Barry Rubin
El gobierno de Obama ya no considera a Siria un socio potencial para la paz con Israel debido a la represión contra su propio pueblo, según declaraciones de funcionarios del gobierno en entrevistas con los medios.
¡Pero espere un minuto! ¿Qué sabemos ahora acerca de ese régimen que no sabíamos – o mejor dicho, que deberíamos haber sabido – hace un mes, seis meses o seis años? Siria es una dictadura represiva radical al menos desde 1963 y se puede discutir que también si lo es desde un par de años antes.
Sabemos lo mismo de Hezbollah y de los otros líderes del Líbano, de Hamás, que gobierna la Franja de Gaza, y – en un grado mucho menor, pero aún así es básicamente cierto – de la Autoridad Palestina.
Entonces, ¿cuál ha sido hasta ahora la idea de Occidente? Es decir, que para Israel hacer la paz con estos «socios» implica grandes riesgos y concesiones. Por ejemplo, se supone que Israel debe entregar los Altos del Golán a este régimen de Siria a cambio de su promesa de paz
Si usted nunca ha visto los Altos del Golán en persona, no puede imaginar su importancia estratégica única. El territorio de Israel es perfectamente plano y se extiende hasta el cercano Mar Mediterráneo. Los Altos del Golán se elevan casi verticalmente por encima de Israel y desde allí se ve a esta tierra como desde un balcón. Usted puede bombardear hacia abajo de lleno al corazón con artillería, cohetes, misiles y morteros. Una vez que se baja del Golán no hay defensas naturales a lo ancho de Israel. Y por la misma razón, es muy difícil – y costoso en términos de números de bajas – para los «habitantes de las llanos» su captura.
Es casi imposible para cualquier parte del territorio tener una ventaja militar más grande.
Entregar este territorio al régimen de Asad es el tipo de idea tonta situada en algún lugar entre la brillantez y el sentido común de todos los gobiernos occidentales y los medios de comunicación.
Por supuesto, si el gobierno sirio fueron el tipo de régimen que aceptaría acordar la paz eterna y mantendría ese acuerdo entonces tal acuerdo podría tener sentido. Pero no lo es.
Y si se pudiera saber realmente de antemano que su sucesor también mantendrá un tratado de paz – siempre y cuando el cielo sea azul y el agua de los ríos corra- podría estar justificado. Pero eso tampoco es cierto, tal como la situación en Egipto lo demuestra, y como la situación en la Franja de Gaza lo ha puesto de manifiesto. ¿Cuántos ejemplos se necesitan?
Y si uno podría saber realmente que los países occidentales mantendrán sus garantías prometidas y vendrán cabalgando como la caballería para herir al malhechor que rompiese los acuerdos con Israel, esas garantías serían creíbles. Pero, una vez más, esto no es cierto, ya que el alto el fuego con Hamás en la Franja de Gaza, la tregua que puso fin a la guerra de 2006 contra Hezbollah, y el acuerdo de 1993 con lo que se transformó en la Autoridad Palestina lo demuestran. ¿Cuántos ejemplos se necesita?
De acuerdo con la actual forma de pensar entonces, sólo después de que las concesiones se hayan hecho, los riesgos asumidos, y el pedazo de papel firmado nos daremos cuenta que ellos no son socios para la paz. Pero entonces será demasiado tarde.
¿No es mejor aprender estas cosas de antemano? De hecho, ¿no es mejor aprender la realidad ahora mismo?
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