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| viernes noviembre 22, 2024

La vanguardia de la retaguardia y la retaguardia de la vanguardia


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Aunque el título de esta nota parezca un mero juego de palabras, lo cierto es que se refiere a un hecho innegable: resulta que los mayores patrocinadores del terror islámico, Arabia Saudita y Catar, son y serán también miembros de la coalición que busca articular el presidente Obama para acabar con el IS, los fanáticos islamistas del califato, decapitadores sanguinarios

y desalmados cada día más numerosos y mejor armados. Eso es como querer apagar un fuego con gasolina o como intentar cerrar una herida con el mismo cuchillo que la produjo. La semilla del mal ya está en el wahabismo y en los remanentes de Al Qaeda. El origen del veneno está, hay que decirlo con claridad, en algunas tradiciones del Islam, religión que favorece y ansía la yihad o guerra santa. Así que hay una retaguardia-los musulmanes simpatizantes de la causa que habitan en Europa y Norteamérica-, y una vanguardia, los que se van a luchar a los desiertos sirios e iraquíes con la esperanza de hacerse un nombre y un lugar en el incipiente califato. Pero también hay una vanguardia de esa retaguardia: los ideólogos yemenitas o saudíes que, entre sus muelles cojines y sus largos narguiles, envueltos en el humo del poder otorgado por el petróleo y sus derivados, sueñan con islamizar el orbe entero y someterlo, por fin, a la Sharia, a su juicio más eficaz que los mandamientos bíblicos o el derecho romano.

El sismo hace rato que ocurrió, pero las ondas de choque por él provocadas aún no se perciben bien ni pueden medirse en sus respectivas zonas de resonancia. Cuando dos o tres de los combatientes islámicos de pasaporte europeo, inglés o francés, tanto da, regresen a sus sitios de nacimiento, constituirán otra vez la retaguardia que, como la levadura en el pan, contribuirá a levantar e izar la negra bandera del califato apelando a manos que no tardarán en marcharse a empuñar armas cada día más sofisticadas. Es cuestión de tiempo, y tal vez sea esa la razón por la cual Obama insinuó que la lucha podría durar una década o más, desde la fase que estamos viendo a ahora hasta las restricciones y los controles cada más duros a cualquier musulmán sospechoso de viajar a Oriente. Entonces no sólo habrá islamofobia como hay, por desgracia, judeofobia, sino que la rabia y el encono contra el mundo islámico crecerá exponencialmente hasta complicar la convivencia de una manera que ni siquiera podemos imaginar.

Lo ideal sería que los musulmanes se apañaran solos, que aclararan en serio lo que quieren para sí y lo dispuestos que están a convivir con otras tradiciones y credos. Pero mientras el vocero mayor de la principal mezquita de El Cairo sostenga que el sionismo es el que ha creado al IS, ya podemos esperar sentados durante siglos una idea nueva y un poco más original. Sólo hay algo más tosco y peor informado que un muecín árabe: otro muecín.

El bueno de Obama generaliza, pues no hay dos Islam, hay uno sólo con dos o más caras, dos o más intenciones, y hasta que eso no se aclare el fuego seguirá ardiendo y la herida seguirá supurando. Catar paga el rescate de los soldados fidjianos no porque crea en ello o para hacerle un favor a las Naciones Unidas, sino y ante todo para cubrir sus propias espaldas, para lavar con una mano lo que ha ensuciado la otra. Como dijo el gran Dante, vosotros que entráis aquí, al infierno de la actualidad, dejad fuera toda esperanza. Por el momento bastará con una lucha sin cuartel y sin idealismos tontos. La guerra es por nuestra supervivencia como cultura y abarca más geografías de las que podemos imaginar. La guerra es para que dejen de violar, decapitar, asesinar y vender mujeres al mejor postor. La guerra total la ha buscado el califato y nosotros, los occidentales, judíos, cristianos, librepensadores, demócratas o nacionalistas europeos, no hacemos más que preparar nuestra defensa lo mejor posible.

 
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