Frente a la resolución de no entonar el Himno Nacional (Hatikva) en la Facultad de Derecho, por consideración a los árabes, yo me pregunto: ¿Dónde está la mayoría silenciosa, cuerda y centrada que se ponga de pie y diga «basta, hasta aquí llegamos»?
Haim Misgav
En la Universidad de Haifa perdieron la chaveta. La aparente intención de considerar a los árabes que allí estudian llevó a la dirigencia de la universidad a dejar de entonar el Himno Nacional en la ceremonia de graduación de la Facultad de Derecho. Es imposible determinar quién fue el artífice de esa perversa idea, pero queda claro que determina una clara tendencia.
No más orgullo nacional y no más alegría porque el pueblo judío por fin encontró para sí un lugar donde poder expresar y cristalizar sus deseos de nacionalidad después de largos y desgastantes años de diáspora, sino una preocupante blandura de carácter que llevará sin lugar a dudas a un mal y amargo final. Como lo fue el final de los judíos de Europa que todo el tiempo supusieron que si aceptaban y cumplían con las exigencias de un Judenrat que ellos mismos habían creado, los nazis quedarían complacidos y renunciarían a su proyecto de aniquilar a todo el judaísmo europeo – hasta el último de entre sus hijos e hijas.
Eso no funcionó allí y no funcionará tampoco aquí. Los árabes, del mismo modo que los destructores implacables de la judeidad europea, a su modo, hacen todo lo posible para aniquilar al Estado de Israel. El Estado palestino que ellos desean para sí corroerá al Estado Judío desde afuera, mientras que desde adentro se encargarán de hacerlo los árabes, esos a los que el Estado Judío les otorgó los «documentos de identidad azules» (los que se otorgan a los ciudadanos israelíes – N. del T.), todo para socavar la nacionalidad israelí en tanto estado judío, aprovechándose de la libertad de expresión y de otros derechos fundamentales.
Cuando David Ben Gurion declaró la fundación del Estado Judío quedó claro para todos, incluyendo a los árabes que en ese momento vivían dentro del territorio del joven, flamante y recién establecido Estado que éste sería el Hogar nacional del pueblo judío. Es cierto que en esos momentos los árabes no tenían muchas opciones – pero eso no tiene mucha importancia que digamos. Quien había optado por permanecer dentro de los límites del Estado judío, con toda su simbología nacional, tenía perfectamente en claro que eso tiene su precio. Por un lado, los grandes beneficios de un estado moderno – occidental y por el otro, tener que renunciar a sus aspiraciones nacionales y aceptar el gobierno de un país en el que la mayoría judía es la que establecerá las normas que lo rijan.
Por ese entonces, los árabes no eran muchos y estaban todos sometidos al gobierno militar, aunque eso no influye en lo más mínimo en la Carta Fundamental del Estado de Israel, de modo tal que si los árabes, aquellos que se consideran «hijos del pueblo palestino», quieren cambiar estructuras básicas – deben saber que no podrán hacerlo aquí. Hay muchos estados árabes y la realización de sus derechos nacionales puede realizarse únicamente allí… del otro lado del Río Jordán. Aquí no: ni en Haifa ni en Beer Sheva, tampoco en Jaffa. Tampoco en Hebrón o en Shiló. El pueblo judío no volvió a su tierra natal sólo para fundar aquí otro estado árabe.
Sin embargo, mi problema verdadero no es con los árabes: a ellos los puedo entender. Lo que ellos pretenden, es decir cambiar el carácter del Estado Judío es para ellos algo legítimo, por supuesto en lo que a ellos respecta. Ellos también pretenden un «estado palestino» dentro de las fronteras del ’67, libre de judíos, así como también convertir al Estado de Israel en un estado binacional, conservando al mismo tiempo la opción jordana para apoderarse de ella. Su teoría de las etapas nunca quedó más clara que ahora. El problema verdadero lo tengo con aquellos judíos de mente torcida que se hartaron de su judaísmo y que apoyan y apoyarán abiertamente las exigencias de los árabes, como por ejemplo, la de la autonomía cultural – nacional en las aldeas de la Galilea o en la zona de Wadi Ara con el apoyo de la mayoría con la que cuentan en la ONU.
Por eso me pregunto ahora, a raíz de hechos tan repugnantes y no sólo como el que tuvo lugar en la Universidad de Haifa: ¿dónde está la mayoría silenciosa? ¿Por qué hijos e hijas del pueblo judío, todos aquellos que componen la mayoría centrada y cuerda no se ponen de pie de una vez para gritar – hasta aquí? A los árabes les corresponden todos y cada uno de los derechos civiles. Los derechos nacionales – de ninguna manera. Quien no quiera vivir bajo los pliegues del estandarte azul y blanco – la puerta está abierta.
No se puede, simplemente no se puede insultar de ese modo a los símbolos nacionales del Estado de Israel.
El Dr. Haim Misgav es Profesor de Derecho en el Instituto Académico de Natania.
Fuente: Ynet
TRADUCCIÓN DEL HEBREO: MARCELO SNEH
Ningun pueblo del mundo tiene, en sus entrañas, un sector «suicida» tal como lo tiene el judío. Y si lo tiene, lo tiene bien oculto por temor a ser considerado un «traidor a la patria».
Solo los judíos aomos capaces de tolerar tales conductas. Una forma muy particular de entender la democracia.