Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Muchos activistas celebran la «Semana del Apartheid de Israel» agitando contra el estado judío en una manifestación o tal vez en una mesa redonda. Este año, Dore Gold, director general del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, marcó la ocasión el 10 de marzo, visitando al gobierno que sustituyó al régimen del apartheid en Sudáfrica.
El simbolismo es delicioso. He aquí un diplomático de alto nivel de un país comparado por sus enemigos con el régimen de P. W. Botha, reuniéndose en Pretoria con diplomáticos que ayudaron a que ese régimen cayera. Gold se aseguró de visitar la casa de Nelson Mandela en Soweto, que ahora es un museo, en caso de que ese asunto se pasará por alto.
Y sin embargo, a muchos activistas de ambos lados este asunto se les pasó por alto. En primer lugar está el movimiento de boicot, desinversión y sanciones a Israel, conocido como BDS. Uno de sus fundadores, Omar Barghouti, escribió en enero que una reunión de un comité de la Knesset israelí para combatir el BDS reveló un «temor israelí al aislamiento». En ausencia de un proceso de paz, el BDS parece tener impulso a medida que más asociaciones académicas, estudiantes, gobiernos e iglesias se inscriben en la campaña.
Luego está el movimiento de lucha contra el BDS. A principios de este mes, el Gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, anunció que les quitaría los fondos de su estado a las empresas que participan en el boicot a Israel, e incluso a las personas que abogan por esos boicots. Otros estados están considerando leyes similares y destacados filántropos judíos están financiando esfuerzos para un BDS contra el movimiento BDS, por así decirlo.
Ambos lados de esta lucha dan la impresión de que Israel se está convirtiendo en un paria. Y, sin embargo, el BDS ha fallado como arma económica y como arma diplomática. Tengamos en cuenta que desde el año 2006, cuando se inició el movimiento, el producto interno bruto de Israel casi se ha duplicado, pasando de un poco más de $154 mil millones a $299 mil millones para el año 2015.
Israel también está estrechando lazos con países de todo el mundo, aun cuando Europa y EE.UU. están aumentando la presión sobre los asentamientos judíos en la Margen Occidental.
Comencemos con África. El mes próximo, Benjamin Netanyahu será el primer Primer Ministro israelí, después de Isaac Rabin, que viajará a capitales africanas para reunirse con líderes de Etiopía, Kenia, Ruanda y Uganda. La visita de Netanyahu a Uganda es particularmente significativa porque su hermano murió en la incursión de Israel en Entebbe, en ese país, hace 40 años, para liberar a rehenes secuestrados por marxistas alemanes y palestinos. En aquel entonces, el gobierno de Uganda daba refugio a terroristas; hoy en día busca la ayuda de Israel en la lucha contra ellos.
Israel, bajo Netanyahu, también se está expandiendo vínculos con China, ahora el tercer mayor socio comercial del país. Gold me dijo esta semana, en su oficina del Ministerio de Relaciones Públicas, que en estos días es casi imposible conseguir un asiento en el vuelo de El Al de Tel Aviv a Beijing. Una historia similar se puede contar acerca de la relación de Israel con la India, y se espera que Narendra Modi sea el primer primer ministro indio que visite Israel a finales de este año. Mientras los israelíes incrementan el comercio de defensa con India, este país también ha comenzado a poner fin a algunos de sus apoyos históricos a los palestinos en las Naciones Unidas.
Después está Rusia. Netanyahu se ha reunido con el Presidente Vladimir Putin cuatro veces en el último año. También ha llegado a un acuerdo, según funcionarios de alto rango que me hablaron tras bambalinas, por el que Rusia permitirá a aviones israelíes que se dirijan contra miembros del grupo terrorista Hezbollah que operan en Siria, donde los rusos ahora controlan el espacio aéreo.
«El primer ministro es consciente del hecho de que Estados Unidos es el aliado número uno», me dijo Gold. «Pero la relación con Putin ha mejorado enormemente. En lugar de estar en conflicto, como lo estábamos, ahora estamos asegurándonos de que haya una línea abierta con él».
Por último, Israel está reparando y mejorando las relaciones en Medio Oriente. En 2011, Turquía disminuyó sus lazos después del ataque de Israel contra una flotilla que trataba de romper el bloqueo naval de Gaza. Este mes, el ministro de relaciones exteriores de Turquía anunció que su país, en una o dos reuniones, normalizaría nuevamente la relación.
También hay mucha diplomacia secreta entre Israel y las monarquías del Golfo. Israel ha tenido este tipo de contactos con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos desde la cúspide del proceso de paz en la década de los años 1990. Pero Gold me dijo que había una diferencia importante entre la diplomacia árabe de Israel de hoy en día y la de los años del proceso de paz.
En la década de los años 1990, a Israel se le permitió abrir misiones comerciales e iniciar contactos con los estados árabes, porque había un proceso en marcha para crear un estado palestino. Durante la segunda intifada de 2000-05, esta apertura se cerró. Ahora, dice Gold, su diplomacia con los países árabes se asemeja a la dinámica que creó el predecesor de la Unión Europea después del final de la Segunda Guerra Mundial.
«La Unión Europea se formó debido a una amenaza de las divisiones blindadas soviéticas para todos», dijo Gold. Hoy en día, argumentó, Medio Oriente se enfrenta a la doble amenaza de Irán y el Estado islámico, lo que «crea una gran cantidad de intereses mutuos entre Israel y los estados árabes».
No todos están convencidos sobre este último punto. En abril, el Instituto Washington para Política del Cercano Oriente organizó una rara conversación pública entre el general retirado israelí, Yaacov Amidror, y el ex jefe de la inteligencia saudita, Príncipe Turki al-Faisal. A pesar del cordial ambiente, el príncipe saudita dejó en claro que no habría ningún reconocimiento formal de Israel hasta que no hubiera una paz justa con los palestinos.
Edward Djerejian, un ex diplomático de alto rango de EE.UU., que ahora dirige el James A. Baker Institute for Public Policy de la Universidad Rice, está de acuerdo. «La cuestión palestina sigue siendo una cuestión política central que impide la plena integración de Israel en la región», me dijo.
No obstante, el flujo de diplomacia en la región se está invirtiendo. En la década de los años 1990, Europa trató de persuadir a los vecinos árabes de Israel a aceptarlo. Hoy en día, Israel colabora en silencio con sus vecinos árabes mientras estados europeos amenazan distanciarse por la cuestión palestina.
Es por esto que muchos israelíes se preocupan, a pesar de la nueva apertura a India, China, Rusia y los países árabes. Este año Yair Lapid, líder de un importante partido de centro aquí, dijo que su país nunca había estado tan aislado como lo está hoy.
Ksenia Svetlova, ex periodista y miembro del Partido Laborista de la Knesset, que es miembro de su Comité de Asuntos Exteriores, también hizo hincapié en este punto. Me dijo que estaba más preocupada por la forma en que Europa y Estados Unidos visualizaban a Israel que cómo lo hacían Turquía, Rusia o Arabia Saudita. «Podemos tener importantes relaciones tácticas con países no democráticos, Egipto es la prueba», dijo. «Pero el verdadero vínculo siempre será con otros países que actúan como nosotros y comparten nuestros valores».
Dicho de otra manera, los nuevos amigos de Israel no pueden sustituir a sus viejos amigos.
Este artículo no necesariamente refleja la opinión del comité editorial o el de Bloomberg LP y sus propietarios
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