“Es hora de avanzar por el camino de la paz”
Gabriel Bacalor
En esta entrevista realizada por el analista Gabriel Bacalor, el Coronel (R) del ejército israelí Shaul Arieli, quien tuviera a su cargo la evacuación de los asentamientos judíos de la Franja de Gaza, ofrece su visión acerca de la acuciante realidad del Medio Oriente. Invitado recientemente a la Casa Blanca y al Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, sostiene que la paz y la seguridad son las dos caras de la misma moneda.
El Coronel Shaul Arieli, ordenando el desmantelamiento de los asentamientos israelíes de Gaza.
Fuente: Shaul Arieli Archive; 1994
-¿Qué consecuencias tiene para Israel la primavera árabe?
-¿Por qué la revolución en Siria aún no ha logrado los mismos resultados que en Egipto, Túnez y Libia?
-¿Representa el programa nuclear iraní una amenaza para Israel?
-Considero que la mayor parte de la responsabilidad en la suspensión de conversaciones directas, desde septiembre de 2010, corresponde al gobierno israelí. Netanyahu no acepta los llamados “términos de referencia” acordados en la Cumbre de Annapolis de 2007, que reconocen la creación de un Estado Palestino dentro de los límites del ´67 con intercambio de territorios, es decir, transfiriendo a Israel asentamientos judíos en Cisjordania a cambio de otras tierras.
–El gobierno israelí sólo pide que los palestinos reconozcan a su país como Estado Judío. ¿No le parece una demanda lógica?
-En cuestiones tan sensibles, lo que resulta ilógico es cambiar las pautas de la negociación, luego que la contraparte está dispuesta a darnos lo que pedíamos. ¿Por qué Israel no quiso negociar con los palestinos hasta comienzos de la década de 1990? Porque los palestinos no aceptaban las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que implicaban el reconocimiento del derecho a la existencia de Israel. Ahora que nos dan lo que queríamos, tampoco nos alcanza y exigimos nuevas condiciones: el reconocimiento del Estado judío, el manejo del agua, el control del espacio radioeléctrico… No me parece serio.
–Netanyahu dice que un Estado Palestino en Cisjordania, comprometería la seguridad de Israel. ¿Cuál es su visión al respecto?
-Considero que la mayoría de la gente no sabe de qué hablamos, cuando nos referimos a un Estado Palestino. En caso que hubiera un acuerdo, ese Estado Palestino estaría completamente desmilitarizado; las fuerzas de seguridad palestinas se encargarían de los asuntos internos, y habría efectivos de la OTAN para garantizar la paz en las fronteras. Además, el ejército israelí contaría con autorización para utilizar el espacio aéreo del nuevo Estado y dispondría de estaciones de alerta temprana para la prevención de eventuales ataques. En este contexto, si la seguridad de Israel se viera comprometida y decidiera intervenir militarmente, tomaría sólo unos pocos días recuperar el control del terreno. En síntesis, la postura de Netanyahu y sus argumentos respecto a la seguridad, no responden a la necesidad sino a razones exclusivamente políticas e ideológicas.
–Aún así, ¿se podría decir que en caso de avanzar hacia un acuerdo, Israel estaría asumiendo un riesgo?
– Ni la guerra ni la paz son pólizas de compañías de seguros. Siempre se asumen riesgos; pero es necesario preguntarse cuáles son los escenarios posibles y evaluar los pros y contras de cada uno. El primer escenario sería alcanzar, primero, un acuerdo con los palestinos y más adelante con Siria, cuando en ese país las cosas estén más claras. En base a la propuesta de paz de la Liga Árabe, Israel normalizaría sus relaciones con el mundo musulmán pero, también, estaría asumiendo el riesgo de una intensificación del conflicto. Sin embargo, está claro que la profundización del status quo no es una alternativa inteligente para ninguno de los pueblos, pues nos conduce inexorablemente a la intensificación del problema. Por ello, yo sostengo que, en este difícil balance de intereses, acordar con los árabes es lo mejor para Israel.
-¿Por qué el gobierno israelí autoriza la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania?
-¿Qué le diría a un colono judío, convencido que a través de sus acciones está favoreciendo la causa sionista?
