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| sábado noviembre 23, 2024

Los mulás no van a renunciar a su programa nuclear


La idea de que negociando y llegando a un acuerdo nuclear con los mulás Irán refrenará sus ambiciones atómicas y se impedirá a Teherán conseguir armamento atómico es, lamentablemente, una peligrosa fantasía.

El acuerdo nuclear tiene cláusulas de caducidad que pondrán fin a las restricciones sobre el programa atómico iraní cuando aquél expire. En resumidas cuentas: el acuerdo nuclear, lejos de impedir que Irán se dote de armas atómicas, como falsamente se proclama, de hecho le despeja el camino para que, a su conclusión, se convierta en un Estado nuclear legitimado.

Sea como fuere, es importante tener presente que, con independencia de cuál sea finalmente el acuerdo, el régimen iraní seguirá adelante con sus ambiciones nucleares y sus actividades relacionadas clandestinas: hay precedentes.

No había pasado un año del acuerdo de 2015 cuando dos informes creíbles de inteligencia revelaron que Irán no tenía intención de cumplir con los términos del mismo. La Oficina de Protección de la Constitución, servicio alemán de seguridad interna, reveló en su informe anual de 2016 que el Gobierno iraní había estado siguiendo un derrotero “clandestino” para conseguir tecnología y equipamiento nucleares procedentes de compañías alemanas “a un nivel cuantitativamente elevado incluso para los baremos internacionales”. Y añadía: “Cabe asumir con seguridad que Irán continuará con sus actividades intensivas en Alemania utilizando métodos clandestinos para la consecución de sus objetivos”. La canciller alemana, Angela Merkel, criticó duramente a Irán en aquel momento y resaltó la importancia de esos hallazgos en un discurso ante el Parlamento de su país.

En otro detallado informe, del Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional (Institute for Science and International Security), se arrojó más luz sobre las actividades encubiertas de Irán durante lo que el mundo quizá pensara era un acuerdo nuclear seguro. En él se decía (2016):

El Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional ha sabido que la Organización Iraní de la Energía Atómica (OIEA) trató recientemente de adquirir toneladas de fibra de carbono controlada (…) Este intento tuvo lugar tras [la] implementación del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) [el acuerdo nuclear] (…) Este intento suscita preocupación sobre si Irán pretende [verdaderamente] ceñirse a sus compromisos con el PAIC (…) y es también un ejemplo de los esfuerzos del P5+1 [los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, Francia, Reino Unido, China y Rusia) + Alemania) de mantener en secreto las actividades iraníes problemáticas.

Fue también durante la vigencia del supuesto acuerdo nuclear, en 2018, cuando el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu urgió a Yukiya Amano, director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), a inspeccionar de inmediato un “depósito atómico” en Irán.

La República Islámica tiene “un depósito atómico secreto para el almacenamiento de vastas cantidades de equipo y material de [su] programa secreto de armas nucleares”, manifestó Netanyahu en su discurso ante la Asamblea General de la ONU. Teherán replicó que el “depósito atómico secreto”, radicado en la localidad de Turquz Abad, en las afueras de Teherán, era en realidad en el que se limpiaban alfombras. En un primer momento la AIEA ignoró los informes. No debería sorprender: la AIEA tiene un pésimo historial en punto a informar sobre el cumplimiento iraní del acuerdo y se ha venido negando a atender informes creíbles sobre las actividades nucleares ilícitas de la República Islámica. Aun así, tras una presión sustancial sobre la propia AIEA, el lugar fue inspeccionado. Aunque los iraníes lo habían despejado, los inspectores de la agencia onusiana pudieron detectar trazas de uranio radiactivo. La alerta israelí y de los otros informes se demostró acertada.

La detección de partículas radiactivas en Turquz Abas tras el aviso israelí, junto con la respuesta iraní de que las sospechas acerca de sus ardides eran “fabricadas”, apuntan a la indisposición de Teherán a honrar sus compromisos.

Finalmente, también durante la vigencia del acuerdo nuclear de 2015, el régimen iraní superó la cantidad de agua pesada –material que puede ser utilizado para la producción de energía nuclear o de armamento atómico– que se le autorizaba tener. Irán estaba obligado a mantener su stock en menos de 130 toneladas métricas. Ahora bien, según informes de la AIEA, superó ese umbral en más de una ocasión: en 2015 y en 2016. Amano reconoció en noviembre de 2016: “Por segunda vez desde la implementación del PAIC, el inventario iraní de agua pesada ha excedido las 130 [toneladas] métricas”.

Los mulás iraníes no honrarán ningún acuerdo con la comunidad internacional. Aunque seguirán gustosamente cosechando los beneficios de cualquier acuerdo nuclear y del levantamiento de las sanciones, su régimen seguirá haciendo tratando clandestinamente de obtener armamento nuclear y tratará abiertamente –con China– de controlar Oriente Medio.

Recientemente hemos visto a Irán hacerse fuerte en Siria e Irak, conquistar el Líbano por medio de su peón Hezbolá, redoblar sus agresiones contra Arabia Saudí por medio de su peón huzi y, este mismo mayo, librar una guerra cohetera (más 4.000 proyectiles) contra Israel por medio de su peón Hamás.

Sea cual sea el acuerdo fraguado en Viena, Irán no está interesado en “estabilizar” Oriente Medio. Como señaló acertadamente la Administración Biden, Irán –con China– parece interesado sólo desestabilizar y dominar la región.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio

 
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