B’H
Levítico 16:1-20:27
Luego de la muerte de Nadav y Avihú, Di-s advierte sobre la entrada “al lugar santo” sin autorización. Sólo el Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) puede, una vez al año, en Iom Kipur, entrar al sector más interno del Santuario para ofrendar el santo incienso – ketoret a Di-s.
Otra de las características del Día de Expiación es la suerte echada sobre dos carneros para determinar cuál debe ser ofrendado a Di-s y cuál debe ser despachado para cargar los pecados de Israel hacia el desierto.
La parashá Ajarei también advierte sobre ofrendar korbanot (ofrendas animales o vegetales) en cualquier otro lugar excepto el Santo Templo, prohíbe el consumo de sangre, y detalla las leyes de relaciones prohibidas, como el incesto y cualquier otra relación sexual inapropiada.
La sección Kedoshim comienza con la frase “Serás santo, porque Yo, Di-s vuestro Señor, soy santo”; esto es seguido por docenas de Mitzvot (mandatos Divinos) a través de los cuales el judío se santifica a sí mismo y se relaciona con la santidad de Di-s.
Estos incluyen: la prohibición contra idolatría, la Mitzvá de caridad, el principio de igualdad frente a la ley, Shabat, moralidad sexual, honestidad en los negocios, honor y temor a los padres, la importancia de la vida.
También en Kedoshim se encuentra la frase que el gran Rabí Akiva enseñó que se trata de un principio cardinal de la fe judía y sobre la cual Hillel dijo: “Esta es toda la Torá, el resto es comentario – Ama a tu prójimo como a ti mismo”
AMARLO A PESAR DE…
No nos es difícil amar a nuestro prójimo cuando compartimos cosas, proyectos, alegrías, tristezas.
No nos es difícil amar a nuestro prójimo cuando coincidimos en nuestras metas, tenemos temperamentos similares y un mismo nivel cultural.
¿Pero qué ocurre cuando estas coincidencias no se dan? ¿Qué ocurre cuando no compartimos proyectos, metas, nivel cultural, etc.?
Y aquí es donde nuestra parashá nos dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Si, debemos amarlo, no importa cuán diferente sea de nosotros, no importa si disentimos. Debemos amarlo por un solo motivo: ¡ES NUESTRO PRÓJIMO!
¿Acaso amamos demasiado?
El amor florece cuando la pasión se mitiga con algo de inhibición.
Por Yanki Tauber
Corto circuito (elect.): condición anormal, usualmente no intencional, de resistencia relativamente baja entre dos puntos de diferente potencial en un circuito que, por lo general, resulta en un flujo de exceso de corriente.
Diccionario de lengua inglesa, Random House
Aparentemente sí. Muchos matrimonios fracasan por la muerte del amor; un número similar resulta agobiado por lo mismo.
Estamos tan deseosos de conectarnos, tan hambrientos de tener comunión con otro ser humano, que nos olvidamos de que el amor dura si es complementado con una igual cantidad de restricción, de contención. Estamos tan ansiosos de entregarnos a la persona amada —ya sea una esposa, un hijo o un amigo— que a menudo nos damos sin tener en cuenta las necesidades y deseos de los destinatarios de nuestro amor.
El amor florece cuando la pasión se mitiga con algo de inhibición, cuando la intimidad es templada con un mínimo de reserva. Pero el amor se quema cuando se traicionan todos los límites.
Así, una relación amorosa se puede comparar con un circuito eléctrico. En un circuito, la atracción entre las cargas positiva y negativa crea una corriente de energía que las une; la corriente encuentra algo de resistencia a medida que pasa por el circuito y entonces disminuye su intensidad. Esta atracción eléctrica tiende naturalmente a buscar la ruta más corta y llevar la mayor cantidad posible de corriente a unirse con las cargas atraídas. Pero si dicha tendencia es indulgente —si la “resistencia” cede— el circuito entra en «corto», la corriente se intensifica y, en última instancia, causa la destrucción del circuito y la ruptura de la misma conexión que buscaba crear.
El libro de Vaikrá habla de la trágica muerte de Nadav y Avihú, los dos hijos mayores de Aarón.
Después de muchos meses de trabajo y anticipación, el Santuario finalmente se estableció en el campamento de Israel y la Presencia Divina llegó para descansar junto a él. En medio de las alegres ceremonias de dedicación, «Nadav y Avihú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Di-s un fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Di-s y los quemó, y murieron delante de Di-s” (Vaikrá 10: 1-2).
En su comentario sobre la Torá, el gran sabio y místico Rabí Jaim ibn Atar explica que Nadav y Avihú murieron a causa de una sobredosis de amor.
Una vez al año, en Iom Kipur, el sumo sacerdote entraba en la cámara más interna del Santuario, el Kodesh Hakodashim, para ofrecer ketoret (incienso) a Di-s. En esta ocasión —en la que el ser humano más espiritual realizaba el más sagrado de los servicios en el lugar más sagrado del mundo durante el día más sagrado del año— fue el punto de máxima intimidad con Di-s alcanzado por el hombre. Nadav y Avihú eran sacerdotes, pero no eran sacerdotes importantes (a pesar de que lo habrían sido si hubiesen vivido lo suficiente para reemplazar a su padre en este oficio); era una ocasión muy especial, marcada por los ofrecimientos especiales a Di-s, pero no era Iom Kipur. Su sed de intimidad con Di-s no pudo ser satisfecha por nada menos que la más extrema. Querían estar más cerca todavía, aunque «él nunca les mandó».
