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| lunes noviembre 11, 2024

La ‘causa palestina’ comenzó con el nazismo y hoy promueve el antisemitismo, el sexismo, la homofobia y niega los derechos humanos

El fundador del movimiento palestino en el período previo a la Segunda Guerra Mundial fue un nazi orgulloso y amigo de Adolf Hitler. Fue el Gran Muftí de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, quien convirtió la disputa árabe-judía de un conflicto solucionable sobre la tierra en un conflicto irresoluble sobre la religión.


Hitler y el Mufti. Foto archivo del gobierno aleman

El fundador del movimiento palestino, en el período previo a la Segunda Guerra Mundial, era un nazi orgulloso. Amigo de Adolf Hitler. Haj Amin al-Husseini fue el gran mufti de Jerusalén, el líder religioso de los musulmanes en lo que entonces se llamaba Palestina, hoy Israel, gobernado bajo un mandato británico desde el colapso del Imperio Otomano. Fue Husseini quien hizo que la tirantez árabe-judía se convirtiera de un conflicto territorial soluble a un irresoluble conflicto religioso.

Husseini decidió que iba en contra de la ley islámica (Sharía) permitir la soberanía judía sobre incluso una pulgada de lo que anteriormente había sido territorio otomano, que sería para siempre, decretó, tierra por religión musulmana, parte de una dotación o waqf que se mantendría en fideicomiso para Alá. Se opuso a la creación de cualquier Estado judío, por pequeño que fuera, incluso si formaba parte de una solución de dos Estados que ofreciera un área mucho mayor a los palestinos.

Husseini pasó los años de la guerra como invitado de Hitler en Berlín, conspirando para extender el genocidio contra los judíos a Medio Oriente. Participó en la masacre de judíos en Europa y en otras en los Balcanes. Acabado el conflicto fue designado criminal de guerra nazi y tuvo que escapar a Egipto para evitar ser juzgado y ahorcado.

Tras su muerte, fue sucedido por su aprendiz Yasser Arafat, quien recurrió al terrorismo contra civiles como principal metodología para destruir al Estado-nación del pueblo judío. Arafat rechazó las propuestas que incluían una solución de dos Estados porque nunca podría aceptar la existencia de un Estado para el pueblo judío.

Tras la muerte de Arafat en 2004, hubo elecciones entre Fatah y Hamás para el Consejo Legislativo Palestino. Hamás ganó las elecciones de 2006, y las encuestas hasta el día de hoy muestran un apoyo significativamente mayor a ese grupo islamista que al algo más secular Fatah.

La carta fundacional de Hamás es antisemita hasta la médula. Culpa a los judíos de la mayoría de los males del mundo, desde las revoluciones francesa y rusa hasta las dos guerras mundiales: «No hay guerra en ningún lugar sin que su dedo esté metido en ello (Artículo 22)».

Hamás, así como los clérigos palestinos en Cisjordania, declaran la homosexualidad un pecado castigado con la muerte y se oponen a cualquier tipo de igualdad para las mujeres.

Si un Estado dirigido por Hamás reemplazara a Israel «desde el río hasta el mar», sería un régimen teocrático más cercano al de Irán que a las autocracias de Jordania o Egipto. A judíos y cristianos no se les permitiría vivir como ciudadanos iguales. De hecho, en zonas actualmente controladas por Hamás, los cristianos y otras minorías no musulmanas han sido objeto de limpieza étnica.

Cómo la izquierda eligió la ‘causa palestina’

Considerando la sórdida historia y el estatus actual del movimiento pro-Palestina es bastante notable que, entre todas las causas en el mundo, la izquierda haya elegido justamente esa como su enfoque principal.

Los estudiantes de izquierda no se manifiestan a favor de los kurdos, los uigures, los disidentes iraníes o las víctimas sirias de genocidio. Hay más manifestaciones en favor de los palestinos que de los ucranianos, víctimas de la agresión rusa.

¿Cómo se puede explicar esta realidad contraintuitiva? Es bastante simple. El verdadero foco de estas manifestaciones no está en las presuntas víctimas, sino en los presuntos perpetradores. En realidad, los perpetradores son más antiisraelíes que propalestinos. Turquía, Siria, Irak e Irán son los perpetradores que niegan la condición de Estado a los kurdos. China es el autor de la violencia contra los uigures. Los regímenes sirio e iraní son responsables de la violencia contra sus ciudadanos. Rusia invadió Ucrania.

La izquierda no odia a estos opresores. Odian a Israel y a su principal aliado, Estados Unidos, porque son naciones occidentales basadas en el libre mercado. En consecuencia, apoyan a los enemigos de estos enemigos, que en este caso son los palestinos. En guerras anteriores, la izquierda apoyó al Viet Cong, Pol Pot, Corea del Norte y Cuba. Siempre se ha tratado más de identificarse con los presuntos perpetradores (Stalin, Hitler, Mao, Castro, Che Guevara) que con las presuntas víctimas.

Por supuesto, hay civiles en Gaza que merecen el apoyo de la izquierda (y de otros sectores). Las críticas razonables a Israel también son legítimas. Pero no es justo ni exacto inventar reproches desproporcionados a Israel al mismo tiempo que se apoya desproporcionadamente a los palestinos. Hamás, no Israel, es responsable por gran parte, si no toda, de la victimización de los gazatíes.

El Estado judío puede y debe ser criticado por las víctimas civiles evitables (aunque en la «niebla de la guerra» muchas no lo son) o que son llanamente su culpa. Pero nada de esto explica o justifica el singular enfoque de la izquierda en los palestinos e israelíes. La falsa afirmación de que Israel es un Estado colonial o de colonos tampoco explica el odio apasionado contra Israel.

Hay verdaderos Estados coloniales y colonizadores, como Nueva Zelanda, que ha sido bastante crítica con Israel y partidaria de los palestinos. Nadie se manifiesta contra Nueva Zelanda o por el Chipre ocupado por Turquía o la Cachemira ocupada por Pakistán.

La obsesión por los palestinos e Israel sólo encuentra explicación en un odio intolerante al Estado-nación del pueblo judío y a su alianza con Estados Unidos. Y en el deseo de verlos derrocados.

 

 

Traducción del texto original: Palestinianism Began with Nazism And Today Is Based on Antisemitism, Sexism, Homophobia and Denial of Human Rights. So Why Is the Left So in Love with It?
Traducido por Voz Media

 
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