El original es en persa (farsi), pero el Consejo Nacional de la Resistencia Iraní (CNRI) ha traducido parte de la letra:
Por mandato de mi líder [el ayatolá Jameini] estoy preparado para entregar mi vida.
El objetivo no es sólo liberar Irak y Siria;
Mi camino pasa por el templo sagrado [en Siria], pero mi objetivo es llegar a Jerusalén.
… No lamento partir de mi país;
En este camino sólo llevo el sudario de mi martirio.
Teherán ya había hecho esto antes. Durante la guerra entre Irán e Irak (1980-1988), en la que murió aproximadamente un millón de personas, los Basij reclutaron a miles de niños paradespejar campos de minas.
Tras unas largas sesiones de lavado de cerebro de tipo religioso, ponían a los pobres niños llaves de plástico en el cuello, representativas de su autorización para acceder al Paraíso, y les hacían correr por delante de las tropas terrestres y los tanques a fin de que eliminaran las minas iraquíes detonándolas con los pies. Sus cuerpecitos volaban en pedazos.
Los niños han luchado en las guerras desde que las ha habido, pero empujarles a la picadora de carne en el siglo XXI es un crimen de guerra prohibido expresamente y a veces incluso penado por todos los Gobiernos civilizados. El Tribunal Penal Internacional de La Haya, por ejemplo,condenó al señor de la guerra congoleño Thomas Lubanga Dylo por crímenes de guerra en 2012por “reclutar y alistar a menores de quince años y utilizarlos para participar activamente en las hostilidades”.
Los Basij son una rama paramilitar de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, oPasdaran, y están dirigidos con mano de hierro por el jefe del Estado, el Líder Supremo Alí Jameini. Se les utiliza sobre todo para la represión interna, y proporcionó la mayor parte de las fuerzas de choque que sofocaron brutalmente las manifestaciones pacíficas de la Revolución Verde (2009).
“Instituciones paralelas (nahad-e movazi) es como denominan los iraníes a los órganos de represión cuasioficiales que aplastan cada vez con menor disimulo las protestas estudiantiles”,refiere Human Rights Watch,
encerrando a activistas, escritores y periodistas en cárceles secretas, y amenazando a los oradores y al público que defienden la democracia en actos públicos. Estos grupos han llevado a cabo ataques brutales contra estudiantes, escritores y políticos reformistas, y han establecido puntos de control arbitrarios por todo Teherán. Grupos como Ansar e Hezbolá y los Basij operan bajo el control de la Oficina del Líder Supremo, y hay muchas informaciones acerca de que la Policía uniformada suele temer enfrentarse abiertamente a estos agentes de paisano. Las cárceles ilegales, que están fuera del alcance de la Oficina Nacional de Prisiones, son lugares donde se maltrata, intimida y tortura impunemente a los presos políticos.
Los Basij también son conocidos –grotescamente, debo decir– como la Organización para la Movilización de los Oprimidos. Estos tipos son superpredadores. Atacan a civiles desarmados concuchillos, cadenas de moto y hachas. Violan a mujeres y hombres jóvenes. Han violado y asesinado a mujeres por no cumplir los estrictos códigos islámicos de vestimenta.
Si esta gente se comportara así en EEUU, en la mayor parte del país sería juzgada por asesinato y ejecutada, pero en Irán están por encima de la ley, sólo responden ante el Líder Supremo, y ahora que están reclutando niños de nuevo se vuelve cada vez más difícil diferenciarlos del ISIS.
“La manipulación de los niños por parte de los mulás y la demagogia sobre llegar a Jerusalén a través de Alepo apuntan a dos realidades”, me dijo Shahin Gobadi, miembro del Comité de Asuntos Exteriores del CNRI por email a través de un intermediario. “En primer lugar, pese a desplegar más de 60.000 efectivos de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, mercenarios extranjeros, incluso el Ejército regular, el régimen clerical se está enfrentando a un callejón sin salida en Siria. Sus fuerzas han sufrido numerosas bajas y están completamente desmoralizadas. Al menos 40 generales de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica han muerto allí. Para cubrir este vacío, el régimen ha decidido engañar a niños y enviarlos al frente. Esto es lo que se solía hacer durante la guerra entre Irán e Irak, pero acabó siendo un absoluto fracaso”.
“En segundo lugar”, añadió, “la guerra en Siria y mantener al dictador Bashar Asad en el poder son tan cruciales para él, que el líder supremo del régimen iraní, Alí Jameini, está dispuesto a pagar cualquier precio. En febrero, en un encuentro con las familias de soldados del régimen que habían muerto en Siria, Jameini dijo que si no luchásemos en allí tendríamos que hacerlo con nuestra oposición en las grandes ciudades iraníes. Que recurran a la táctica de movilizar a los adolescentes sólo lleva a una conclusión: los mulás se enfrentan a un letal callejón sin salida en Siria”.
El régimen iraní necesita desesperadamente al régimen de Asad en Damasco y al de Abadi en Irak porque son sus únicos aliados en todo el mundo árabe. Un Irán moderado y democrático no tendría problemas para forjar relaciones normales y cordiales con regímenes árabes moderados como los de Jordania, Túnez, Marruecos y tal vez incluso Egipto, pero el Estado revolucionario que lleva en la trinchera desde 1979 no es tolerado mucho más por El Cairo o Riad que por Tel Aviv y Jerusalén.
Al cerrar acuerdos con el régimen iraní, Estados Unidos está perdiendo cada vez más el paso en la región, pero si los Basij envían efectivamente niños al campo de batalla en Irak y Siria –donde el ISIS, que detesta más que nada en este mundo a los iraníes persas y chiíes, crucifica y decapita a sus enemigos–, a los funcionarios de Washington les resultará más difícil de lo que les ha sido hasta ahora justificarse sin ponerse rojos de vergüenza.
© Versión original (en inglés): World Affairs Journal
© Versión en español: Revista El Medio
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