“Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia” Elie Wiesel
“Demostradme si podéis, que la matanza de los niños encuentra alguna legitimación en el código de la guerra” Mayor Pietro Stellacci, Fiscal en el juicio contra Walter Reder, ex comandante de las SS responsable de la matanza de Marzabotto.
Veo las fotos en los diarios.
Edificios destruidos (algo que ya no asombra, ya no impacta).
Cadáveres de soldados y de terroristas (son hombres que murieron luchando, duele, pero no tanto)
Y de pronto veo alineados como pequeños soldaditos, uniformados por sus blancas mortajas, los cuerpos de niños. Y el dolor estalla en mi pecho.
Mueren de a cientos, de a miles. En Siria, en Irak, en Afganistán, en Pakistán, en Myanmar, en Kurdistán, ahogados en el Mediterráneo. Y son cientos y miles de semillas que no llegan a florecer, cientos y miles de proyectos de futuro truncados por la guerra, por la desesperación, por el odio.
Mientras tanto aquellas organizaciones como la ONU pasan su tiempo de reunión en reunión, y emiten declaración tras declaración, y oponen veto tras veto.
Y el tiempo pasa. El pequeño Mahmoud, que soñaba con ser jugador de fútbol, está gambeteando entre las nubes; y la pequeña Yazmine, que acunaba a su muñeca, ahora es acunada por ángeles. Y pueden cambiar los nombres, en lugar de Mahmoud llámenlo José y en lugar de Siria, Irak, Libia o Afganistán pónganlo en Venezuela o Colombia, o Brasil; o llámenlo Koko y pónganlo en Nigeria, en Sudán, o en Somalia. El lugar no importa, el resultado es el mismo. Niños muertos y un mundo indiferente.
Esto no es nuevo. Cuando un millón y medio de niños de mi pueblo eran masacrados, nadie abrió la boca para condenar el crimen.
Pero un día las puertas de la ONU se abrirán repentinamente y un ejército de miles de soldaditos uniformados con blancas mortajas irrumpirá en la Asamblea, mirarán a los delegados con sus ojos tristes y todos al unísono dirán: “¿Por qué no actuaron?”
Foto:Se ve a niños heridos en un hospital en la ciudad sitiada de Douma, Ghouta Oriental, Damasco, Siria, el 23 de febrero de 2018.. (crédito de la foto: REUTERS / BASSAM KHABIEH)
triste verdad