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| jueves marzo 28, 2024

El Altalena, los Palestinos y la escoria


 

Marcelo Sneh

palestine-flag-2Hace un tiempo Shimon Peres dijo que «estamos rodeados de árabes… no son suecos, no son daneses, no son holandeses. Son árabes, están aquí y son un hecho irrefutable».

 

Más o menos eso dijo. Palabra más, palabra menos.

La cita no es textual, pero lo importante es lo que quiso decir.

Quiso decir que ellos están donde están, nosotros estamos donde estamos…

 

¿Y paz para Israel?

 

No, porque ellos todavía no nos reconocen, porque siguen creyendo que no podemos ni tenemos que estar aquí… porque todavía creen en el terrorismo, lo «apoyan» (e’cir, lo apoyan en la puerta de la casa, no vaya a ser cosa que si disienten con el Hamás les caiga de visita un einsatzgruppe de «los muchachos hamamistas» y les vuele la casa hasta los cimientos, con todos sus habitantes adentro, total, siempre Israel tiene la culpa…)

 

Israel y el mundo son testigos en estos últimos días de una nueva tendencia mundial, una especie de moda progre, que habla de reconocer al estado palestino. No voy a entrar aquí a llenarles la cabeza y otras partes de vuestra anatomía con el cuento de que Palestina es un invento, tampoco voy a hacer otro tanto defendiendo tal posición. Simplemente me pongo a pensar que quizá Shímele (con todo respeto) tenga razón… No, quizá no.

TIENE razón.

 

Están ahí, viven ahí y todo el mundo paulatinamente se va sumando al reconocimiento de su estado, el estado palestino. Y nuestros líderes, con Biniamin Periquita Netaniahu (Periquita porque hace lo que puede, con todo respeto) a la cabeza, están como esperando que llegue el día inevitable en que tengamos un estado palestino en nuestras propias barbas, y los que vivimos en el sur, en la puerta de nuestras casas.

Pero no nos engañemos.

 

El problema no es ni los territorios ni el estado palestino en sí.

 

El problema son los terroristas.

 

Y a todos los que se están rasgando las vestiduras por el tema del inminente (e inevitable) estado palestino, los remito a una notita que escribí hace un tiempo sobre el Altalena, el barco que Ben Gurion mandó hundir en la costa de Tel Aviv, a poco de haberse declarado el Estado de Israel. El barco traía un importante cargamento de armas destinado al Irgún, la organización que luchó codo a codo con el Palmaj y la Haganah, pero que ahora había recibido la orden de desarme y de incorporarse a las filas de Tzahal, el Ejército de Defensa de Israel, cosa que los líderes del Irgún rechazaron de plano. Y como Ben Gurion, que además de ser un brillante político y estadista también era un tipo muy tozudo y muy duro cuando cuadraba, decidió que había que cortar por lo sano. Cuando el barco fondeó cerca de la costa, Ben Gurion ordenó la entrega de las armas a las autoridades militares israelíes. Ante la negativa, mandó bombardear el barco y hundirlo. Es cierto: á la guerre comme á la guerre ese evento tuvo sus víctimas lamentables y este vuestro humilde servidor cree que si bien la idea de Ben Gurion era excelente – existe un Estado de Israel constituido, con autoridades constituidas y con un Ejército organizado que reporta a esas autoridades… entonces toda otra organización paramilitar ya no tiene razón de seguir existiendo por separado – la forma en que se llevó a cabo fue un poquito digamos… severa. Y cruel.

 

Pero lo importante es que quedó bien claro quiénes son las autoridades y quiénes son los que deben armarse en defensa del estado.

 

Y a esto quise llegar y vuelvo mis pasos al tema del reconocimiento del estado palestino.

Todo muy lindo, pero dentro del núcleo palestino hay un cáncer que ni siquiera puede llamarse organización combatiente, ya que son una manga de asesinos corruptos todo lo que les importa del pueblo palestino es que lo puedan usar en su propio provecho como si fuesen preventivos sexuales de látex.

 

Y no os engañéis, caros lectores: para mí, Abu Mazen no es lo que se dice un santo de mi devoción, pero además de ser un antisemita y negador del Holocausto en sus ratos libres es un político y forma parte del polícromo y oloroso ramillete palestino al que nuestro presidente hace referencia. Y su liderazgo va a ser el que reciba el reconocimiento del mundo entero.

 

Pero los palestinos tienen algo más que un Altalena metido en el living de su casa, porque sería un desatino de esos no dejar bien claro que el Irgún luchaba por la libertad y la independencia de Israel y los del Hamás no son otra cosa que escoria sedienta de sangre. Los palestinos, si quieren hacer las cosas bien y no perder esta oportunidad, no sólo tienen que hundir su propio Altalena: lo tienen que hundir con todos los del Hamás encadenados dentro de su bodega. Sólo erradicando al terrorismo casero es que van a salir adelante.

 

Pero a quién le estoy hablando, si se dan de besitos con Abu Mazen…

 

Así nos va (y les va a ellos).

 
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