamaño no siempre es un indicador de poder. Una vez que sabemos cómo acceder a su energía latente, hasta la más ínfima partícula de materia puede desatar una fuerza increíble.

El proceso básico que se emplea para liberar el poder atómico es la fisión nuclear, que hace que el átomo se parta en componentes más pequeños. Como judíos, esto nos enseña que la clave para liberar nuestro potencial infinito latente es quebrar el ego, lo que permite que nuestra esencia divina interior brille en su máximo potencial. Cuanto mejor dominemos esta “tecnología espiritual”, menos intimidados nos sentiremos de ser una minoría aparentemente insignificante, o de contar con tiempo y energía limitados para propósitos sagrados. ¡Dentro nuestro reside el poder de cambiar el mundo entero para bien! (www.es.chabad.org)

Lo recto y lo bueno

Rav Jonathan Sacks

 

Enterrado entre los épicos pasajes de Vaetjanán (entre ellos el Shemá y los Diez Mandamientos), se encuentra un breve pasaje con enormes implicaciones para la vida moral del judaísmo. Aquí está junto con el versículo que lo precede:

Ciertamente deberán guardar con diligencia los mandamientos de Hashem, su Dios, así como Sus testimonios y Sus estatutos que Él te ha ordenado. Harás lo recto y lo bueno a los ojos de Hashem, para que te vaya bien y llegues y heredes la buena tierra que Hashem juró a tus ancestros. (Deuteronomio 6:17-18)

La dificultad es obvia. El versículo previo se refiere a los mandamientos, testimonios y estatutos. Esto es todo el judaísmo en lo que hace a la conducta. Entonces, ¿a qué alude la frase «lo recto y lo bueno» que no estuviera ya incluido en el versículo previo?

Rashi dice que se refiere al «compromiso (esto es, no insistir estrictamente en tus derechos) y la acción dentro y más allá de la letra de la ley (lifnim mishurat hadin)». La ley, como si fuera, establece un umbral mínimo: eso es lo que debemos hacer. Pero la vida moral aspira a más que simplemente hacer aquello que debemos hacer.(1) Las personas que más nos impresionan con su bondad y rectitud no son simplemente las personas que cumplen la ley. Los santos y los héroes de la vida moral van más allá de eso. Ellos hacen más que lo que se les ha ordenado Ellos dan un paso más. De acuerdo con Rashi, eso es a lo que se refiere la Torá al decir «lo recto y lo bueno».

 

El Rambán, si bien cita a Rashi y está de acuerdo con él, también dice algo un poco difernete:

En un primer momento Moshé dijo que debemos cumplir Sus estatutos y Sus testimonios, los cuales Él te ha ordenado; y ahora dice que incluso cuando él no te lo ha ordenado, también debes pensar y hacer lo que es recto y bueno a Sus ojos, porque Él ama lo recto y lo bueno.

Este es un principio maravilloso, porque es imposible mencionar en la Torá todos los aspectos de la conducta de la persona con sus vecinos y amigos, todas las diversas transacciones y las ordenanzas de todas las sociedades y de todos los países. Pero dado que Él mencionó muchas de ellas, tales como «No te vengarás ni guardarás rencor», «no te quedarás de brazos cruzados ante la sangre de tu prójimo», «No maldecirás al sordo», «Te levantarás ante el de cabello cano», «No contaras chismes», y cosas por el estilo. Él continuó declarando de una forma general que en todos los asuntos uno debe hacer lo que es recto y bueno, incluso transigir e ir más allá de lo que la ley exige de forma estricta… Así es como debemos comportarnos en todas las esferas de actividad, hasta llegar a ser dignos de ser llamados «bueno y recto».

El Rambán va más allá del punto de Rashi, en cuanto que lo recto y lo bueno se refiere a un nivel más elevado que lo que exige la letra de la ley. Aparentemente el Rambán nos está diciendo que hay aspectos de la vida moral que no fueron captados en absoluto por el concepto de la ley. A eso se refiere al decir: «es imposible mencionar en la Torá todos los aspectos de la conducta de la persona con vecinos y amigos».

La ley trata de universales, principios que se aplican en todo momento y en todo lugar. No asesinar. No robar. No mentir. Sin embargo, hay características importantes de la vid amoral que no son para nada universales. Estas tienen relación con circunstancias especificas y la manera de responder a ellas. ¿Qué es ser un buen esposo o esposa, un buen padre, un buen maestro, un buen amigo? ¿Qué es ser un maravilloso líder o miembro de un equipo? ¿Cuándo es correcto elogiar y cuándo es apropiado decir: «hubieras podido hacerlo mejor»? Hay aspectos de la vida moral que no pueden ser reducidos a reglas de conducta, porque lo que importa no es sólo lo que hacemos sino la manera en que lo hacemos: con humildad, amabilidad, sensibilidad o tacto.

