John Hannah
7 de agosto, 2012
Hace poco regresé de un viaje a Israel. Me reuní con un puñado de altos representantes de asuntos de política exterior y defensa. No hablé con ningún miembro del “Foro de los Ocho”- gabinete de seguridad de Israel, es responsable de las decisiones claves concernientes a la guerra y la paz. Con esa importante salvedad, quiero compartir, al azar, varias impresiones.
Primero, los israelíes se dan cuenta, por completo, que están en medio de un huracán geo-político. Los pilares que anclaron, durante una generación, para su estrategia de seguridad nacional está desapareciendo bajo el agua, inundados por una corriente de creciente islamismo. El Egipto de Sadat, Mubarak y Camp David ya no existen más. Jordania, el otro crítico socio de paz de Israel, está bajo una enorme tensión. La –alguna vez- vibrante relación militar con Turquía se marchitó. Siria está inundada de sangre, planteando la posibilidad de perder WMD (armas de destrucción masiva), un paraíso jihadista seguro, y un caos generalizado sobre aquello que, por casi cuatro décadas (a pesar de la duradera hostilidad del régimen de Assad) fue el frente más calmo de Israel.
Todo esto sin dejar de considerar la amenaza pre-existente de Hezbollah en Líbano, con 50.000 misiles y proyectiles en su arsenal, y patrocinadores en Teherán empeñados en el infierno de adquirir armas nucleares con las que aterrorizar Medio Oriente, al servicio de su particular y virulenta marca de antisionismo.
Segundo, mientras están profundamente preocupados con el malestar que los rodea, los representantes israelíes irradian un grado de confianza calma que les posibilita pilotear esta tormenta. No detecté ninguna sensación de pánico sino, más bien, la determinación- con mirada de acero- de hacer lo que fuera necesario para garantizar los intereses centrales de Israel. Dado el grado de incertidumbre inherente en las actuales revueltas regionales, sería exagerado decir que, los israelíes, aún están en las puertas de desarrollar alguna nueva grandiosa estrategia. Pero se puede discernir algunos principios básicos, surgidos para ayudar a navegar en esta turbulencia que continuará enturbiando a la región en el futuro previsible. Tres en particular se destacan:
Estar preparados, militarmente, para responder y contener crisis repentinas con un anuncio muy rápido. Los disparadores del conflicto se multiplicaron exponencialmente y pueden provenir de cualquier dirección, en cualquier momento- un ataque terrorista desde un Sinaí anárquico (como se presenció el pasado fin de semana); armas químicas en Siria; choque fabricado por Hezbollah en el norte; o la inestabilidad, a gran escala, que amenaza a la monarquía jordana. Las posibilidades son infinitas. Agregando al desafío: el hecho que los dramáticos cambios políticos (líderes no puestos a prueba, estructuras azarosas de toma de decisión, presiones políticas, etc.) incrementen el riesgo que, un incidente menor escale, con rapidez, y de modos inesperados.
A menos que esté amenazado en forma directa, ejercitar una enorme cautela sobre la volatilidad de las fronteras de Israel. Ahora no es tiempo para movimientos precipitados. Más bien, es momento de observar, analizar y recabar inteligencia; priorizar los desafíos y alentar los recursos nacionales, para evitar desviar energías al ser arrastradas, de modo innecesario, hacia el torbellino de las revoluciones árabes. En verdad, encontré a los representantes israelíes evaluando, con humildad, su capacidad de influenciar en el drama histórico que ahora se está desarrollando en sus alrededores.
Hacer lo que sea necesario para evitar que Irán obtenga capacidad militar nuclear. En medio de todo el Sturm und drang creado para desenmarañar el orden de Medio Oriente post Iª Guerra Mundial, hace que, los representantes israelíes, mantengan – como foco – un láser en la amenaza nuclear iraní. Los representantes israelíes opinan que frenar a los mullah en sus deseos de cumplir con sus ambiciones atómicas y las opciones de llegar al otro lado del Despertar Árabe de manera relativamente positiva, se incrementan de modo considerable. Fracasar en ese logro y la oscura sombra del radicalismo en expansión, la proliferación nuclear y la violenta inestabilidad que abatirán la región, plantean una amenaza sin precedentes –e inaceptable- no solo a la supervivencia de Israel sino, también, a los intereses vitales estadounidenses.
