El presidente Trump es increiblemente poco popular entre los judíos estadounidenses seculares, a pesar de su enfoque innovador hacia la paz en el Oriente Medio y sus esfuerzos activos en nombre de Israel. Muchos judíos estadounidenses simplemente han dejado de preocuparse por Israel y por el judaísmo, un punto que no ha escapado la atención de las élites estadounidenses. Si los judíos dejan de preocuparse por sí mismos, nadie más lo hará.
El análisis numérico posterior a las elecciones estadounidenses ha revelado que entre el 70% al 75% de los judíos estadounidenses votaron por Joe Biden a pesar de los logros del presidente Donald Trump en nombre de Israel. Esto no es sorprendente, ya que todas las encuestas principales realizadas a los judíos estadounidenses muestran que ponen a Israel al final de su lista de preocupaciones políticas. Según un estudio del 2020 de la Fundación Ruderman, solo el 4% de los votantes judíos estadounidenses identifican a Israel como su primer o segundo tema electoral más importante. Alrededor del 43% prioriza la atención médica, el 28% prioriza el problema de la violencia armada y el 21% prioriza el Seguro Social y Medicare.
La fuerte inclinación de los judíos estadounidenses hacia el candidato demócrata en el 2020 es consistente con su historial de votaciones. Los judíos estadounidenses han sido fervientes partidarios del Partido Demócrata desde principios del siglo XX, sin importar quién lo dirigiera o quién representara al Partido Republicano. Para la mayoría de los judíos estadounidenses, Estados Unidos es esencialmente un sistema de partido único. Esto es irónico, ya que muchos de sus padres y abuelos llegaron a Estados Unidos para escapar de los regímenes autoritarios o totalitarios de Europa.
En términos generales, el Partido Demócrata ha sido amigable a lo largo de los años con las causas y preocupaciones judías, al menos en términos de sus declaraciones públicas. Pero el presidente Trump subió el estándar.
Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán. Su administración dejó de considerar ilegales los vecindarios israelíes en Cisjordania. Facilitó los Acuerdos de Abraham, que llevaron a la apertura pública de relaciones diplomáticas entre Israel y los Estados del Golfo de EAU y Bahrein. Emitió una orden ejecutiva contra el antisemitismo. Podría decirse que ningún presidente estadounidense aparte de Harry Truman – quien reconoció al recién nacido Estado de Israel, o Richard Nixon – quien suministró el puente aéreo crítico durante la Guerra de Yom Kippur, ha hecho más por los judíos y el Estado judío.
Muchos de estos logros fueron prometidos en la campaña electoral durante décadas por otros candidatos presidenciales de Estados Unidos, pero ninguno se cumplió hasta que Donald Trump asumió el cargo; sin embargo, su aparente amor por los judíos no es correspondido por los judíos estadounidenses. ¿Por qué no?
Trump no es una persona fácil que agrade. Es un hombre complicado, por decir lo menos. Algunos de sus rasgos de personalidad no son los que muchos desearían en un amigo personal. La mayoría de la gente reconoce que elegir a un presidente es diferente a hacerse amigo de alguien, pero muchos judíos estadounidenses —quizá muchas personas en general— quieren líderes por quienes puedan sentir afecto y que posean un carácter que respeten.
La aversion a su carácter es una razón válida para no votar por un candidato, pero no es suficiente para explicar el nivel excepcionalmente bajo de popularidad de Trump entre los judíos estadounidenses.
Como he vivido en San Francisco y sus alrededores, y tengo muchos amigos y conocidos judíos estadounidenses, puedo ofrecer algunos datos anecdóticos sobre el comportamiento de este grupo. Estos judíos seculares representan una franja particular de los judíos estadounidenses: laicos, superficialmente religiosos, fiscalmente liberales, socialmente intolerantes y educados para valorar la educación mas que el conocimiento.
Esta población se puede subdividir en dos categorías: una minoría que está dispuesta a conceder que Trump realizo grandes logros para los judíos e Israel, y una mayoría que es activamente hostil hacia Israel y no le da ningún valor a esos logros.
Si bien el primer grupo se inclina a minimizar la importancia de los logros de Trump en nombre de los judíos e Israel, están de acuerdo en que puso el «proceso de paz» en una trayectoria positiva, pero esto no es suficiente para superar su repulsión personal hacia Trump como persona, por lo que nunca votarían por él.
El segundo grupo, que es el más grande, muestra una tendencia sin precedentes entre los judíos estadounidenses desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Inicialmente pueden responder como el primer grupo en términos de prioridades, pero cuando se les presiona, ofrecen una respuesta más veraz que sorprende por su brutalidad y honestidad. Admiten que no les importa todo el tema. No les importa lo más mínimo lo que el presidente Trump ha hecho o no ha hecho por Israel o los judíos estadounidenses. Esos temas son irrelevantes para ellos, incluido el tema del antisemitismo, que, en lo que a ellos respecta, se incluye en la rúbrica general de antirracismo e igualdad. Su falta de interés se aplicaría incluso si Joe Biden o Barack Obama hubieran sido quienes hubieran tomado las decisiones de Trump en nombre de Israel.
Significativamente, este segundo grupo también cree que cualquiera que se haya beneficiado de la presidencia de Trump queda manchado para siempre como enemigo del pueblo. A juicio de este grupo, todo lo tocado por el presidente Trump lleva la marca de Caín, haciendo irredimibles todos los temas de su interés y afecto. Esto incluye a Israel. La indiferencia benigna anterior se ha transformado en una aversión activa e incluso en odio hacia el Estado judío entre muchos judíos estadounidenses.
Este desarrollo tiene un eco en el pasado más lejano. Los judíos alemanes que fueron los primeros en establecerse en los Estados Unidos en el siglo XIX querían separarse del resto de los judíos, incluidos los tradicionalistas y especialmente los sionistas. La enorme afluencia de judíos de Europa del Este y los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX detuvieron temporalmente esa tendencia, pero no la detuvieron por completo.
¿Por qué el presidente Trump se tomó la molestia de actuar y conseguir sus resultados para Israel en primer lugar? El conoce bien a la comunidad judía estadounidense; después de todo, su hija y su yerno son judíos religiosos. Tiene que haber sabido que no podía esperar ninguna gratitud de la mayoría judía secular moralista y negadora de la realidad. No se ha beneficiado ni un ápice de sus esfuerzos en nombre de Israel, todos los cuales fueron políticamente riesgosos.
La única respuesta posible es que hizo estas cosas porque pensó que estaban bien sin importar las consecuencias para él, que es el comportamiento de un verdadero amigo. La mayoría de los judíos estadounidenses se negaron a darle crédito por sus logros porque ya no les importa ni Israel ni su religión. Las élites estadounidenses han tomado nota de esta apatía. Si los judíos dejan de preocuparse por sí mismos, nadie más lo hará.
Traducido para Porisrael.org por Esther Sterental
https://besacenter.org/perspectives-papers/election-american-jews-israel/
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