La moralidad tiene que ver con las personas, y no hay dos personas iguales. Cuando Moshé le pidió a Dios que nombrara un sucesor, comenzó su pedido con las palabras: «Hashem, Dios de los espíritus de toda carne».(2) Sobre esto los Sabios comentan: lo que Moshé estaba diciendo fue que debido a que cada persona es diferente, él le pedía a Dios que nombrara un líder que pudiera relacionarse con cada individuo como un individuo, sabiendo que lo que era útil para una persona puede ser dañino para otra.(3) Esta capacidad de juzgar la respuesta adecuada para la persona adecuada en el momento adecuado es una característica no sólo del liderazgo sino de la bondad humana en general.

Rashi comienza su comentario sobre Bereshit preguntando: Si la Torá es un libro de leyes, ¿por qué no comenzó con la primera ley entregada al pueblo de Israel, que sólo aparece en Éxodo 12? ¿Por qué incluye las narrativas sobre Adam y Javá, Caín y Hével, los patriarcas y matriarcas y sus hijos? Rashi da una respuesta que no tiene nada que ver con la moralidad. Él dice que tiene que ver con el derecho del pueblo judío a su tierra. Pero el Netziv (Rav Naftali Tzvi Iehudá Berlin) escribió que las historias del Génesis están allí para enseñarnos cómo los patriarcas eran rectos en sus tratos, incluso con personas que eran extrañas e idólatras. Él dice que esa es la razón por la que el libro de Génesis es llamado por los Sabios «el libro de los rectos».(4)

La moralidad no es sólo un conjunto de reglas, ni siquiera como un código tan elaborado como los 613 mandamientos y sus extensiones rabínicas. También se trata de la manera en que respondemos como personas a los individuos. La historia de Adam y Javá en el Jardín del Edén trata por lo menos en parte sobre lo que estuvo mal en su relación cuando el hombre se refirió a su esposa como ishá, «mujer», una descripción genérica, una clase. Sólo cuando le dio un nombre propio, Javá (Eva), se relacionó con ella como un individuo con su individualidad, y sólo entonces Dios «les hizo prendas de piel y los vistió».

Esta es también la diferencia entre el dios de Aristóteles y el Dios de Abraham. Aristóteles pensó que dios conocía sólo los universales no los particulares Este es el dios de la ciencia, de la Ilustración, de Spinoza. El Dios de Abraham es el Dios que se relaciona con nosotros con nuestra singularidad, en cuanto a lo que nos diferencia de los demás así como en aquello que nos hace similares.

En definitiva, esta es la diferencia entre los dos grandes principios de la ética judía: justicia y amor. La justicia es universal. Trata a todas las personas igual, ricos y pobres, poderosos e indefensos, sin hacer distinciones en base a la clase o el color. Pero el amor es particular. Un padre ama a sus hijos por lo que los hace únicos. La vida moral es una combinación de ambas cosas. Por eso no puede ser reducida tan sólo a leyes universales. A esto se refiere la Torá cuando habla de «lo recto y lo bueno» por encima de los mandamientos, estatutos y testimonios.

Un buen maestro sabe qué decirle a un estudiante débil que, con gran esfuerzo, ha logrado más de lo esperado; y a un estudiante dotado que está primero en la clase pero que sigue actuando por debajo de su potencial. Un buen empleador sabe cuándo elogiar y cuándo desafiar. Todos necesitamos saber cuándo insistir en la justicia y cuándo perdonar. Las personas que influyen de forma decisiva en nuestras vidas son casi siempre aquellas que sentimos que entendían nuestra singularidad. Para ellos no éramos simplemente un rostro más en la multitud. Por eso, aunque la moralidad involucra reglas y universales y no puede existir sin eso, también requiere interacciones que no pueden reducirse a reglas.

Rav Israel de Ruzhin le preguntó a un alumno cuántas secciones tenía el Shulján Aruj. «Cuatro», le respondió. «¿Cómo? ¿No conoces la quinta sección», le preguntó. «No existe una quinta sección», le dijo el alumno. «Sí, existe. Allí dice: siempre trata a cada persona como un mensch«.

La quinta sección del código de ley judía no puede ser reducido a una ley. Eso es lo que hace falta para hacer lo recto y lo bueno.(aishlatino.com)


NOTAS

  1. Ver Lon Fuller, The Morality of Law, Yale University Press, 1969, y el artículo muchas veces impreso de Rav Aharon Lichtenstein, «Is there an ethic independent of the halakhah?»
  2. Números 27:16.

 

 
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