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| jueves noviembre 21, 2024

Ayer eran Horthy y Szalasi, hoy es Orban.


Al comenzar la Segunda Guerra, el regente fascista de Hungría Nicolás Horthy tenía un pacto de cooperación con Alemania, promulgó leyes antisemitas y obligó a más de 100.000 judíos a servir en batallones de trabajos forzados para el ejército. 42.000 murieron por hambre, enfermedades, tortura y maltrato. Al comenzar la invasión a la Unión Soviética, Hungría se unió a las fuerzas alemanas invasoras. Paralelamente entregó a los alemanes 18.000 judíos refugiados, en su mayoría ciudadanos de Polonia y Rusia, que fueron asesinados en Kamianets–Podolski en Ucrania.

El exterminio sistemático de los judíos en Hungría comenzó después de la ocupación alemana del país en marzo de 1944. Hasta entonces el número de víctimas judías había sido 60.000. Al llegar Eichmann en abril de 1944 comenzaron las deportaciones a Auschwitz. En 56 días fueron enviados a ese campo de exterminio 424.000 judíos húngaros. En octubre de 1944, al apoderarse del gobierno húngaro Francisco Szalasi del partido «Cruz Flechada», miles de judíos de Budapest fueron asesinados a orillas del Danubio. En total 565.000 judíos murieron en los territorios controlados por Hungría durante la guerra.

Hace 10 años, Elie Wiesel devolvió al gobierno húngaro de entonces una condecoración que le habían dado en 2004, como protesta por el renacer (una vez más) del nazismo en Hungría. Wiesel se declaró indignado porque el presidente del parlamento Ladislao Kover participó en un acto público que honró la memoria del escritor y dirigente nazi húngaro José Nyiro, cómplice de crímenes de guerra. Kover fue miembro del partido Fidesz, liderado desde su creación por el actual primer ministro Viktor Orban.

Wiesel escribió: “Estoy escandalizado por el hecho de que usted haya participado, junto al secretario de Estado de Cultura, Geza Szöcs, y del presidente del partido de extrema derecha Jobbik, Gabor Vona, en la ceremonia organizada en memoria de Josef Nyiro, que fue miembro de la dirección de las Cruz Flechada. “Es vergonzoso, escribe Wiesel, que el presidente del Parlamento húngaro participe en un acto en honor de un ideólogo fascista de la era de Horthy y Szalasi”. El Gobierno húngaro dijo a Wiesel que los honores a Nyiro no eran políticos, sino simplemente rendir un último homenaje. Wiesel denunció también la inclusión en los programas escolares ya hace una década de autores conocidos por su apoyo al fascismo y el renacimiento del culto a Horthy en todo el país.

Y llegamos a hoy. El fin de semana pasado el primer ministro húngaro Viktor Orban hizo un largo discurso, e indignó a gobernantes y civiles, y enfureció a organizaciones judías. Entiendo la indignación porque a pesar de que Orban fundó un partido de derecha como Fidesz (lo cual señalamos hace minutos cuando mencionamos a Elie Wiesel), a pesar que siempre se ha mostrado muy vehemente en sostener que está contra toda forma de antisemitismo, a pesar de su acercamiento a Israel y su visita cuando Netanyahu era primer ministro, Orban, como cualquier hombre público no sólo habla por sus palabras sino fundamentalmente por sus hechos.

En su discurso en la ciudad rumana de Baile Tusnad, Orban se refirió a la crisis del suministro de gas hoy en Europa a raíz de la guerra de Rusia contra Ucrania. Al respecto señaló que la última propuesta de la Comisión de la Unión Europea para reducir el consumo de gas en un 15 por ciento es una proposición aventurera porque la Unión Europea no sabe “cómo se debe hacer cumplir dicha reducción”. Hasta ahí, una opinión política remarcando su crítica permanente a la UE. Pero, no le alcanzó. Y agregó:” de todos modos ya hay conocimientos alemanes en el pasado para el tema del gas”.

Pero los Orban de Europa y del mundo no tienen sólo un odio. La Unión Europea ha enfrentado a Hungría por una ley de restricciones a la comunidad LGBTQ. Orban sostiene que la ley aprobada el año pasado en Hungría para limitar la enseñanza de la homosexualidad y la transexualidad en las escuelas es una forma de proteger a los niños. La ley fue inmediatamente calificada de “vergüenza” por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. ¿Qué dijo Orban este pasado fin de semana sobre esto?. “Que vivan como quieran, pero que nos dejen vivir. Solo hay que aceptar que el padre es hombre y la madre es mujer. En lugar de transgénero, nosotros tenemos Transilvania”. Orban no dio más vueltas y dijo que no quiere una Europa poblada de mestizos, lo cual no hace sino corroborar su política xenófoba y anti inmigrantes, y además condenó los esfuerzos de la Unión Europea para castigar a Rusia por su invasión a Ucrania y dejar de depender de los suministros energéticos rusos. Agregó que Hungría quería mantenerse al margen de la guerra en Ucrania y predijo que Rusia ganaría porque tiene una ventaja asimétrica y no se dejará influir por las sanciones.

Zelensky ya le ha planteado a Orban que diga claramente de qué lado está. No se por qué insiste Zelensky. Orban está donde siempre ha estado: del lado fascista de la historia. Y la Unión Europea no sólo deberá enojarse verbalmente sino justamente decidir qué hace con quien la horada desde adentro.

Uno de los líderes de la comunidad judía de Hungría, Susana Hegedus, dijo:”No sé cómo no se dio cuenta que el discurso que pronunció es una diatriba puramente nazi digna de Joseph Goebbels”. A pesar que Orban rechazó la acusación y dijo que su Gobierno tiene una política de tolerancia cero con el antisemitismo y el racismo, las palabras se las lleva el viento, pero los hechos quedan. Y su seudo ironía de hace pocos días sobre el conocimiento de los alemanes del gas, es un hecho repugnante. Nada casual porque al fin y al cabo ya Wiesel marcó a su compañero de partido que presidía el parlamento cuando los acusó hace una década. El Vicepresidente Ejecutivo del Comité Internacional de Auschwitz Christopher Heubner se mostró alarmado ante los comentarios racistas de Orban y aconsejó que “la Unión Europea hará bien en continuar distanciándose lo más masivamente posible de los trasfondos racistas de Orban. Sus políticas populistas de derecha y antieuropeas recuerdan a “los tiempos oscuros de la persecución de las comunidades judías”.

Orban no está solo. Ni en Europa ni en América Latina. El antisemitismo que Orban niega perpetrar desde la incitación y los hechos, también lo niegan otros partidos y gobernantes por aquí y por allá. Y como siempre, se piensa que son exorbitados. Insólito. Los desorbitados han puesto a Europa en guerra, al mundo con escasez, y van por más. ¿Hasta cuándo? Hasta que se siga creyendo que son sólo desorbitados. O sea, mucho tiempo.

 

 
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