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| lunes noviembre 25, 2024

Israel y el amigo americano


En un inoportuno, por la ocasión, pero legítimo derecho a hacerlo, el 9 de marzo, el Ministro del Interior de Israel, Eli Yishay, coincidiendo con la visita del vicepresidente de EE.UU. Joe Biden, aprobó un proyecto para construir viviendas para su propio pueblo, en la ciudad capital, Jerusalén. Algunas de las casas se construirán en el barrio Shimon HaTzadik, situado alrededor de la tumba de Simón el Justo, una figura religiosa judía famosa por la reconstrucción de las murallas de Jerusalén. Un barrio en donde los judíos vivieron durante más de un siglo, así como Ramat Shlomo, una zona desarrollada y próspera, con miles de familias judías que viven en ella. El plan, que se extiende por aproximadamente 143 acres con un tamaño promedio de cada unidad de vivienda de 120 m2, contempla también mejorar la carretera de acceso y una ruta de ingreso desde el oeste. En 1876 el terreno de Shimon HaTzadik fue comprado por la comunidad judía con el fin de construir casas para sus pobres. En 1936, después de la muerte del jeque Izz al-Din al-Qassam (una de las inspiraciones de Hamas) encabezados por el Mufti de Jerusalén, que pasaría a colaborar en el Holocausto con Adolf Hitler, manifestantes árabes expulsaron a los judíos de la vecindad gritando Ibtach Al Yahood (matar a los judíos). Más de 500 fueron asesinados durante ese tiempo y muchos más huyeron de sus hogares perseguidos por enfurecidas hordas islámicas.

La soberana decisión de Israel, de construir las casas, anunciada precisamente con la llegada de Biden, suscitó una airada declaración de éste: «Condeno la decisión del gobierno de Israel para avanzar en la planificación de nuevas viviendas en Jerusalén oriental. El contenido y la oportunidad del anuncio, en particular con el lanzamiento de las negociaciones de proximidad, es precisamente el tipo de medida que socava la confianza que necesitamos ahora y va en contra de los debates constructivos que he tenido aquí en Israel». Al respecto, el embajador israelí en Estados Unidos, Michael Oren, afirmó el sábado en una conversación con los cónsules israelíes en el país que, a pesar de los intentos del Gobierno israelí de transmitir la sensación que «todo sigue normal», el actual roce entre Washington y Jerusalén supone la peor crisis en las relaciones bilaterales de los últimos 35 años, en referencia a la confrontación de 1975 entre el entonces secretario de Estado, Henry Kissinger, y el primer ministro Isaac Rabin por las presiones de Washington para que Israel se retirara de la península del Sinaí. Cuatro cónsules generales israelíes explicaron al diario Haaretz que en otras ocasiones en que hablaron por teléfono con Oren, éste no dudó en insistir en que las relaciones con Estados Unidos eran excelentes, pero ahora parecía muy tenso y pesimista. «La crisis ha sido muy grave y afrontamos un periodo difícil en las relaciones», afirmó. No obstante que Oren explicó la postura oficial, sosteniendo que no había ninguna intención de ofender al vicepresidente estadounidense, Joe Biden, las virulentas declaraciones de funcionarios de la Casa Blanca en contra de Israel, su aliado en Medio Oriente, y la única democracia en la región, compitieron en inusitada agresividad. Después de las fuertes críticas de varios altos funcionarios norteamericanos, entre ellos la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ayer fue David Axelrod, consejero político y una de las voces que más escucha el presidente Barack Obama, el encargado de dejar en evidencia el profundo malestar en la Casa Blanca con el primer ministro israelí. La Casa Blanca elevó ayer el tono de sus críticas a su principal aliado en Medio Oriente, al considerar un «insulto» a Estados Unidos y un «abierto desafío» el polémico anuncio. Tratando de poner paños fríos a la disputa, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien según su entorno, quedó «sorprendido» por la enérgica reacción estadounidense, y esperaba que bastarían las explicaciones que dio a Biden, minimizó el domingo el riesgo de un deterioro de las relaciones con Estados Unidos ante la crisis diplomática provocada por el anuncio del proyecto de construcción en Jerusalén Este, durante la visita del vicepresidente Joe Biden. «Luego de leer los diarios, propongo que no nos dejemos arrastrar por el pánico y que nos tranquilicemos. Nosotros sabemos tratar este tipo de situación con sangre fría», declaró el jefe de gobierno a los periodistas al comenzar el consejo semanal de ministros en Jerusalén.

