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| miércoles diciembre 25, 2024

¿Qué pasa después de la muerte?.

Desde tiempos inmemoriales las personas se preguntan qué les ocurre después de su último suspiro. ¿Qué opina el judaísmo al respecto?


Imagen: Unsplash.com, Sasha Freemind

¿Qué ocurre después de que mueres? ¿Qué pasa después de la muerte?

Bueno, depende de lo que creas que eres «tú».

Si crees que eres un cuerpo (altura, peso, índice de masa corporal, pelo y rasgos), entonces cuando mueres se acaba todo, kaput. Fuiste, ni siquiera tienes la oportunidad de arrepentirte por no haberla pasado mejor mientras estuviste aquí.

Sin embargo, si consideras que, en esencia, eres tu alma (una entidad espiritual, no física) entonces la muerte es el comienzo de un viaje que supera cualquier efecto de drogas que puedas imaginar. Como describió Mona Simpson, la hermana de Steve Jobs, en el lecho de muerte de su hermano: «Se veía como alguien cuyo equipaje ya estaba puesto en el vehículo, que ya estaba preparado para comenzar su viaje…».

Mientras miraba sobre los hombros de los miembros de su familia, las últimas palabras de Steve Job se refirieron a algo que vio más allá de ellos: «Oh guau, oh guau, oh guau».

Entonces, ¿qué es esta alma que sobrevive al cuerpo? De acuerdo al judaísmo, es una proyección de la Realidad Suprema que algunos elegimos llamar Dios. Así como el rayo solar es una emanación del sol, tú eres una emanación de esa Realidad Suprema. Si bien el rayo solar no es el sol, ni por su tamaño ni por su calor, tampoco deja de ser el sol; de la misma forma, tú no eres Dios, pero tampoco eres otra cosa que no sea Dios.

Las tres cosas que debes saber sobre tu alma son: es una creación, es trascendente y es amada. De acuerdo con la cábala (el misticismo judío), el universo fue creado porque la Unidad Infinita quería una relación. Entonces, contrajo esa Unidad Infinita para dejar espacio para que exista «otredad», la ilusión de la ausencia de Dios que te permite sentir que eres un ser independiente. Entonces, desde el punto del libre albedrío, puedes ELEGIR tener una relación con Él o no. Sin embargo, desde el punto de vista de Dios, la puerta siempre está abierta.

De acuerdo con la cabalá (el misticismo judío), el universo fue creado porque la Unidad Infinita quería una relación.

Cuando el alma abandona el cuerpo (que es la definición de la muerte), abandona el mundo físico en etapas. Hasta que el cuerpo es enterrado, el alma vaga alrededor de él.

Sin estar restringida por lo físico, el alma puede ahora ir donde quiera, pero generalmente permanece cerca del cuerpo y de sus seres queridos. Las almas asisten a sus propios funerales, razón por la que en Israel los miembros de la familia que hablan en el funeral se dirigen al muerto como «tú».

Cuanto más apegada haya estado la persona a su cuerpo físico durante su vida, más difícil le será al alma dejar su cuerpo detrás y ascender hasta el mundo espiritual. De acuerdo a la cabalá existen cuatro mundos. Sólo el más bajo, el mundo que habitamos, tiene materia, incluyendo tiempo y espacio. Los mundos superiores son completamente espirituales.

Al entrar a los mundos superiores, lo primero que vivencia el alma es «el juicio». La tradición judía se deleita en descripciones de la «Corte Celestial», donde las buenas y malas acciones se sopesan en una balanza celestial que determina el veredicto del alma. En esas leyendas no hay ni juez ni jurado, las acciones mismas de la persona determinan su veredicto.

En realidad, «el juicio» no es una escena de una corte, sino que se parece más a una persona viendo un video. Usando los anteojos de la Verdad, el alma ve una repetición de toda su vida. Sin el filtro del ego, las excusas, los autoengaños y la racionalización, el alma ve tanto el bien que hizo como el daño que causó a través de toda palabra y acción hiriente, y siente un profundo arrepentimiento.

Cuando el alma entró al mundo en el nacimiento, recibió dos tareas: la misión positiva de lograr y una rectificación de un rasgo personal o comportamiento negativo.