La vida humana es una historia de amor entre el alma y su Di-s. Nuestra pasión por la vida es un deseo de la «chispa de la Divinidad» implícita dentro de cada una de las creaciones de Di-s; en definitiva, todo lo que hacemos está motivado por el deseo de nuestra alma de acercarse a nuestra Fuente. Este deseo es tan poderoso que nos puede llevar a hacer cosas contrarias a la voluntad de Di-s, cosas que pueden violar los límites de nuestro amor y lo destruyan.
Para que nuestro matrimonio pueda vivir y prosperar, debemos alimentar nuestra pasión por la vida; pero también debemos saber cuándo retirarnos. Al igual que en todas las relaciones de amor verdadero, hay que aprender a amar de la manera en la que nuestro amado necesita y desea ser amado. (www.es.chabad.org)
Los alumnos de Rabí Akiva y el Ómer
Rav Yehonatan Gefen
El período del Omer se caracteriza por el luto debido a las trágicas muertes de los 24.000 alumnos de Rabí Akiva. El Talmud explica que fueron castigados porque no se honraron debidamente entre ellos.(1) Sin embargo, el Midrash ofrece una explicación diferente y dice que murieron porque no estaban dispuestos a compartir su Torá con los demás. ¿Cómo se pueden reconciliar estas dos fuentes rabínicas aparentemente contradictorias?
En verdad, es posible que ambas fallas provengan de la misma fuente: ambas surgieron a raíz de una ligera falta de apreciación por la importancia de la Torá.(2) La raíz de su error al no atribuir suficiente honor a sus compañeros eruditos de la Torá fue en cierta medida una falla en apreciar la importancia de la Torá y el honor correspondiente que se debe dar a quienes la estudian.
Aparentemente la crítica del Midrash respecto a que no compartieron su Torá, también podría derivar de una falta de respeto por la importancia de la Torá. Esto se confirma en el siguiente pasaje del Talmud, tal como lo explica el Maharal. En Shelaj, la Torá, al describir a quien adora ídolos, dice que «despreció la palabra de Hashem». El Talmud en Sanedrín asigna esta descripción degradante a otras formas negativas de comportamiento, como negar que la Torá proviene de Dios. El Talmud agrega: «Rabí Meir dice: quien estudia Torá y no la enseña está incluido en la categoría de ‘despreció la palabra de Hashem'».(3) Es muy difícil entender por qué estudiar sin enseñar se puede colocar en la misma categoría que pecados realmente terribles, como negar que la Torá es Divina.(4) El Maharal explica que el honor de la Torá se ve enormemente incrementado cuando uno difunde la palabra de Hashem a los demás. Quien no lo hace impide que otros aprendan Torá. Por lo tanto, deshonra la palabra de Hashem porque, por su inacción, obstaculiza el aumento del honor de Dios.(5) Vemos a través del Maharal que el no enseñar a otros es indicativo de una falta de verdadera preocupación por el honor de la Torá.(6)
Con este entendimiento, parece que el Talmud y el Midrash no están en desacuerdo: ambos coinciden en que los estudiantes de Rabí Akiva carecían, en alguna medida, de la apreciación adecuada por la Torá. Las consecuencias de estos pecados fueron tan significativas que todos estos grandes hombres murieron, y como resultado, el Talmud nos dice que el mundo quedó desolado de Torá. Esto parecería ser un castigo proporcional a su incapacidad de difundir la Torá a los demás; dado que no enseñaron Torá, fueron castigados para que, con sus muertes, la continuación de la Torá estuviera bajo una seria amenaza.
Hemos visto cómo el hecho de no honrar y no difundir la Torá condujo a la devastadora tragedia de la muerte de 24.000 eruditos de la Torá. No es de extrañar que la rectificación del pecado fuera que los nuevos estudiantes difundieran la Torá. En consecuencia, el Midrash nos informa la exhortación de Rabí Akiva a sus nuevos estudiantes. Rabí Akiva les dijo: «No sean como los primeros estudiantes». El Midrash continúa diciendo que, cuando escucharon esto, «inmediatamente se levantaron y llenaron toda la tierra de Israel con Torá».(9)
Basado en todo lo anterior, tenemos una nueva perspectiva sobre las razones de la práctica de lamentar las muertes de los 24.000 estudiantes antes de Lag B’Omer. Algunos comentaristas han señalado que no lamentamos la muerte de las personas por más de doce meses, sin importar cuán grandes sean. En el Ómer, no lamentamos las muertes de los estudiantes, sino la devastadora pérdida de Torá que ocurrió como resultado de sus muertes. Al lamentar esta pérdida de Torá, podemos, con suerte, aumentar nuestra apreciación por la Torá y la necesidad de difundirla a todos los judíos.
Aishlatino.com
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Ievamot 62b.
- Por supuesto, no debe olvidarse que los estudiantes de Rabí Akiva seguramente estaban en un nivel extremadamente alto y sus fallas reales eran muy pequeñas. Sin embargo, debido a su nivel elevado, fueron juzgados con suma severidad. Como suele ocurrir, los Sabios magnifican sus pecados para que podamos relacionarnos con ellos a nuestro nivel.
- Sanedrín 99a.
- Ver la Guemará para los otros pecados incluidos en este versículo despectivo.
- En el pensamiento judío, la pasividad al hacer no hacer el bien se considera como hacer el mal.
- Maharal, Jidushei Agadot, Sanedrín 99a.
- Avodá Zará, 9a.
- Darash Moshé, Parashat Lej Lejá.
- Kohelet Rabá.
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