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| jueves noviembre 21, 2024

Religión y poder político

El eterno debate en Oriente Próximo y norte de África


Según un estudio sobre religiosidad realizado por la red de investigación Barómetro Árabe entre finales del 2018 y la primavera del 2019 (replicado por la cadena internacional BBC en idioma árabe), aplicado en países como Irak, Túnez, los Territorios Palestinos, Jordania, Líbano, Yemen, Egipto, Libia, Argelia, Marruecos y Sudán, donde participaron un total de 25.407 personas, arrojó resultados muy llamativos y que deben ser tomados en consideración en próximos estudios para la región del Medio Oriente y Norte de África (MENA).

El primer dato interesante que arroja la investigación es que al menos el 18% de la población menor a los 30 años se consideraba a sí misma no religiosa, si no más bien de una posición laica o secular, siendo Túnez el país con el más alto porcentaje entre personas identificadas a sí mismos como seculares, según recoge notadel diario El Correo del Golfo en el mes de junio. Manifiesta el mismo diario árabe en español que hay un declive en cuanto a los partidarios de agrupaciones ultrarreligiosas como el Hamás, Hezbolá y la Hermandad Musulmana; sin embargo, es llamativo considerar que uno de los personajes políticos que más respaldo popular tiene es el presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, quien supera a otros líderes, incluyendo a los de grandes potencias como EE. UU. y Rusia.

Siempre es importante este tipo de estudios porque dan a entender que hay leves cambios en paradigmas de carácter religioso que hasta este momento se habían alterado poco. Y es que se debe tomar en consideración que en el islam no hay desde un punto de vista dogmático una separación entre política y religión, sino que, desde una interpretación conservadora, el profeta Mahoma cumplió con un rol de líder político y religioso al mismo tiempo.

Lo anterior queda establecido de esta manera a través de la interpretación de algunos de los hádices y en particular también en lo recopilado en la Sirah que trata sobre la vida del profeta, lo que le permitió por ejemplo tener pactos con tribus influyentes, armar un poderoso ejército con el cual se defendió a los creyentes y se expandió la religión, además de poder enviar emisarios a tierras lejanas, permitir la participación política de los creyentes o advertir a gobiernos para que no se opusieran al mandato del islam.

Un ejemplo de este último elemento queda reflejado en el libro Makatib al-rasul recopilado por el Ayatollah Ahmad Miyanagi quien dice:

Muhammad (BP) nombró a Rufâ’ah Ibn Zaîd representante suyo, enviándolo entonces a su gente con una carta con el siguiente contenido: «En el nombre de Alá el Compasivo, el Misericordioso. Esta es una carta de Muhammad (BP) el Enviado de Dios, por la cual he nombrado a Ibn Zaîd, portavoz para que invite a su gente a aceptar a Dios Único y a su Mensajero. Aquél que acepte estará de parte de Dios y de su Enviado, y aquél que rehúse únicamente contará con dos meses de plazo».

De esta manera se ve como el rol es de carácter religioso (proselitismo), pero desde un punto de acción política, al promover un papel de emisario para que todos aceptaran la religión del profeta con un plazo establecido, de lo contrario esto podría acarrear una consecuencia que no aparece en el texto.

En términos generales los sabios musulmanes siempre han contemplado una armonía de colaboración entre ambos proyectos; tanto el religioso como el político considerando que tanto la ley del Corán como la Sunna deben estar como bases de comportamiento en todos los ambientes de la sociedad.

Abul Hasan Mâûardî en su obra Ahkâm Sultânîîahdice manifiesta que los asuntos se encomiendan al ûalî o dirigente religioso.

Dios Todopoderoso dice:«¡Oh, creyentes! Obedeced a Alá, obedeced al Enviado y a aquéllos de vosotros que tengan autoridad…».

(An Nisâ, 4:59).

De este modo, el versículo da poder proveniente de lo divino a quienes tienen algún tipo de autoridad y hay una obligación en obedecer.

Esa unión casi irrompible entre religión y política hace que no se den cambios dramáticos en el liderazgo islámico de la actualidad; pese a lo que menciona de manera positiva el artículo tomado del Barómetro Árabe citados por la BBC. Hay una cuestión de interpretación que va a mantener dominio, si bien no todos los gobiernos están administrados por líderes religiosos, al mantenerse este ligamen entre ambos elementos (religión y vida política), los manejos van de la mano y existe un marcado temor para no salirse mucho de la línea por temor a ser marcados como herejes o blasfemos contra la religión.

A esto, una reforma se complicará por cuanto no es visto de manera positiva que se haga una exégesis del Corán de otro modo que no sea el religioso, de igual forma que mucho del comportamiento social tiene una interpretación de «cómo habría actuado el profeta en determinada situación».

Es así como por ejemplo, las aleyas del Corán tienen una base de interpretación (Tafsir) que irá de la mano por quienes recibieron el Corán de forma directa ya sea oral a como posteriormente se transmitió de manera escrita, luego está la interpretación de la Sunna del profeta, sumada la interpretación de los amigos del profeta (principalmente los cuatro califas y cercanos), tomando en consideración que la interpretación debe ir basada en el idioma en que fue recibida originalmente (árabe) y que las opiniones interpretativas posteriores son «valederas», siempre y cuando no contradiga una posición anterior categorizada como dogmática.

Por lo mencionado anteriormente es que se consideraría un suicidio intentar promover un movimiento de reinterpretación de los textos que pretendan quitarle el rol que la religión juega a lo interno del ordenamiento jurídico y político de los Estados gobernados por el islam, o que peor aún, pretendan no solo que haya un cisma entre religión y gobierno, sino que se promueva la apertura para dejar por la libre la práctica o no de los dogmas de la religión.

Sin embargo, no se puede considerar que esto sea del todo imposible y es probable que aunque por el momento no se escuchen con tanta vehemencia considerables cambios, en los próximos años el aumento de ese porcentaje de personas que consideran la religión un tema secundario o terciario entre el mundo musulmán pueda crecer y quizás no desarraiguen del todo la identidad de la «Nación Islámica», pero sí sepan marcarle el terreno para que haya otras interpretaciones más allá de lo que principios interpretados de forma lineal desde hace más de 14 siglos se realizó.

Un ejemplo quizás de este comportamiento renovador podría ser el imán iraní Mohammed Tawhidi quien se denomina a sí mismo como el «imán de la paz» y que pese a que sabe el riesgo al cual se expone por sus ideas tan «revolucionarias», continúa realizando una labor de acercamiento con otras religiones, a la vez promueve su interpretación del islam (chiita) y deja claros los límites hasta los cuales llega la religión y a partir de donde se respeta el Estado de derecho, quizás como él hayan otros y quizás esto pueda dar el ejemplo de cómo los valores de la religión que son impuestas por los humanos y no los dioses no están escritos en piedra y se pueden renovar ante un mundo en constante cambio, no tirando a la basura los principios y valores que puedan ser valiosos, sino darles un aporte conforme a las necesidades de las nuevas generaciones, esto último por supuesto obedece a una esperanza quizás ingenua de quien escribe estas líneas.

 
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