Tercero, los representantes israelíes perdieron casi toda la fe que la actual estrategia americana de negociaciones combinada con la presión económica en escala puede lograr a obligar a Irán a echarse atrás. Necesitan esforzarse para destacar cuánto valoran el fuerte apoyo de la Administración Obama sobre las necesidades de seguridad de Israel, así como las excelentes vías de comunicación que establecieron en los más altos niveles de la Administración. Aprecian profundamente los recientes, aunque tardíos, esfuerzos estadounidenses y europeos para imponer sanciones agobiantes a la economía de Irán. Pero, a esta altura, los representantes israelíes sugieren que la única opción para que la diplomacia coercitiva tenga éxito es si se engancha, con rapidez, a la amenaza creíble de un inminente y abrumador ataque americano. En el presente, desesperan. Ningún ultimátum, como tal, existe y la Administración Obama parece no tener la voluntad, o ser incapaz, de generar una. Y, lo peor, es que los iraníes lo saben. Hasta tanto el líder supremo Ali Khamenei permanezca convencido que el Presidente Obama no tiene ni la voluntad ni la intención de destruir, por la fuerza, su programa nuclear, las negociaciones están destinadas al fracaso (dejando a Israel y/o a EEUU sin más opción que la guerra para retardar la carrera de Irán hacia la bomba).
Cuarto, con rara excepción, los israelíes con quienes hablé tienen poco para no confiar en que, el Presidente Obama, actuará de manera oportuna para frenar a Irán de adquirir capacidad militar nuclear. “Políticamente, Obama tiene una de prevención”, me dijo un representante, “pero sustancialmente, se dirige hacia la contención”. Los israelíes destacan que, Obama, retrocedió de todo compromiso para frenar a Irán de ganar capacidad para producir armas nucleares. En su lugar el presidente solo habla de frenar a Irán más que de concentrarse en una bomba real. “Está preparado para permitirles conseguir que se gire, a distancia, el destornillador”, destacaron varios israelíes. “Nosotros, no”.
Para las mentes israelíes, un compromiso estadounidense genuino sería apuntalar una campaña resuelta para convencer a los líderes de Irán que un ataque violento militar masivo sería inevitable si, en el corto plazo, no ceden. Creen que el presidente y otros altos representantes estadounidenses hablarían más frecuentemente al pueblo americano sobre la amenaza a los intereses vitales estadounidenses que plantea un Irán nuclear. En su lugar, los representantes israelíes destacan, lo que Teherán hizo de una interminable exhibición de apretón de manos americana sobre el posible uso de la fuerza, personificado por una serie de advertencias públicas contra toda acción militar israelí, y la constante mortificación acerca del desfile de horrores que acompañarían a un posible choque con Irán.
Quinto, los israelíes toman el concepto de “zona de inmunidad” con seriedad. Creen que llegará el momento en que el programa nuclear militar de Irán esté tan bien enterrado que, Israel, por sí mismo, no tendrá la suficiente capacidad para infligir un daño significativo a pesar que, el poder militar estadounidense, sería capaz de montar un exitoso ataque más allá de este punto. Sin embargo, los representantes israelíes detestan permitir que surja esta situación. En verdad, están convencidos que, frente a esa amenaza existencial a toda supervivencia del Estado judío, sería “absolutamente inaceptable” para cualquier primer ministro israelí permitir que ese tema saliese de manos israelíes; incluso si la entrega es para el aliado más confiable de Israel: EEUU. Los israelíes con los que hablé insisten en que, aun en las mejores circunstancias (con un presidente americano en quien hubiera total confianza) esa dependencia iría contrario al completo ethos de Israel y todo lo que representa. Cuán cerca Irán está de alcanzar la zona de inmunidad, mis interlocutores israelíes no lo dirán con exactitud. Pero dejan poca duda que están peligrosamente cerca (en el mejor de los casos, una cuestión de meses, no años). Me dijeron que, los militares israelíes, presentaron sus opciones detalladas para atacar el programa nuclear de Irán a los líderes políticos de Israel, y “entramos en la fase de decisiones estratégicas”.
