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| martes noviembre 26, 2024

Israel en la mira taliban

La victoria talibán ha sido una victoria de la fe

La derrota norteamericana tendrá un impacto directo sobre Israel.


Para entender los últimos 40 años de lucha islámica en Afganistán, merece la pena reparar en el legado de Abdulá Azam. Nacido en una aldea próxima a Yenín en 1941, se trasladó a Jordania tras la caída de la Margen Occidental [en manos israelíes] durante la Guerra de los Seis Días. Allí se sumó a la Hermandad Musulmana y se implicó en el terrorismo palestino contra Israel. Posteriormente se fue a Afganistán, donde contribuyó decisivamente a que los muyahidines repelieran a los soviéticos. Mentor y referente de Osama ben Laden, allí Azam comandó a miles de voluntarios de todo el mundo islámico, lo que le valió ser considerado “el padre de la yihad global”. Azam fue asesinado junto con sus dos hijos en Peshawar en noviembre de 1989.

A diferencia de los líderes del movimiento panarabista, desde Gamal Abdel Naser a Hafez el Asad y Sadam Husein, que fracasaron a la hora de unir a la nación árabe en una lucha común, Azam consiguió agrupar a vastas cantidades de musulmanes, procedentes de distintos países, clanes y tribus, para que participaran en una guerra santa, una yihad, por primera vez en la era moderna.

Azam explicó su visión en términos sencillos:

Combatiremos y derrotaremos a nuestros enemigos y estableceremos un Estado islámico en una parte de Afganistán (…) La yihad se extenderá y el Islam combatirá por doquier. El Islam combatirá a los judíos en Palestina y establecerá un Estado islámico en Palestina y en otros lugares. Entonces, esos países se unirán en un [único] Estado islámico.

Haciéndose eco del mensaje clave del profeta Mahoma en su discurso de despedida (“Se me ha ordenado combatir a todos los hombres hasta que digan: ‘No hay más dios que Alá’”), Azam concebía la lucha en Afganistán como el inicio de la yihad global, cuyo objetivo definitivo era el establecimiento de una nación islámica (o umma) universal. Para él, la lucha en Afganistán era una oportunidad estratégica para la reconexión de la religión con las esferas militar y política que caracterizó al Islam desde su concepción, y que se quebró con el colapso del Imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial y la abolición del Califato. Azam pensaba que los logros en el campo de batalla podrían incitar a millones de creyentes a sumarse a la yihad global.

Cuando el presidente Joe Biden expresó su confianza en la estabilidad del régimen afgano subrayando que su ejército tenía una “fuerza aérea” y “300.000 soldados bien equipados”, mientras que “el Talibán sólo cuenta con 75.000” combatientes”, dejó claro que no comprende la realidad de la que estamos hablando. La victoria del Talibán sobre EEUU en Afganistán es una lección para el mundo sobre la tremenda capacidad de la fe y el vigor espiritual para imponerse en conflictos prolongados contra enemigos superiores.

En los primeros años de la guerra, los americanos tenían una superioridad aplastante sobre el Talibán y le infligieron numerosas derrotas. Pero debido a su fe religiosa, los combatientes islamistas supieron encajar esos reveses. Vivieron lo que en el islam se conoce como ‘fase de debilidad’ (Rahlat al Istidaf), que pide aguardar con paciencia a que se presenten las oportunidades. Así pues, su fe les sirvió como estrategia para afrontar una larga espera.

Por otro lado, los americanos no podían cargar con el peso de una lucha prolongada sin un final a la vista. A un nivel más profundo, ignoraron las raíces religiosas del conflicto, puestas de manifiesto, por ejemplo, en el rechazo del mensaje de la prosperidad americano-occidental. Como ha dicho Mordejai Kedar, “el 15 de agosto de 2021 será siempre recordado en el mundo islámico como una victoria del Islam sobre la Cristiandad, de la fe sobre la herejía y de la tradición sobre la permisividad… Estos acontecimientos están llevando sangre nueva a las arterias de la yihad y las consecuencias serán visibles en todo el mundo, Israel incluido”.

Es más, la derrota norteamericana tendrá un impacto directo sobre Israel. Igual que el pseudogobierno impuesto por los americanos en Afganistán, que pese a las inversiones masivas se reveló inútil contra las fuerzas de la yihad, la Administración y las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina acabarán colapsando ante a sus adversarios islamistas, primordialmente Hamás. Pese a su abrumadora superioridad material y tecnológica, el Ejército israelí no tendrá ocasión de vencer a los enemigos islamistas de Israel a menos que a sus soldados les mueva una fe inquebrantable en la causa nacional.

© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio

 
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