Mientras representantes de países donantes se reunían en Noruega, el pasado día 17, para discutir sobre la provisión de ayuda financiera a la Autoridad Palestina (AP), la cúpula palestina se volcaba en lo que se le da realmente bien: negar la historia judía e incitar a su pueblo contra Israel.
La negación de la historia judía y la deslegitimación de Israel es, desde hace mucho, parte sustancial de la retórica palestina y de sus líderes. En el mundo de los palestinos, los judíos no tienen una historia ligada a Jerusalén; nunca han vivido allí y sus templos jamás existieron.
Este es el mensaje que los líderes palestinos vienen transmitiendo a las distintas generaciones palestinas en los últimos decenios. Lo transmiten sobre todo dirigentes de la AP que dicen defender la solución de los dos Estados.
Si la dirigencia palestina cree que los judíos no tienen derecho alguno sobre su lugar más sagrado, el Monte del Templo, y que Jerusalén pertenece exclusivamente a los musulmanes y a los cristianos, ¿cómo puede hablar de establecer un Estado palestino que coexistiría en paz y seguridad con Israel? ¿No significa la solución de los dos Estados que Israel tiene derechos sobre su propia capital, Jerusalén? ¿No significa que los judíos tendrían libre acceso a sus santos lugares jerosolimitanos, empezando por el Monte del Templo?
Los líderes palestinos que afirman que no hay rastro de historia judía en Jerusalén y que los templos judíos jamás existieron están en realidad diciendo que, en caso de que exista un Estado palestino con Jerusalén Este como capital, los judíos serían privados del acceso a sus santos lugares.
Según los palestinos y otros musulmanes, incluso el Muro Occidental, el lugar más significativo de los empleados por los judíos para rezar, es musulmán. «El denominado Muro de los Lamentos [el Muro Occidental] es una mentira», sentencia el Instituto de Estudios Islámicos de la Universidad Al Azhar (El Cairo, Egipto). Una vez más, esto quiere decir que, si se establece un Estado palestino, a los judíos no se les permitirá orar ahí.
La ministra noruega de Exteriores, Anniken Huitfeldt, dijo el propio día 17, por medio de un comunicado, que los países donantes reafirmaron su compromiso con una solución de dos Estados. «Ahora hemos de enfocarnos en que todo el mundo se sume y empuje en la misma dirección».
Huitfeldt y los demás representantes de los países donantes optaron por ignorar que los líderes palestinos están saboteando la solución de los dos Estados al insistir en negar la historia judía e incitar constantemente al pueblo palestino contra Israel. Los donantes occidentales parecen no entender que la negativa de los líderes palestinos a reconocer a Israel como hogar nacional del pueblo judío sigue siendo el mayor obstáculo para la paz y para la solución de los dos Estados.
«Rechazamos categóricamente el Estado judío», ha afirmado en más de una ocasión el presidente de la AP, Mahmud Abás. «No retrocederemos en este punto».
A principios de mes, Abás ordenó que en lo sucesivo las banderas palestinas ondeen a media asta en el aniversario de la Declaración Balfour (1917), que respaldó el establecimiento de un «hogar nacional para el pueblo judío» en Palestina. La decisión de Abás envía a los palestinos el mensaje de que deben seguir oponiéndose a la existencia de Israel como Estado judío. Y de que la Declaración Balfour fue un crimen contra los árabes y los musulmanes.
En vísperas de la reunión de los países donantes, el primer ministro de la AP, Mohamed Shtayeh, recordó a los palestinos que no hay nada parecido a una historia judía en Jerusalén.
En la reunión semanal del Gabinete de la AP, Shtayeh negó la historia judía en Jerusalén y dijo que la ciudad pertenece exclusivamente a los musulmanes y a los cristianos:
Estamos en las afueras de la capital eterna, la joya de la corona, el lugar donde se encuentran el cielo y la tierra, la flor de todas las ciudades, el objeto de añoranza cordial de los musulmanes y los cristianos que van allí a rezar en la mezquita de Al Aqsa o a caminar por la Vía Dolorosa para orar en la iglesia del Santo Sepulcro. Jerusalén tiene restos cananeos, romanos, islámicos y cristianos, y de nadie más.
