Boaz Ganor
29/05/2011
La voluntad de ambos líderes, israelí y palestino, para hacer concesiones aumentará, si saben que estas concesiones se presentarán al público antes de la ratificación. Obvio para cualquier estudioso, pero no para el gobierno israelí, es el hecho que el statu quo actual plantea una amenaza para Israel. El reloj del país no se detiene, y no marca décadas, ni siquiera años, sino meses y semanas. A veces parece como si la postura separatista del primer ministro ha llevado al gobierno y a Israel a un callejón sin salida. Tal vez peor – la falta de una política por parte de un gobierno incapaz de tomar decisiones difíciles y a la deriva en aguas turbulentas, confronta a Israel con una amenaza estratégica, e incluso existencial.
Varios políticos bien intencionados, filósofos, expertos y ex funcionarios de alto rango, intentan llenar el vacío político con iniciativas políticas – desde un acuerdo inmediato hasta un acuerdo provisional a largo plazo, y desde anexar los territorios hasta un reconocimiento inmediato de un estado palestino. Cada iniciativa tiene sus méritos. Delante de todas ellas se encuentra un gobierno renuente que se esconde detrás de los procesos actuales que echan raíces en todo el mundo árabe. ¿Qué propósito tiene llegar a un acuerdo con los dirigentes que pronto serán derrocado? ¿Tiene alguna validez un acuerdo de paz con un gobierno palestino tecnocrático, cuando ese gobierno incluye un Hamas apoyado por Osama bin Laden, que se niega a reconocer el derecho de Israel a existir? Así que el gobierno israelí puede ahora culpar a otros por su falta de acción; Hamas, la Hermandad Musulmana, las masas en la plaza Tahrir, y así sucesivamente.
Un antiguo proverbio dice que el trabajo de los justos se hace con las manos de otros. Estos otros, sin embargo, son la comunidad internacional; la ONU y ex amigos de Israel, que, a falta de una seria iniciativa israelí, finalmente dictarán las características del futuro acuerdo y lo impondrán al país de manera arbitraria.
Es probable que las preocupaciones existenciales de seguridad de Israel no sean su máxima prioridad.
¿Cómo puede resolverse esta situación? ¿Cómo pueden presentarse, al mismo tiempo, una iniciativa política real y los riesgos colaterales asociados? ¿Cómo puede el mundo ser convencido de las intenciones pacíficas de Israel, al mismo tiempo que se eviten los riesgos y peligros del paisaje regional actual? La respuesta a todo lo anterior es un referéndum.
Por un lado, un referéndum puede promover un acuerdo de paz. ¿Por qué? Porque la voluntad de ambas partes a hacer concesiones será mayor si los tomadores de decisiones saben que estas concesiones serán presentadas al público antes de su ratificación.
Además, un referéndum es necesario debido a la realidad, tanto en el lado israelí como en el palestino, y a la experiencia previa con los procesos regionales. Israel debe exigir que cualquier acuerdo cuente con el respaldo de una mayoría popular palestina en un referéndum, de modo que sea un acuerdo entre los pueblos, no entre los líderes temporales. El pueblo de Israel debe saber que un acuerdo que implica riesgosas concesiones territoriales y potenciales amenazas de seguridad, se está celebrando con todo el pueblo palestino o, al menos, con la mayoría del mismo.
En cuanto a la arena palestina, la dura realidad es que ningún líder palestino (y ciertamente no Mahmoud Abbas) es capaz de hacer cumplir un acuerdo con Israel – con todas sus obligaciones inherentes – a la población palestina, sin la legitimidad de ser respaldado por un referéndum. Un referéndum debe estar abierto a todos los palestinos, tanto en la Margen Occidental como en la Franja de Gaza.
Si determinados movimientos u organizaciones políticas eligen boicotear el referéndum, esto no mellará su carácter obligatorio. Los palestinos pueden optar por incluir o excluir a la diáspora palestina. Si el público palestino rechaza el acuerdo, entonces el verdadero rostro de la sociedad palestina quedará expuesto.
Un referéndum es necesario en el lado israelí.
La actual situación en la Margen Occidental, donde un puñado de colonos, sistemáticamente, violan la ley y desafían la autoridad del estado y del ejército israelí, mientras se preparan para resistir por la la fuerza, tal vez con armas de fuego, cualquier decisión de desalojarlos hace imposible, para cualquier gobierno israelí, implementar un acuerdo de paz con los palestinos, sin el respaldo moral de un referéndum, especialmente si incluye la retirada de vastos territorios en la Margen Occidental. Los colonos no aceptarán las consecuencias de un acuerdo de paz sin un referéndum. Las FDI no serán capaces de aplicar el acuerdo y forzarla a los extremistas violentos, sin la legitimidad de un referéndum, y el gobierno no será capaz de ratificar un futuro acuerdo de paz sin un referéndum.
Un referéndum es, por lo tanto, una necesidad vital en cualquier futuro acuerdo de paz, a pesar de sus limitaciones sectoriales y las dificultades que entraña. Debe ser una piedra angular de cualquier iniciativa o plan para resolver el conflicto entre Israel y los palestinos.
El autor es fundador y director ejecutivo del Instituto Internacional para la Lucha contra el Terrorismo en el Centro Interdisciplinario Herzliya.
http://www.jpost.com/Opinion/Op-EdContributors/Article.aspx?id=222760
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusión: www.porisrael.org
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