-Le diría que su sionismo es diferente al mío. Mi sionismo, que también es el sionismo de Hertzl, Ben Gurion, Jabotinsky, Waitzmann y Moshe Sharet, pone en el centro al Pueblo de Israel y es laico y democrático porque responde a valores judíos y universales. En cambio, el sionismo religioso de muchos colonos, cuyos referentes son los rabinos Kook, pone su epicentro en la Tierra de Israel y está dispuesto a renunciar al carácter democrático del Estado Judío, para retener toda la tierra.
–Un sector de la derecha israelí, sostiene que Jordania debería ser el Estado Palestino. ¿Cuál es su postura en relación a esta iniciativa?
-La propuesta carece de racionalidad histórica, jurídica y militar. Ya en el acuerdo de Sykes-Picot de 1916, un año antes de la Declaración Balfour, estaba claro que en la actual Jordania se erigiría un Estado árabe. De hecho, en 1919, durante la Conferencia de Paz de París, el movimiento sionista reclamó para su territorio 18.000 kilómetros cuadrados, y no los 90.000 kilómetros cuadrados que hoy involucran a Israel y Jordania. Por ende, plantear que Israel “renuncia” a Jordania para que sea el Estado Palestino, es una falacia histórica. Además, no existe ninguna forma de trasladar a Jordania a casi un millón y medio de árabes israelíes y a dos millones y medio de árabes cisjordanos. Finalmente, en el plano militar, Israel empeoraría drásticamente su posición estratégica, ya que en lugar de lidiar con un Estado Palestino desmilitarizado tendría que hacerlo con las fuerzas armadas jordanas.
-¿Por qué usted se enfrentó al Ministro Lieberman, cuando propuso transferir parte de la población árabe-israelí al futuro Estado Palestino?
El plan de Lieberman abriría una caja de Pandora que acarrearía múltiples conflictos de solución incierta, entre ellos la valoración del patrimonio que les corresponde a los árabes-israelíes, el trato a las minorías en Israel y la redefinición de la ciudadanía en relación a la localización geográfica de las personas. Asumiendo que Israel decidiera lidiar con todo esto, en el mejor de los escenarios se estaría transfiriendo entre el 8 y el 10% de la población árabe-israelí al futuro Estado. Por suerte, el Plan Lieberman ha recibido el rechazo conjunto del gobierno israelí, del mundo árabe, de la Autoridad Palestina y de la comunidad internacional. Una reacción unánime que sólo Lieberman es capaz de lograr.
-Usted fue uno de los principales militares que sugirió a Ariel Sharon la construcción de la barrera de separación entre Israel y Cisjordania. ¿Ofrece esta barrera la seguridad que esperaba?
-Cuando desde el Consejo de Paz y Seguridad, pedimos a Sharon que construyera la barrera, lo hicimos en base a criterios de defensa. Lamentablemente, su construcción ha respondido a argumentos políticos y de colonización. Esta situación nos llevó a brindar asesoramiento a la Corte Suprema de Justicia de Israel, la cual, finalmente, exhortó al ejército a realizar ciertos cambios que requeríamos. En la actualidad, la barrera colabora con la seguridad de Israel, pero también debemos reconocer que el principal factor de reducción de los atentados suicidas, es la cooperación bilateral entre las fuerzas de seguridad que comanda el Presidente Abbas y el ejército israelí.
-¿Continúa considerando que esta clase de obstáculos garantizan la seguridad?
-Las barreras por sí solas no brindan seguridad. Observemos sino a la Franja de Gaza, donde Israel ha construido una barrera similar y sin embargo, no ha logrado evitar el terrorismo. En el caso de la barrera de Cisjordania, ya se construyó el 60% de los 800 kilómetros planificados y presenta 3 importantes brechas, pero la separación más significativa es la evidente disparidad socioeconómica. El ingreso per cápita cisjordano es 15 veces menor que el israelí. Si tomamos como parámetro de comparación la misma relación entre Méjico y Estados Unidos, que es de cuatro veces, se puede comprender la magnitud de la disparidad que separa la barrera.
–De acuerdo a la Ley de Jerusalén sancionada por la Knesset en julio de 1980, esta ciudad es la capital indivisible del Estado de Israel. ¿Qué ocurre en la práctica?