«Se trata de un error lamentable pero no intencional, que no debe producirse de nuevo. Designé una comisión de directores ministeriales a este respecto», agregó Netanyahu. Dejando en claro que su disconformidad, era de forma y no de fondo, en un fuerte discurso ante la Knesset (el Parlamento), el premier sostuvo que la construcción de colonias en ese territorio continuará, pese a la crisis diplomática con Estados Unidos que desató esta cuestión. «La construcción en Jerusalén continuará, como ha sucedido durante los últimos 42 años», afirmó Netanyahu. «El congelamiento durante diez meses de la construcción en Judea-Samaria (nombre bíblico de Cisjordania) terminará en la fecha prevista», agregó, refiriéndose a la moratoria parcial y temporal sobre la colonización judía en Cisjordania, anunciada a fines de noviembre.

En lo que se puede interpretar como una suavización de la colérica reacción estadounidense, este lunes, el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU. Phillip Crowley, dijo en declaraciones que recogió AFP, que Washington considera a Israel un socio estratégico y que lo seguirá siendo.

Sin embargo, en su portada en español, Guysen International News, publica que «La crisis entre Israel y los Estados Unidos alcanzó su clímax con la publicación de una lista de demandas de los EE.UU. Washington exige, además de la cesación inmediata del proyecto de construcción en Ramat Shlomo, que Israel haga importante concesiones para Mahmoud Abbas, como ser la liberación de prisioneros palestinos y el compromiso para tratar las cuestiones fundamentales en las negociaciones».

La enérgica actitud que tiene la Administración de Obama, con su aliado Israel, no se compadece por ejemplo, con la actitud timorata hacia la República Islámica de Irán, Corea del Norte, China, Siria, Venezuela, por citar algunos casos. Menos aún con la complacencia hacia la Autoridad Nacional Palestina, cuyo presidente el «moderado» Mahmud Abbas, acaba de poner el nombre de «Dallal Mughrabi» a una plaza en Ramallah. Esta joven palestina, cuando tenía 19 años, perpetró en el año 1978 uno de los más sangrientos atentados terroristas, al asesinar junto a otros secuaces en un ómnibus, en una carretera costera de Israel, a 70 israelíes, incluyendo cerca de 35 civiles, de los cuales 13 eran niños y un fotógrafo norteamericano que capturaba imágenes de la vida silvestre. La exigencia de EE.UU. a Israel para que libere a prisioneros palestinos, la mayoría de ellos terroristas, para favorecer a Abbas, es absolutamente deplorable. En decenas de oportunidades fueron excarcelados cientos de ellos, como gestos inútiles de buena voluntad que nunca tuvieron reconocimiento ni reciprocidad. Suponer que la construcción de viviendas por parte de Israel para sus ciudadanos, es un impedimento para las conversaciones indirectas de paz, es una falacia argumental que no puede admitirse. Ante el desprestigio del corrupto gobierno de Abbas, Estados Unidos, pretende sostenerlo denodadamente como el interlocutor para la paz, creyendo que el grupo terrorista Hamas es peor. La única diferencia entre ellos, es la estrategia. Ninguno quiere reconocer a Israel ni construir un Estado a su lado, sino constituir otro en lugar de éste. Es por ellos que siempre la ANP pone objeciones para sostener conversaciones conducentes a tener su independencia.

Recientemente apelando al fanatismo religioso, invocaron a sus fieles a proteger sus lugares santos, como la mezquita de Al Aqsa de Jerusalén, como si realmente estuviese amenazada o con riesgo de ser profanada, al estilo de la práctica musulmana con otras confesiones en muchos países.

Los palestinos ya amenazan con otra Intifada. Así, pues, en el rol de víctimas, se sienten acompañados por parte de la comunidad internacional, siempre proclive a culpar a Israel. El Estado judío se enfrenta a varios enemigos, entre ellos Irán que anuncia desde hace mucho su destrucción. Parece que ahora, Israel además, deberá comenzar a preocuparse, por su «amigo» americano.

Rubén Kaplan

http://www.rkpress.com.ar/

Reenvia: www.porisrael.org

 
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