Horacio Vázquez-Rial
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Las decisiones políticas son enormemente complejas siempre. Pero por lo general son, a menos que uno sea un profesional del asunto, decisiones privadas. Pero cuando se es un hombre público de la talla de Mario Vargas Llosa, cada uno es responsable de su rostro, como decía Albert Camus.
Cuando le dieron el Nobel, escribí en estas páginas una nota en la que me limitaba a hablar de sus primeras obras, las que más estimo y las que le han merecedor de la gloria. No quise entrar en la crítica, que me parecía forzada, de las posiciones del escritor respecto de Israel, tan distintas de las del ex presidente peruano Alejandro Toledo, uno de los primeros firmantes de la Iniciativa Amigos de Israel, creada por José María Aznar. Ahora sí lo hago, porque el tema se enlaza con las elecciones en el Perú y el público apoyo dado por Vargas Llosa a Ollanta Humala en la segunda vuelta de los comicios.
Es cierto que han quedado sólo dos candidatos, Humala y Keiko Fujimori. Hace unos días Jaime Bayly, otro liberal tan liberal como Vargas Llosa, manifestó su apoyo a Keiko. Nadie puede ser culpable de «portación de apellido», como se dice en Buenos Aires, pero es que la chica no tiene con su padre –siniestro es el único calificativo que se me ocurre– una relación del tipo de la que tiene Carmen Martínez Bordiú con su difunto abuelo, sino que está muy apegada a su progenitor.
¿Pero basta eso para escoger al otro? Ollanta Humala, de quien se dice que se encuentra más próximo últimamente a Lula que a Chávez, sea lo que sea lo que se quiere decir con eso, ha sido un ejemplo modélico de atrasismo, y al único al que estuvo realmente próximo en su día, con la cuestión indigenista, fue a Evo Morales, aunque su discurso haya sido siempre mucho más marcadamente racista que el del boliviano, lo cual ya es decir.
Alejando Toledo fue candidato en la primera ronda de estas elecciones, y nadie le dio apoyo. Toledo fue un presidente mediocre, pero en modo alguno un asesino como Fujimori, ni un declarado racista como Humala. Y es un hombre que, después de dejar el poder, ha seguido creciendo y avanzando en lo ideológico. Merecía más que ningún otro el sostén público de figuras de verdadero peso en la opinión, sobre todo porque hubiese podido ser el segundo mandatario en la región claramente decidido a no transar con los intereses árabes e iraníes. La primera ha sido, para sorpresa de muchos, Dilma Roussef, que en eso se ha desmarcado claramente de su predecesor. En ese sentido, Chávez y Lula no presentaban diferencias: estaban dispuestos a todo, como el Barça con sus camisetas qataríes o el Getafe con los emiratos, con tal de sacar una pasta a cualquier precio. Además, tanto Chávez como Lula profesan pocas simpatías por el cristianismo y les importa una higa tener tantas mezquitas como poblaciones marginales, que son muchas en los dos casos.
Aquí, desde luego, es donde entra en juego la posición de cada uno respecto de Israel. Reconocer el derecho de Israel a existir y a defenderse es, como dice mi amiga Carmen, una cuestión de decencia. La causa palestina, como me he cansado de explicar en estas páginas (aquí y aquí), y no es otra que la causa árabe, lo que enfrenta a mil doscientos millones de musulmanes con unos ocho millones de israelíes. Vargas Llosa simpatiza con la causa palestina. Toledo no, todo lo contrario. Me atrevería a decir que desde el momento en que estampó su firma en Friends of Israel empezó a perder todas las elecciones posibles. La idea de esa iniciativa es que si Israel cae, caemos todos, es decir, Occidente en su conjunto. Más occidental noción, imposible. Y los demás candidatos peruanos son antiimperialistas, antioccidentales. En esto, tanto Humala como Fujimori.
Ya no preguntaré a Vargas Llosa por sus razones para abrigar ese rechazo hacia Israel: las ha expuesto sobradamente en sus artículos, que se leen en todo el mundo y que aquí publica El País. Pero sí le pediría que explique con más abundancia los motivos por los que ha expresado de modo tan contundente su decisión de votar a Humala. Y, si cabe, la forma en que estos dos factores, causa palestina y atrasismo, se condicen con sus convicciones liberales.
No se puede pedir a nadie que sea del todo coherente. El presidente Woodrow Wilson, que con sus Catorce Punto representó la más avanzada posición acerca de las condiciones en que debía finalizar la Gran Guerra, también es el autor de la siguiente notable sentencia: «Los hombres blancos fueron provocados por un mero instinto de supervivencia (…) hasta que finalmente surgió un gran Ku Klux Klan, un verdadero imperio del sur, para proteger al territorio sureño». Lo cita D. W. Griffith en El nacimiento de una nación. Pero estar a la vez por la independencia y la salida al mar de Serbia condice más con la defensa de los derechos civiles de los negros americanos que con lo contrario.
Por otro lado, el discurso de Vargas Llosa en la Feria del Libro de Buenos Aires fue impecable. Los peronistas se habían opuesto a que fuera él quien inaugurara el evento, precisamente porque es un liberal. La propia presidenta K tuvo que decirles que no fueran tan bestias. Terminado el discurso, todos ellos se quejaron de sus contenidos. Tendrían que haberle agradecido su apoyo a Humala.
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Difusion: www.porisrael.org
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