Los palestinos temen represalias

La recurrencia de atentados cometidos en las últimas semanas por árabes contra civiles y policías israelíes en diversas partes del país, especialmente Jerusalem, coloca a los propios árabes en una situación compleja. Sienten claramente que se convirtieron en sospechosos constantes, que la gente los ve como peligro potencial y que el solo reconocerlos como árabes, pone al otro lado a la defensiva.

«El problema es que esta situación nos da miedo también a nosotros», comenta Hamdi, que trabaja en una estación de nafta en Jerusalem. «Nunca podemos saber si por culpa de lo que otros hicieron, no puede salir alguien a atacar a quien no tiene ninguna culpa. Y ya ha habido casos».

A él no le sucedió en lo personal ningún tipo de violencia física por parte de judíos que lo golpeen por el solo hecho de ser árabe, pero recuerda al jovencito atacado días atrás en Netanya cuando recorría un centro comercial con otros amigos, árabes como él. «Yo sé que es la excepción, pero ha pasado. Y da miedo».

Otro empleado árabe en el lugar agrega que «lo que sí hemos visto acá, es que algunos no quieren que los atendamos, que nosotros les prestemos el servicio que damos siempre, como si fuéramos asesinos». «Es muy desagradable. Yo no salí a matar a nadie, y no me gusta que me discriminen por algo que no hice».

Ahmed , taxista en Jerusalem, también está preocupado. A sus 65 años, explica que no tiene fuerza para vivir en conflicto. «Estaba todo muy tranquilo y ahora esto..es insostenible». Critica en términos generales a los jóvenes árabes que cometieron atentados, dice que «no escuchan ni a sus padres», pero también condena la reacción de Israel. «Así no podemos vivir. Hoy fui a salir de mi casa en Ras el-Amud y había mojones de cemento .Eso altera, hace perder tiempo. Tenía que llegar a un lado a hacer una visita de duelo y ya no fui». Le comentamos que los obstáculos son para revisaciones de seguridad y que no impiden la salida. «¿Yo preciso a mi edad que alguien me revise?», pregunte retóricamente. «No, ya pasé esas etapas. No puedo volver a vivir así. Esto es un castigo colectivo que no llevará a nada y sólo fomentará más odio».

En Jabel Mukaber, uno de los barrios de Jerusalem oriental de los que salieron varios de los responsables de los últimos atentados, sienten una gran incomodidad. Allí se mezclan quienes alaban a los perpetradores, quienes lamentan que hayan salido de su aldea, aquellos que se concentran en aclarar que demoler sus casas sólo aumentará el odio y quienes recuerdan que también ellos tienen miedo.

«Hoy no mandé a mis hijos a la escuela», comenta Ahmed, un adulto  convencido de que la situación actual no es buena para nadie. «Uno no sabe qué puede pasar, de dónde puede venir un loco a hacer más problemas. Y como no faltan tampoco del lado judío, mejor los cuido en casa».

Algunos intentos de entrevistar a padres de los jovencitos palestinos que se cubren la cabeza con una «kefía» y salen a tirar piedras, han sido infructuosos. «No influyen sobre sus hijos, temen por ellos y por todo el deterioro de la situación», comenta Ahmed al respecto. «Saben que las piedras pueden matar, pero su primer miedo es que los maten a sus hijos, baleados en una respuesta israelí. Pero no les piden permiso…y la angustia es muy grande».