Es el mismo Shtayeh que días antes declaraba a la prensa extranjera en Ramala que los palestinos no tienen problemas con los judíos. «Para nosotros, la cuestión atañe a los judíos y el judaísmo. Tenemos un gran respeto por todos y cada uno de los judíos que hay en el mundo».
Obviamente, Shtayeh no cree que negar la historia judía sea irrespetuoso para con los judíos. No cree que su afirmación de que no hay el menor rastro de historia judía en Jerusalén sea ofensiva para los judíos. Quizá piense que esas palabras en árabe que pronunció durante la reunión de su Gabinete no se iban a traducir y llegar al mundo no árabe.
El mismo día en que los donantes occidentales se reunían en Noruega, el Ministerio de Asuntos Exteriuores de la AP emitía una declaración en la que decía que los palestinos se oponen a las visitas de estudiantes judíos al Monte del Templo. Lo hizo en respuesta a un debate en el Parlamento israelí sobre la necesidad de establecer visitas escolares al Monte del Templo organizadas por el Ministerio de Educación.
«El Ministerio de Asuntos Exteriores contempla con la mayor gravedad los llamamientos a considerar el denominado Monte del Templo como un lugar de visita obligada para los colegiales israelíes», decía el comunicado, en el que se acusaba a Israel de bregar por «judaizar Jerusalén y alterar su identidad islámica y cristiana».
Mahmud Habash, consejero para asuntos religiosos del presidente de la AP, fue citado declarando el mismo día (17 de noviembre) que las «maquinaciones» israelíes para convertir Jerusalén en una ciudad judía son un «crimen» equiparable al «terrorismo».
El jeque Mohamed Husein, muftí palestino de Jerusalén, también ha desempeñado un papel significativo en la negación de la historia judía de Jerusalén haciendo falsas acusaciones contra Israel, al que recientemente acusó de trabajar por «alterar la identidad árabe e islámica» de la ciudad para convertirla en judía.
La ministra noruega de Exteriores y los países donantes deberían haber tomado nota de lo que andan diciendo los palestinos a su propio pueblo y al resto de los árabes y de los musulmanes sobre Israel y la historia judía. Si lo hubieran hecho, habrían comprendido que es imposible lograr la paz entre los palestinos e Israel mientras la AP proclame abiertamente que los judíos no tienen derecho a vivir en su propia patria.
En este punto, la AP no es distinta de Hamás, grupo terrorista respaldado por Irán. Al igual que Abás y sus altos cargos de la AP, Hamás cree que los judíos son «sionistas invasores» y que «la tierra de Palestina es un waqf islámico consagrado a las generaciones musulmanas futuras» (carta fundacional de Hamás, art. 11). El artículo 15 de la constitución de Hamás dice:
Cuando los enemigos usurpan parte de la tierra musulmana, la Yihad (guerra santa) se convierte en un deber individual de todos los musulmanes. Es necesario instilar el espíritu de la Yihad en el corazón de la nación [islámica] para que pueda hacer frente a los enemigos y sumarse a las filas de los combatientes. Es necesario instilar en las mentes de las generaciones musulmanas que el problema palestino es de orden religioso, y partiendo de esa base es como hay que manejarlo.
A juzgar por las palabras de Abás y sus colegas, queda claro que instilan el «espíritu de la Yihad» contra Israel y los judíos. Al negar la historia judía, dejan claro –como Hamás– que no hay lugar para los judíos en la «tierra musulmana». Quizá los donantes occidentales quieran tomar en consideración esta modalidad de antisemitismo Judenrein palestino y la incitación contra Israel y los judíos la próxima vez que vayan a soltarle dinero a la AP.
Traducción del texto original: The Palestinian Jihad against Jews
Traducido por El Medio
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