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| domingo noviembre 24, 2024

Nostra Aetate, una gran evolución

Ante la vertiginosa furia del antisemitismo en la actualidad, tenemos esperanzas que el liderazgo católico retome la senda indicada por los tres papas anteriores..


En días recientes se conmemoró el 56 aniversario de la Declaración Nostra Aetate, emitida en 1965 por el Concilio Vaticano II, iniciado por Juan XXIII y continuado por Paulo VI. Dicho documento reconsideró las posturas teológicas medievales, dio pasos para erradicar los prejuicios contra el pueblo judío acerca de la muerte de Jesús, que motivaron los numerosos atropellos acaecidos a lo largo de la historia. Durante siglos, los judíos europeos sufrieron vejámenes, persecuciones, expulsiones y matanzas, fomentados por criterios estereotipados, muchos germinados en los comienzos del cristianismo.

Nostra Aetate propició un acercamiento, reprobó las manifestaciones de antisemitismo e hizo un llamado a mantener un diálogo permanente. Así, en 1975, la Santa Sede publicó una guía reafirmando el vínculo entre judaísmo y cristianismo, demostrado en aspectos históricos, bíblicos, litúrgicos y doctrinales. Esa guía aseguró que el Holocausto “debe ser visto como una dolorosa consecuencia de la naturaleza maligna de esa forma de odio”. La visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma en 1986 abrió un nuevo capítulo en los nexos interconfesionales; en su discurso, el Papa admitió “la validez del pacto judío con Dios” y la centralidad de Israel en la existencia del pueblo judío. En 1990, la Comisión Pontificial para la Justicia y la Paz del Vaticano adoptó varias resoluciones que abordaron el tema, resaltando la denuncia al “antisionismo como una de las formas actuales de antisemitismo, que es vehículo del antijudaísmo teológico y se manifiesta a través de críticas injustas y acusaciones indiscriminadas en contra del Estado de Israel”.
El 30 de diciembre de 1993, el Vaticano e Israel concretaron el establecimiento de relaciones diplomáticas, lo que amplió al plano estatal los nexos entre judíos y católicos. Atrás van quedando dos milenios de resquemores, al enmendar los múltiples episodios de intolerancia e iniciar el camino del respeto mutuo.
Sin embargo, en los últimos años esa excelsa evolución ha estado un tanto frenada, tal vez por la ideología íntimamente enraizada en la mente de Bergoglio. Ante la vertiginosa furia del antisemitismo en la actualidad, tenemos esperanzas que el liderazgo católico retome la senda indicada por los tres papas anteriores.
 
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