“Un judío común y corriente” – de Charles Lewinsky – con actuación de Gerardo Romano – Dirección de Manuel González Gil – En el Auditorio Nelly Goitiño – 19.5.2017
Charles Lewinsky, el autor de esta pieza unipersonal es un destacado libretista de televisión, dramaturgo, director de teatro, novelista y autor de numerosas letras de canciones, judío suizo, formado culturalmente en Alemania. Solo una pequeña parte de la vasta creación de este hombre de 71 años, se refiere a temática judía, entre ellas la novela “Melnitz” una saga sobre la vida de varias generaciones de judíos suizos. Pero no es de extrañar que “Un judío común y corriente”, escrita en el 2005, sea su obra más conocida tanto en video, como en el teatro, como en forma de libro. La obra toca el tema más urticante para los judíos: el antisemitismo que ayer, hoy y siempre, condiciona su existencia. A los no judíos formados en una cultura de origen antisemita, les explica quiénes somos estos disconformes crónicos, que somos o demasiado ricos, o demasiado inteligentes, o demasiado desarraigados, o demasiado influyentes, pero nunca nos resignamos a ser meros extranjeros y molestamos siempre seamos pobres o seamos ricos. El subtítulo de esta pieza podría ser “Todo lo que Vd. como judío siempre quiso decir y nunca le dieron la oportunidad de hacerlo”.
Considerando el carácter peculiar de esta temática es un acierto que el intérprete de la pieza sea un destacado actor no-judío y que la pieza se represente en un marco estrictamente comercial. Por otra parte, es importante señalar que el texto de Lewinsky no es en absoluto un panfleto político, sino una ingeniosa e inteligente obra teatral, que trata del antisemitismo, pero también de otros temas, como los dilemas existenciales de muchos judíos modernos, que rechazan la religión pero no pueden separarse de las raíces religiosas de su cultura y de algunas fuertes costumbres atávicas inherentes a la condición judía, que siguen teniendo hoy la misma vigencia que tuvieron hace dos mil años.
Como judío nacido en Austria, que como niño huyó con su familia de la Viena del Anschluss porque ésta “tuvo la suerte” de ser expulsada por los nazis, disfruté particularmente de la claridad y la lúcida ironía de la aclaración de Lewinsky de la palabra “rishes”. La palabra “rishes” se deriva de la palabra hebrea “rashá” que significa malvado. Por lo tanto “rishes” es maldad, pero una maldad específica, la de quienes odian a los judíos. El personaje encarnado por Romano cuenta de la obsesión de su madre por no hacer nada que pueda despertar “rishes”, una obsesión particularmente “común y corriente” entre los judíos. Un pelotazo de un niño judío que rompía el vidrio de un vecino no-judío no era una travesura infantil, era una tragedia.
Igualmente lúcida es la denuncia de Lewinsky del antisemitismo más “aggiornado”, el que asocia a todos los judíos del mundo con los “crímenes” presuntamente cometidos por el Estado de Israel, que tiene la insolente manía de defenderse cuando es atacado, algo que naturalmente no es mal visto cuando se trata de otros países.
Gerardo Romano sabe dar interés e intensidad al texto, sin ningún tipo de amaneramientos ni exageraciones. Encarna a su personaje con admirable naturalidad y sabe matizar sutilmente un texto que nunca resulta enfático, ni reiterativo, ni didáctico, ni panfletario. Toda una hazaña histriónica.
El gran actor argentino contó en distintos reportajes que antes que él se decidiera a poner en escena este texto, nueve actores rechazaron la oferta de hacerlo. No es de extrañar en la Argentina de los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel y el asesinato del fiscal Alberto Nisman
Por todo esto: a Gerardo Romano, Gracias por su arte y por su coraje.
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