¡Nos borraron del mapa!

Alberto Mazor

¡Nos borraron del mapa! Y la verdad, nos lo merecíamos. Éramos presumidos, altaneros, jactanciosos, engreídos, arrogantes y soberbios.

¡Nos borraron del mapa! Y la verdad, hicieron bien; muy bien. Nos creíamos los mejores del mundo, el pueblo elegido, una luz para los gentiles y las sobresalientes raíces de la civilización universal moderna.

¡Nos borraron del mapa! Y eso que el presidente Shimón Peres aseguró que a la hora de la verdad Obama y Estados Unidos no nos iban a abandonar, que nos extenderían una mano, que debíamos confiar en ellos. Nosotros le creímos. Después de todo por algo Peres lo habrá dicho, alguna razón habrá tenido. ¿Y que pasó? Los gringos ni siquiera nos miraron. Se esfumaron como humo de habano. Apenas empezó todo nos dejaron más solos que Adán en el Día de la Madre.

¡Nos borraron del mapa! Además, no lo tomamos en serio a Bibi, el único que entiende algo de todo esto. Escribió un libro entero sobre el tema. En estos últimos meses se quedó sin garganta advirtiéndonos que en el momento de enfrentarnos a la realidad, nadie nos prestaría atención; todos y cada uno de los que nos prometieron apoyo y ayuda, mirarían para otro lado y obrarían, antes que nada, de acuerdo a sus propios intereses. Y nosotros, los siempre sabelotodos, sordos como de costumbre, no hicimos más que considerarlo un irresponsable; y para colmo decíamos que es un inútil incapaz de gobernarnos. ¡Vergüenza nos debería dar!

¡Nos borraron del mapa! ¿Qué haremos ahora? ¿Seguiremos con ese verso del cerebro judío genial? ¿Del 10% de los Premios Nobel? ¿De que somos una superpotencia en alta tecnología, en agricultura, en ajedrez, en armamentos sofisticados y en ecología; en esas creencias idiotas de que tenemos las mejores universidades del mundo, el país con más árboles plantados, el ejército más poderoso de la región, la única democracia de Oriente Medio, las mujeres más hermosas y el kibutz?

¡Nos borraron del mapa! ¿Qué hacer? ¿Cómo aguantar la caída? ¿Cómo soportar tanta vergüenza y humillación? ¿Qué explicaciones le daremos a nuestros hermanos en la diáspora?

¡Nos borraron del mapa! Miro la tabla del medallero de los Juegos Olímpicos de Londres y veo países como Botsuana, Gabón, Tayikistán, Granada, Afganistán y Taipei. ¿De qué planeta llegaron? ¿Quién los conoce? Y ahora resulta que no sólo existen sino que también nos «robaron» las medallas.

Y por si eso fuera poco, Egipto, un país que se cae en pedazos, ganó dos; Irán, el que no soporta ni a mujeres ni a homosexuales, se quedó nada menos que con cuatro de oro, cinco de plata y tres de bronce.

¿Y nosotros, los israelíes? ¡Nos borraron del mapa! ¡No existimos! La delegación salió de aquí prometiendo el oro y el moro. «Tres medallas seguras», decían. «Cuatro en veremos, pero ahí nomás están», garantizaban. Y al final, nada, nothing, klum, gurnisht mit gurnisht, ni siquiera un premio consuelo, ni consuelo.

Tenía razón Bibi. A la hora de la verdad, no se puede confiar en nadie. ¡Si no yo por mí, quién por mí; y si no ahora, cuándo?

A pesar de todo, consiguieron borrarnos del mapa.

Y una reflexión seria para terminar sobre un interrogante que siempre me tiene intrigado: Si tanto quieren borrarnos del mapa, ¿Cómo explican que el 99% de los árabes israelíes no cambiaría este país por ningún otro Estado, palestino o chino, por más democrático y liberal que sea?

¿Cómo puede ser que siendo tan discriminados, marginados, segregados y excluidos, digan se sienten aquí – según ellos mismos – mejor que en cualquier otro lugar del mundo?

¿No sería un lástima borrarlos del mapa?

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