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| lunes diciembre 23, 2024

TZAV-SHABAT HAGADOL 5778


Di-s manda Moshé transmitir a Aarón y sus hijos sus obligaciones y derechos como Cohanim (sacerdotes) que ofrecen Korbanot (ofrendas animales y vegetales) en el Santuario.

El fuego en el Altar siempre tiene que estar encendido. En el mismo son quemadas completamente las Ofrendas de Elevación; grasas de las ofrendas de Paz, Pecado y Culpa; y el “puñado” separado de las Ofrendas Vegetales.

Los Cohanim comen la carne de las ofrendas de Pecado y Culpa y los restos de las Ofrendas Vegetales. La Ofrenda de Paz es comida por aquél que la trae, excepto por las partes específicas que son entregadas al Cohen.

La carne sagrada de las ofrendas es comida por personas ritualmente puras, en su lugar santo designado y dentro del período de tiempo especificado.

Aarón y sus hijos quedan dentro del recinto del Santuario por siete días, durante los cuales Moshé los inicia en el sacerdocio.

FUEGO ETERNO

Según nuestros Sabios las ofrendas presentadas en el Altar eran quemadas por un fuego celestial. Sin embargo se ordenaba que los cohanim encendieran el fuego. ¿Qué aprendemos de esto? Las bendiciones Divinas provienen del Cielo, es sabido, pero para recibirlas tenemos que poner algo de nuestra parte, ¡ENCENDER NUESTRO FUEGO!

SHABAT HAGADOL

El Shabat anterior a Pesaj recibe el nombre de SHABAT HAGADOL. En este día recordamos el milagro acaecido en Egipto antes del Éxodo, cuando los judíos, siguiendo las directivas de Di-s., toman un cordero (una de las deidades egipcias), y durante cuatro días lo mantienen atado para sacrificarlo en Pesaj. No temieron a sus opresores, la orden Divina estaba primera.

Así también debemos actuar nosotros. No nos importe lo que piensen los demás pueblos: cumplamos lo que el Creador nos enseñó.

 

11 DE NISAN-NACIMIENTO DEL REBE DE LUBAVITCH

El Rebe de Lubavitch, Menajem Mendel Schneerson, nació el viernes 18 de abril de 1902 (11 de Nisan en el calendario hebreo) en la ciudad ucraniana de Nikolaiev. Su padre, Rabi Levi Itzjak Schneerson, fue un renombrado cabalista y talmudista; su madre, la Rebetzn Jana, una mujer aristocrática de una prestigiosa familia rabínica. A los 7 años, el Rebe se mudó con sus padres a la ciudad de Iekaterinoslav (hoy, Dnepropetrovsk), donde Rabi Levi Itzjak fue nombrado rabino principal de la ciudad.

Aquellos eran años turbulentos para los judíos de la Rusia zarista, que eran sometidos a pogromos y persecuciones. La Rebetzn Jana contó en una ocasión, en 1905, que muchas familias judías estaban escondidas en un sótano mientras el salvaje pogromo se desataba afuera. Los bebés y los niños pequeños lloraban y gritaban aterrorizados por el miedo. Los esfuerzos frenéticos de los padres por calmarlos eran vanos y, solamente, servían para aumentar la ansiedad y el temor de los pequeños. El peligro de ser descubiertos era inminente. Fue el pequeño Mendel, apenas un poco más grande que los demás bebés, quien resolvió la situación yendo de un bebé a otro acariciándolos o brindándoles una dulce melodía para calmarlos.

Años más tarde, el Rebe describió su infancia como un tiempo en el que su visión del mundo y sus objetivos ya estaban formados. En efecto, él tenía una visión única sobre la niñez, visión que exponía en sus enseñanzas y ponía en práctica en sus programas. El Rebe veía al niño no solamente como un adulto en formación, sino como a una persona con sus propias fortalezas: integridad, fe, confianza, energía, entusiasmo, sed de aprender, conciencia, sentido de misión. Todas estas son cualidades de los niños que deben ser cultivadas y emuladas por los adultos. Esto no quedaba solamente en la teoría. En el año 5741 (1980), el Rebe fundó la organización internacional «Tzivot Hashem» (El ejército de Hashem) «un ejército» para niños, cuya misión principal era traer la redención. Desde el comienzo de su liderazgo, incluyó a los niños en sus campañas.

Varias veces al año, el Rebe participaba en los congresos de niños que se realizaban. Él se dirigía a ellos en su idioma y les daba «misiones». (www.es.chabad.org)

El Verdadero Valor

Uno de los mandamientos que aparecen en esta parashá es limpiar las cenizas del altar. Ciertas partes de los sacrificios eran quemadas y los sacerdotes debían quitar las cenizas diariamente antes del amanecer. Ésta era la única sección del servicio del Templo que era realizada según el orden de llegada. Las demás secciones del servicio eran asignadas con anterioridad. Pero respecto a sacar las cenizas, quien deseaba hacerlo debía llegar primero y esperar en fila.

Uno podría pensar que para un trabajo tan simple e incluso degradante – que se asemeja casi al trabajo de un conserje – sería sumamente difícil encontrar quien lo realizase. Existían muchas tareas más glamorosas en el Templo, como el encendido de las velas o el quemado del incienso.

Sin embargo, ocurría justo lo contrario. Eran tantos los sacerdotes que deseaban limpiar las cenizas diariamente, que estos corrían sobre la rampa del altar para llegar primero. Cierta vez, corrieron tantos sacerdotes por la rampa que uno de ellos cayó y se quebró la pierna.

En nuestra generación, solemos juzgar a la gente según el prestigio de su profesión o según su posición económica. Un abogado que gana muchísimo dinero por defender a esposos abusadores puede ser más respetado que otro que defiende gratuitamente a mujeres abusadas. Es un sistema de valores un poco complejo. Defender a un criminal puede ser muy lucrativo, pero eso no te convierte en una buena persona.

Obviamente, la verdadera evaluación de una persona no debería basarse en la cantidad de dinero que gana o en si su trabajo impresiona a la gente. El verdadero valor de la persona se encuentra en su contribución a la familia, amigos y a la sociedad en general.

Los sacerdotes entendían que limpiar las cenizas – remover los deshechos Divinos por así decirlo – era un gran honor. No porque lo dictara la sociedad ni porque fuera bien pagado. Sino porque si Dios quiere algo, por definición ese algo es bueno. Y el esforzarnos para hacer algo bueno es realmente lo que nos da valor.

Entonces, si deseas competir hazlo en bondad y no en honor o riqueza. Si debe haber una carrera, que sea hacia el altar de nuestra propia divinidad. Los sacerdotes corrían para recoger los deshechos, no porque el acto mismo fuera significativo, sino porque Dios así lo había ordenado.

Hay muchas cosas que la gente valora y que carecen totalmente de sentido. De la misma forma, hay otras muchas cosas en la vida que no son valoradas y que sí son buenas y significativas. No juzgues por la riqueza ni por cómo piensan los demás. Juzga por lo que honestamente consideras bueno. Y hazlo sin importar lo indecoroso y desagradable que parezca ante los ojos ajenos porque, a la larga, eso sí es digno de alabar. (www.aishlatino.com)

 
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