-Jerusalén está dividida en casi todos los aspectos de la vida comunitaria. Los 300.000 árabes que viven en Jerusalén Oriental tienen sus propios sistemas de educación, de salud, de transporte, de esparcimiento, de comercio y de industria. El desinterés de la policía israelí por lidiar con el alto nivel de delincuencia y pobreza en esa parte de la ciudad, ha generado la anarquía necesaria para que Hamas se haga del control político de Jerusalén Oriental y acabe imponiéndose, en absolutamente todos los barrios, durante las últimas elecciones al parlamento palestino.
-¿Cómo sugiere normalizar el status de Jerusalén?
-Comparto la visión del ex presidente Clinton, de dividir la ciudad entre barrios israelíes y palestinos, en función de la identidad de su población. Así, las fuerzas leales a Abu Mazen podrían desarticular a Hamas, de la misma manera que lo hicieron en Cisjordania, básicamente impidiéndoles actuar en escuelas y mezquitas. Con respecto a la ciudad vieja de Jerusalén, que contiene más de cien lugares santos para todas las religiones, es decir, tanto para el Judaísmo, el Cristianismo como el Islam, considero que habría que ponerla bajo la administración de fuerzas internacionales que garanticen el acceso de todos, a los lugares sagrados.
-¿Qué soluciones considera factibles de implementar para resolver el problema de los refugiados palestinos?
-A pesar de lo que muchos piensan, existe alto consenso entre Israel y la Autoridad Palestina respecto a este tema. Desde 1988, la OLP acepta que una solución justa al problema de los refugiados, no puede poner en riesgo el equilibrio demográfico de Israel. Además, de los 5 millones de palestinos que la agencia UNRWA de las Naciones Unidas señalaría finalmente como refugiados, más del 50% ya viven actualmente en Israel, Cisjordania y Gaza; mientras la mayor parte de los que habitan fuera de estos territorios, no manifiestan intención de volver. En síntesis, los palestinos reclamarían esencialmente resarcimiento económico y quienes soliciten el otorgamiento de una ciudadanía, serán mayormente incorporados al Estado Palestino, mientras que Estados Unidos, Canadá, Argentina e incluso Israel, habilitarían un número simbólico de ciudadanías, como parte del acuerdo.
-¿Cree que Abu Mazen verdaderamente quiere la paz con Israel?
-Abu Mazen quiere un Estado Palestino, y sabe que el medio para lograrlo es un acuerdo con Israel. Por ese motivo, y no por amor a Israel, acepta los términos de referencia de la cumbre de Annapolis; en tanto quién lo rechaza es el gobierno israelí cuando cuestiona los límites de 1967 como base del acuerdo. Los términos de referencia equivalen a las líneas amarillas que demarcan una ruta. En una ruta podemos trazar dos cruces, cuatro carriles u ocho semáforos y nada de eso va a modificar nuestro destino. En cambio, si transgredimos las líneas amarillas, vamos a terminar en cualquier parte. Netanyahu dice “negociemos sin líneas amarillas”, lo que significa desestimar todos los progresos alcanzados hasta hoy.
-¿Considera que la reciente formación del Gobierno de Unidad Nacional en Israel podría generar avances en el proceso de paz?
-No, porque el problema no está en la coalición de gobierno, sino en el Likud. A diferencia de lo que muchos creen, no son Shas ni el partido de Lieberman los que frenan el proceso de paz. Del contacto habitual que mantengo con varios ministros del gobierno, sé que Netanyahu no tiene luz verde en su propio partido para avanzar en una solución basada en los límites del ´67; y ese es, a mi criterio, el principal error de la comunidad internacional, que presionan contra Netanyahu, cuando en realidad deberían generar condiciones para que el partido gobernante cambie su postura.
-¿Qué puede hacer América Latina para facilitar el diálogo?
– El mundo se encuentra en un proceso de cambio. Frente a la actual crisis económica internacional, los latinoamericanos deben comprender que juegan un rol mucho más importante que antes. Pienso que es fundamental que Latinoamérica ofrezca soporte político, económico y diplomático al Presidente Abbas, para que pueda enfrentar a los grupos terroristas opositores y financiados por Irán. Asimismo, es importante que los comunicadores eludan la tentación mediática de demonizar al Estado Judío, actitud en la que frecuentemente incurren ciertos periodistas vinculados a las izquierdas latinoamericanas y que, en cambio, brinden su apoyo a quienes, desde Israel, trabajamos tenazmente para alcanzar soluciones negociadas.
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