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| martes diciembre 24, 2024

La Vanguardia: Una lluvia de mal periodismo


Si se puede pueden hacer las cosas mal, por qué no hacerlas. Así parecen pensar en La Vanguardia, que se largaba el 10 de mayo de 2021, en el primer párrafo de su artículo, a realizar una mala labor periodística:

“Al menos veinte personas, entre las cuales nueve niños, habrían fallecido este lunes en el norte de la franja de Gaza como consecuencia de un raid aéreo del ejército israelí, en respuesta a los cohetes lanzados poco antes por los milicianos de Hamás sobre Jerusalén”.

1. La fuente sobre el número de fallecidos y las causas es el grupo terrorista Hamás, según indicaba , por ejemplo, la cadena australiana ABC el día 10 de mayo.

2. La misma cadena señalaba además, que “las autoridades sanitarias Gaza [controladas por Hamás] no proporcionaron un desglose completo sobre la causa de las muertes. Al menos 15 de las 22 muertes en Gaza se atribuyeron a los ataques aéreos. Siete de las muertes eran miembros de una sola familia, incluidos tres niños, que murieron en una misteriosa explosión en la ciudad de Beit Hanoun, al norte de Gaza. No estaba claro si la explosión fue causada por un ataque aéreo israelí o por un cohete errante”.

3. Hamás es un grupo terrorista. Así lo considera, entre otros, la Unión Europea. Para La Vanguardia era una fuente más que fiable…

Entonces, ya de entrada, el medio elegía no verificar la información, dar por válida la información proporcionada por un grupo terrorista, y blanquear a esta organización, rebajando a sus miembros a “milicianos” (es decir, convirtiendo al grupo en una “milicia”).

En el siguiente párrafo, el texto adoptaba la terminología árabe para referirse al Templo del Monte, el lugar más sagrado del judaísmo (el tercero para el islam). Además, convertía en una amenaza a un barrio la decisión de un contencioso judicial al que la corte había llegado a una resolución; y, así, evitaba el engorro de explicaciones que traen a colación la realidad.

Más adelante, la crónica decía que:

“El ambiente había vuelto a caldearse por la mañana, después de que las cargas policiales hirieran a más de trescientos civiles palestinos en la Explanada de las Mezquitas”.

¿Fuente para el número de heridos? Según Reuters (que añadía que, según la policía, 21 agentes fueron heridos), la Luna Media Luna palestina.

¿La policía había entrado sin más en el predio a cargar sobre civiles? La mencionada agencia apuntaba que a la mañana del lunes hubo enfrentamientos en el lugar. En tanto, el diario Times of Israel señalaba que, de acuerdo a la policía israelí, “manifestantes habían estado lanzando piedras y otros objetos desde el lugar sagrado, y lanzando fuegos artificiales contra los agentes…”.

Es decir, el medio español les daba a los palestinos un papel pasivo, tanto, que no hacían nada: víctimas.

Más adelante, se afirmaba que:

“Al Aqsa, que conforma, junto a la vecina Cúpula de la Roca, el lugar más sagrado del islam tras La Meca y Medina”.

Extraña manera de redactar. ¿Acaso para confundir al lector? Es el tercer lugar más sagrado del islam. Pero, dicho esto, ¿por qué no señaló que el lugar más sagrado del judaísmo, que lo denomina Monte del Tempo? ¿Acaso no venía a cuento?

Uno de los videos que acompañaba a la crónica en línea (y que era parte de otro texto del medio) titulaba: “Un israelí atropella a un grupo de palestinos”.

Y, más abajo, en menor tamaño: “Tras ser apedreado”.

No sólo fue intensamente apedreado, sino que un individuo incluso intenta abrir una de las puertas traseras. Las imágenes que siguen se parecen mucho a un intento de linchamiento.

El titular debía ser algo así como, “Palestinos apedrean un coche que pierde el control y los embiste”. De hecho, la breve crónica del mismo medio que se informaba que el automóvil “perdió el control y embistió a los palestinos”. No indicaba, eso sí, que había perdido el control porque se encontraba bajo una lluvia de proyectiles arrojados por esos palestinos.

La Vanguardia continuaba diciendo que “la mecha de la tensión está en el barrio de Sheij Yarrah, también en Jerusalén Este, donde anoche volvió a haber cargas contra los simpatizantes de las familias palestinas sobre las que pende una orden de desalojo, para dar paso a nuevos colonos judíos”.
Se apresuraba el medio a ubicar un origen para la tensión, omitiendo las internas palestinas – elecciones canceladas por Abbas mediante, las disputas dentro de Fatah, y entre la Autoridad Palestina y Hamás, organización terrorista que es financiada por Irán.
Pero, más allá de esto – o, justamente por esto mismo, por cómo se pretende enmarcar el suceso (el conflicto en general) -, es interesante ver el lenguaje que utilizaba: “Colonos” (ajenos a «Jerusalén Este», foráneos, “ocupantes”) ante , por lógica, “autóctonos”, “legítimos propietarios”, es lo que proponía el medio. La realidad es bien otra.
Como ReVista explicara ayer, el investigador y periodista Nadav Shragai escribió sobre los terrenos en Sheikh Jarrah, lugar al que los judíos históricamente se han referido como Shimon HaTzadik, en honor al Sumo Sacerdote del Segundo Templo, Shimon Ben Yochanan, que está enterrado en ese lugar:

“Aunque la propiedad estuvo en manos de árabes durante muchos años, en 1876 la cueva y el campo cercano fueron adquiridos por los judíos, [transacción que] involucraba una parcela de 18 dunams (unas 4,5 hectáreas) que incluía 80 olivos centenarios. La propiedad se compró por 15.000 francos y se transfirió al propietario a través del Majlis al-Idara, sede del Pachá turco y del presidente del tribunal. Según el contrato, los compradores (el comité de la comunidad sefardí y la Asamblea Ashkenazi de Israel) se repartieron la superficie a partes iguales, incluida la cueva situada en el borde de la parcela.

Decenas de familias judías construyeron casas en la propiedad. En vísperas de la revuelta árabe de 1936 había cientos de judíos viviendo allí. Cuando comenzaron los disturbios, huyeron, pero regresaron unos meses después y vivieron allí hasta 1948. Cuando los jordanos tomaron la zona, los judíos fueron evacuados y durante diecinueve años se les prohibió visitar sus antiguos hogares o la cueva de Shimon HaTzadik”.

Lo de La Vanguardia, está visto, no era la información.
Tampoco la calidad.
Así terminaba el texto:

“A petición de Túnez, la violencia de los últimos días en Jerusalén está siendo discutida en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sin garantías de que pueda llegarse a un acuerdo, sobre todo tras la fulminante intervención en el debate del brazo armado de Hamas”.

¿Hamás entró en la reunión del Consejo e interrumpió el debate? (¿O lanzó cohetes de manera masiva e indiscriminada contra la población civil israelí? Como fuera, impoluto les quedaba el grupo terrorista).

En fin, apenas una nota de color que provoca una sonrisa o algo que se le parece a raíz de una crónica que, por lo demás, debería hacer llorar a los propios editores del periódico.

Por cierto, a modo de bonus track, un titular más de otro de los videos que ilustraban el texto:
“Nuevas protestas entre palestinos y la policía israelí”. (Por cierto, este titular no aplica a Ramallah).

Nada, gotas más pequeñas de negligencia, de desinterés (o de cierto interés), de mal quehacer periodístico.
 
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