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| domingo diciembre 22, 2024

Afganistan. El Fiasco de Biden


Las escenas vistas en el aeropuerto internacional de Kabul son perturbadoras. Miles de ciudadanos afganos intentaron huir del Talibán, inundando la terminal aérea con la esperanza de subirse a algún vuelo fuera del país. Otros incluso buscaron colgarse de un C-17 de la Fuerza Aérea estadounidense mientras despegaba. Infortunadamente, algunos de ellos fallecieron al precipitarse de la aeronave, perdiendo la vida.
El Talibán había sido expulsado del poder a manos de una coalición liderada por Estados Unidos dos décadas atrás, por oponerse a la entrega de Osama bin Laden – luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Hasta la semana pasada, el Talibán era una insurgencia descentralizada – en ocasiones, localizada en distintas geografías. Si bien pudo hacerse del control en docenas de zonas rurales a lo largo del país, las fuerzas del Talibán se mostraban incapaces de mantener ese control siquiera en una sola capital provincial, a lo largo de casi veinte años. Ahora, el grupo se ha apropiado del país entero.
Nadie afirma que, previo a la toma ejecutada por el Talibán en los últimos pocos días, Afganistán era un sitio perfecto. Pero, aún con sus falencias y múltiples desafíos, el Talibán ni siquiera estaba cerca de controlar la totalidad de Afganistán.
Cuando el presidente Joe Biden arribó a la Casa Blanca, las huellas de las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán nada tenían que ver con 2001, instancia en la que Estados Unidos invadió el país y expulsó al Talibán. Tampoco fue como en 2009, cuando el entonces presidente Barack Obama incrementó la cifra de soldados, llegando las tropas a cien mil.
En lugar de ello, Biden heredó un contingente de 2.500 soldados en territorio afgano – la mayoría de los cuales se dedicaban a entrenar a los militares locales.
El remanente de tropas estadounidenses ejecutó misiones de contraterrorismo, eliminando las amenazas previo a que pudieran madurar y perjudicar los intereses estadounidenses. La misión americana en Afganistán se asemejó más a una tarea de entrenamiento y oferta de consejeros militares que EE.UU. suele llevar adelante en muchas naciones en el orbe, como es el caso de Somalia o las Filipinas.
La razón por la cual el público estadounidense percibió de modo diferente a la misión en Afganistán, sin embargo, está emparentada con la retórica que exige ‘poner fin a las guerras’ que dio inicio con el presidente Donald Trump, y. que continuó bajo Biden. Al considerar lo que hoy sabemos, frente a la alternativa de que el Talibán se hiciera del control del país, la manutención de un aproximado de 2.500 soldados era una aproximación razonable y responsable.
Mientras que esa cifra de tropas no era suficiente como para garantizar una victoria total para los afganos, sí sirvieron para mantener al Talibán alejado del poder.
Tampoco será sencillo para nadie argumentar que hace a los intereses estadounidense el tolerar que el Talibán recuperase el poder en Afganistán. Sin embargo, y mediando una combinatoria de incompetencia y porfía, eso fue exactamente lo que Biden logró. A la postre, es una triste ironía geopolítica que el Talibán controle más territorio hoy, en cercanías del 11 de septiembre de 2001, que lo que controlaba el 11 de septiembre de 2001.
No sólo el Talibán controla el país, sino que se ha apropiado ahora de equipo y material militar estadounidense. Se trata de un fiasco de magnitud.
Ninguna persona en uso de razón puede afirmar que este resultado es preferible al de mantener una cifra limitada de tropas y contratistas, con el consiguiente reducido número de bajas y de reducidos costos financieros, a efectos de mantener bajo control al Talibán y a los terroristas. Esta es la política que Biden debió patrocinar. No lo hizo.
Estados Unidos perdió. El Talibán emergió victorioso. El pueblo afgano padecerá las cosnecuencias. Muchos perderán la vida.
Razonablemente, algunas personas se preguntarán por qué los militares afganos se rehusaron a combatir. Después de todo, las fuerzas afganas pelearon con valentía en el pasado, y acusaron decenas de miles de bajas de soldados ejecutados en acción. Pero la súbita retirada de todas las tropas estadounidenses de suelo afgano consignaron un golpe devastador para la moral del ejército local. En particular, el modo en que Estados Unidos se retiró de la Base Aérea de Bagram en medio de la noche, le dio a entender a sus socios afganos lo vergonzante de esa maniobra.
El retiro de la totalidad de las tropas americanas se vio acompañado de la remoción de consejeros de importancia crítica que respaldaban a las fuerzas afganas; es el caso del apoyo aéreo, de la logística, de los equipos de mantenimiento y de inteligencia, y de todo el personal estadounidense dedicado a esas tareas. Esto consignó un golpe definitivo para el ejército afgano.
Con los estadounidenses en proceso de retirada, muchos afganos cambiaron de bando y se unieron al Talibán – por razones de supervivencia. Las alianzas entre tribus locales y los jefes milicianos cambiaron, en función de la dirección del viento. Este es el peculiar modo en que los afganos hacen la guerra, en medio de una sociedad eminentemente tribal. Aparte de las dificultades que muchos estadounidenses tienen a la hora de comprender estos desarrollos estando lejos de Afganistán, esta es la realidad.
Hay una persona responsable por las escenas horrendas que se ven hoy en Afganistán: y esa persona es Joe Biden. El jefe de Estado americano tenía el poder para mantener una cifra reducida de tropas estadounidenses en suelo afgano.
La caída de Kabul y la desastrosa evacuación que se realizó en la embajada de Estados Unidos es una mancha en el prestigio norteamericano. Rusia, Irán y China están muy satisfechos con este resultado.
Los socios de Estados Unidos en materia de seguridad están viendo lo que sucede, y se preguntan por las consecuencias. Los núcleos extremistas en todo el globo se envalentonarán, como nunca antes.
Es imposible comprender en toda su magnitud las consecuencias que esto tendrá para Estados Unidos, para la región, y para el mundo entero.
 
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