Hay dos tipos de arrepentimiento comparables a la misión dual de la persona en el mundo. Cuando el alma entró al mundo en el nacimiento, se le asignaron dos tareas: una misión positiva de lograr y una rectificación de un rasgo personal o comportamiento negativo. Entonces, los dos tipos de arrepentimiento son el remordimiento por no haber logrado la misión personal, es decir, no haber alcanzado el potencial, y la contrición por haber exhibido rasgos personales negativos (avaricia, enojo, cobardía, egoísmo, etc.) y haberse permitido malas acciones (que lastiman a los demás o a uno mismo).

Este fuerte arrepentimiento son los «fuegos del infierno» reales. No hay diablo ni horca. Lo único que hay es tu alma pinchándose a sí misma con recriminaciones: «¿Por qué no actuaste mejor? ¿Cómo pudiste ser tan ajeno al daño que les causaste a los demás? ¿Por qué desperdiciaste la preciosa oportunidad para lograr algo importante en tu vida?»

De acuerdo a algunas religiones, tanto el cielo como el infierno son eternos. En contraste, el judaísmo afirma que no hay un infierno eterno. Sólo hay una experiencia temporal en la que, durante el curso de once o como máximo doce meses, el alma se purga a través de la cruda confrontación con uno mismo, como se describió antes.

Foto: Unsplash.com, Jill Diamond

¿Y luego qué? ¿En qué consiste el cielo? En el resplandor celestial de la luz del Infinito.

Si tu respuesta a lo dicho es ¡Wow! O ¿Eso es todo? indica si vivirás el mundo venidero como infierno o como paraíso.

Imagina que fueras un conocedor de música clásica. Al morir, tu alma asciende a una sala de concierto celestial en donde músicos virtuosos tocan eternamente obras maestras de Bach, Beethoven, Mozart, Vivaldi, etc. Eso es lo que vivirías como tu paraíso.

Imagina ahora que nunca hubieras desarrollado un gusto por la música clásica. Te gustaba el punk y escuchabas punk rock en todos tus dispositivos cinco horas al día. Al morir, y tu alma ascendiera a la sala celestial de concierto de música clásica, sentirías que eso es el infierno.

Si durante tu vida cultivaste un interés por lo espiritual (meditaste, practicaste algunos rituales religiosos, seguiste un camino de desarrollo personal y trataste a todas las personas con generosidad), entonces cuando llegues al mundo espiritual sentirás bendición. Pero, si fuiste un ávido aficionado al materialismo en sus dos sentidos, es decir, tu objetivo fue la riqueza y el estatus, o descartaste la realidad de todo lo que no pueda ser medido, entonces al llegar al mundo espiritual estarás perdido, confundido y disgustado.

¡Pero anímate! Tendrás otra oportunidad para hacer las cosas bien. De acuerdo a la cabalá, el alma tiene muchas oportunidades para venir al mundo material otra y otra vez. Lo que no conseguiste lograr en tu última vida, puedes lograr en esta nueva encarnación. Los rasgos personales negativos de enojo, egoísmo o cobardía que te definieron en tu última encarnación, pueden afectarte negativamente en esta hasta que finalmente decidas esforzarte para mejorar. Esto no es un permiso para postergar, sino otro boleto para la montaña rusa que es la vida. Pero el recorrido es muy largo, por lo que te conviene acertar en esta ocasión.

Un último punto: si los mundos después de la muerte son tan buenos, ¿Por qué el judaísmo insiste en el valor tan alto de cada momento de la vida?

Porque sólo en este bajo mundo tenemos la libertad para tomar decisiones morales. Porque en la oscuridad de la realidad en este mundo tan confuso y frenético los humanos tenemos la oportunidad genuina para elegir entre el bien y el mal. En los mundos superiores, donde todo es claro, la elección es insignificante. Entonces, este es el único mundo con una posibilidad dinámica, en donde puedes alcanzar el objetivo de la vida eligiendo ser más amable, valiente o generoso.

Los mundos más elevados son estáticos, allí eres quien llegaste a ser aquí. En ese sentido, el minuto que te llevó darle un dólar a una persona pobre en la calle vale más que la eternidad.

 



 
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