Sexto, mi impresión fue que la resolución de Israel de abordar, por su cuenta, el programa nuclear iraní no es mera fanfarronada; ni ningún amago táctico para impulsar una acción americana mayor a pesar que, ciertamente, sirva a ese propósito. Los representantes israelíes con lo que hablé eran serios al compartir sus evaluaciones y sus implicancias políticas. Tenían la apariencia de gente que preferiría alcanzar conclusiones muy diferentes si los hechos lo permitieran. Pero, con honestidad, creen que la realidad conspira para restringir las opciones de su país al tratar con una amenaza mortal. Todos, con claridad, amarían ver una solución diplomática. Y si la acción militar fuera necesaria, la mayoría preferiría que los militares estadounidenses condujeran el camino, por su habilidad para causar mucho más daño sustancial al programa iraní. Pero, como más de un representante israelí, me dijo con obvio lamento, “estamos forzados a tratar con el mundo tal como es no como desearíamos que fuera”.
Séptimo, mientras reconoce un vigoroso debate interno sobre el mejor curso de acción contra Irán, mis contactos israelíes expresan confianza calma en que el país estaría unido si el gobierno decidiera atacar. Valoran el significativo dolor que los ciudadanos de Israel podrían tener que soportar frente a cualquier represalia iraní, pero confían en dos cosas:
1) Israel se preparó adecuadamente para abordar todo el espectro de probables contingencias; y
2) el precio que paga Israel será mucho peor si a Irán se le permite adquirir capacidad militar nuclear.
Otra vez: es importante destacar que ninguno de los puntos mencionados se sustenta en conversaciones directas con los líderes de Israel. Pero lo que vale la pena, dejé Israel creyendo que un ataque a Irán era más probable que antes que llegara. Además, obtuve un sentimiento distinto: el momento de verdad para una decisión israelí de atacar se acerca, tal vez mucho más que lo que muchos aprecian. ¿Llegará antes de las elecciones de noviembre en EEUU? Los israelíes a los que les pregunté eran enérgicos en enfatizar que, un movimiento de esa importancia nacional, estaría basado, en su totalidad, en los intereses de seguridad israelíes y en el estado del programa nuclear de Irán (no en el calendario electoral de Estados Unidos). Pero cuando presioné, pocos reconocieron, y de mala gana, que asegurar el máximo apoyo estadounidense a la acción militar israelí sería una variable importante. Y no hay duda que muchos creen que igual aseguran el apoyo “a todo pulmón” de la Administración Obama; mucho antes que un electorado, abrumadoramente pro-Israel, vaya a las urnas.
Estamos viviendo en épocas trascendentales y peligrosas. De eso no hay dudas. Las fuerzas poderosas de la revolución, la tecnología y la ideología se mezclan de manera altamente inflamable. En algunos casos, el destino de las naciones pende de un hilo. El riesgo de América en cómo se despliega este drama, en una región tan vital a nuestros intereses nacionales parece, para mí, obvio (como lo es la propuesta que nuestra propio bienestar se sirve mejor manteniéndonos fuertes, apoyando a aquellos pocos amigos y aliados que, en verdad, tenemos en Medio Oriente (o alrededor del mundo, para ese tema) que plantean tanto la voluntad como la capacidad para actuar en concierto con nosotros para defender nuestros intereses y valores comunes contra quienes, dadas sus preferencias y los medios necesarios, seguramente nos destruirían.
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