Mi nombre es Graciela Braverman, tengo 54 años y estoy casada hace casi 32 con Marcelo. Tenemos 3 hijos, dos nenas y un varón. Nací en Buenos Aires, viví hasta el 2001, momento que hicimos aliá, con los 3 chicos que tenían 12, 9 y 4. En Israel tenemos una miniempresa de mantenimiento de edificios. La aliá fue un paso grande, difícil porque lo hicimos solos dejando en Buenos Aires a nuestra familia y afectos más cercanos: padres, hermanos, sobrinos, amigos. Después de 18 años estamos insertados en esta sociedad, convivimos y lidiamos con nuestra nostalgia. La matamos con idas a Buenos Aires y allí disfrutamos de la familia y los amigos. Estamos muy contentos de estar acá, en Israel.
¿Qué hacías vos cerca del edificio de AMIA ese día?
Yo empezaba a trabajar en AMIA el 18 de julio de 1994, exactamente tenía que llegar a las 10 de la mañana. La semana previa había estado en muchas reuniones dentro del edificio, en diferentes horarios y a las 10 de la mañana de ese fatídico día, empezaba a trabajar. Escuché el estruendo en el colectivo, me bajé, nadie sabía que pasaba. Empecé a caminar en dirección a Pasteur. De pronto, todo se llenó de ambulancias, bomberos, policía. La gente gritaba. Sentí un fuerte olor a pólvora. Fue una sensación devastadora. No sabía bien qué pasaba. No recuerdo haber llegado a la puerta de lo que era AMIA. Gente amiga me contó que me vio allí. Tengo un vago recuerdo que mientras corría escuché que habían puesto una bomba en AMIA. No tenía celular, no me pude comunicar con mi familia. Ellos sabían que yo tenía que estar a las 10 ahí. El atentado ocurrió 7 minutos antes. Recuerdo la confusión: gritos y llantos. Pude comunicarme con mi casa y volver fue una sensación espantosa. Llegué a mi casa y mi familia me estaba esperando. Federico tenía 5, Micaela tenía 3, yo le había prometido que los iba a llevar al cine porque empezaban las vacaciones de invierno a ver una película de Los Picapiedras.
La gente que trabajaba en AMIA tuvo asistencia psicológica. Los días siguientes fuimos allí a tratar de ayudar en lo que se pudiera, a no estorbar. Fueron días tristes y largos.
En el 92 había ocurrido lo de la Embajada, mirando para atrás, pensás que era algo que podía suceder?
Nunca pensé que podía pasar algo semejante. Yo estaba en casa en el momento del atentado a la embajada, con una beba que no caminaba y mi hijo Federico estaba en el schule. Fui corriendo a buscarlo, al igual que otras mamás.
¿Qué pasa por tu alma cada 18 de julio?
Mi alma tiene un relojito que me avisa que se acerca el 18 de julio, a veces sin estar muy consciente de la fecha. Es una angustia que aparece de a poco. Cada 18 de julio es duro, mi alma nunca se va a olvidar. Son sensaciones muy fuertes, muy tristes.
¿Qué pensas, hoy mirando para atrás 25 años, de estos años de impunidad y falta de justicia?
Nada me sorprende en estos años de impunidad y falta de justicia en la Argentina de antes y en la de ahora. En Israel, hace años mataron al presunto autor intelectual del atentado de la AMIA (Mugníyah) en un operativo selectivo, pero en Argentina dicen que no saben quiénes fueron y no hay culpables Yo no lo creo. Estamos hablando de Argentina y sabemos como funciona y no funciona la justicia argentina.
Nací de nuevo ese día. Me rondó siempre en la cabeza, pienso que no es casualidad que viva en Israel y después de ese día que volví a nacer, tuve una nueva hija que tiene 23 años , que es un sol. Tal vez a los lectores les suene raro que yo me sienta tan segura en Israel, cuando es un país donde hay atentados, pero es la verdad, se que la justicia funciona, la gente que la hace, la paga. A pesar de estar rodeados de enemigos, de que haya guerras, yo estoy muy pero muy segura en Israel.
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