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| lunes diciembre 23, 2024

¿Desperdiciará Netanyahu la oportunidad que se le ha presentado?


Buena parte de los más vociferantes detractores de aplicar la soberanía sobre partes de la Margen Occidental son antiguos oficiales de seguridad que se sirven de su ascendiente profesional para asegurar ante la opinión pública que una decisión así entrañaría graves riesgos. Según estos individuos, la aplicación de la soberanía expondría a Israel a múltiples amenazas, y en todo caso sería una medida innecesaria.

Lo que se desprende de este enfoque es que la actual posición estratégica de Israel no presenta riesgos y es por tanto preferible a la que resultaría de la aplicación de la soberanía. Bien, se trata de una falsa representación de la realidad. Si el Gobierno israelí desperdicia la oportunidad que le ha ofrecido el plan del presidente Trump para aplicar la soberanía, los riesgos para el país serán múltiples y no inferiores a los presentes. Y es que Israel no podrá preservar para siempre su presencia temporal de seguridad en el Valle del Jordán.

El primer ministro Netanyahu ha de elegir entre los riesgos más o menos conocidos asociados a la aplicación de la soberanía y los riesgos menos conocidos pero sin duda graves asociados al colapso del statu quo. Para un buen número de militares de carrera, los peligros asociados a una retirada completa parecen haberse opacado. El Plan Allen de los tiempos de Obama, ideado por el general norteamericano John Allen, abogaba por una retirada total de las Fuerzas de Defensa de Israel del Valle del Jordán. Es también el plan básico para un acuerdo permanente que aparece en la web de los Comandantes por la Seguridad de Israel.

Para el entorno de la Autopista 6, una retirada total acarrearía la clase de amenaza que representan Hamás y Hezbolá. La opinión pública israelí debe sopesar los riesgos inherentes a la aplicación de la soberanía, por un lado, y los que entraña una retirada completa, por el otro; no es una tarea sencilla, habida cuenta de que estos últimos están siendo minimizados por miembros de la élite castrense.

Es importante insistir: el plan del primer ministro para aplicar la soberanía no afectaría a la inmensa mayoría de los palestinos residentes en las áreas A y B, que llevan bajo control de la Autoridad Palestina (AP) desde enero de 1996. Y si la AP decidiera dejar de existir, no es inevitable la restauración de una administración militar.

Al Gobierno israelí se le ha dado una oportunidad, que quizá no se vuelva a presentar, para promover sus intereses nacionales vitales e impulsar su futuro. Es una oportunidad no sólo para la expansión del control territorial sino para resituar a Israel como una nación que no trepida en actuar aun ante la presencia de amenazas. He aquí la materialización de la soberanía: poder político e independencia.

© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio

 
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