Avi Jorisch explicó por qué Israel se encuentra hoy entre los cinco países más innovadores del mundo (Fernando Calzada)
“La necesidad es la madre de la innovación”. Esa frase fue el punto de partida de la larga conversación que DEF mantuvo con el emprendedor israelí Avi Jorisch, autor del best-seller “Innovarás: de cómo el ingenio israelí repara el mundo”, de visita en nuestro país. Cita, durante la charla, un concepto de la religión judía que solía rescatar Shimon Peres: la idea del tikún olam, que podría traducirse como “reparar el mundo”. Este expresidente y primer ministro de su país fue el artífice de grandes proyectos de infraestructura que permitieron a Israel alcanzar un nivel de desarrollo envidiable. ¿Cuál era su mantra? “Soñar en grande”. En su último discurso público, en 2016, les dijo a los alumnos de una escuela primaria: “No se olviden de ser osados y curiosos. Sueñen en grande”.
No parece ser entonces fruto de la casualidad que Israel, un país con muy limitados recursos naturales y durante décadas rodeado por un vecindario hostil, se haya convertido en lo que es. Hoy cuenta con más cantidad de startups -empresas emergentes de base tecnológica- que la suma de ese tipo de emprendimientos en Canadá, India, Japón, Corea del Sur y el Reino Unido. Es también, después de China y EE. UU., el país con el mayor número de compañías cotizando en el NASDAQ, la bolsa de valores electrónica más importante del mundo. La base del progreso ha sido, indudablemente, la creatividad de su población.
-¿Cuál es la clave para entender el éxito de Israel, que hoy lidera los índices de innovación a nivel mundial?
-De acuerdo con el índice Bloomberg, Israel se encuentra hoy en el cuarto o quinto lugar entre los países más innovadores del mundo. Esencialmente, yo diría que existen algunos factores que han permitido a Israel brillar por sus innovaciones. El primero es el hecho de ser un país muy diverso, en el que conviven musulmanes, cristianos y judíos. Se encuentra, además, en un vecindario muy duro. En líneas generales, en los últimos 75 años o más, Israel se ha visto forzado a pensar globalmente y a actuar localmente, empezando por casa. Después, debemos considerar la “cultura del fracaso”: para poder triunfar, es necesario haber intentado y fracasado antes.
En ese punto, Avi Jorisch hace una pausa y se detiene en el modelo instrumentado en su país para apuntalar a los emprendedores. Detalló: “A principios de la década del 90, Israel implementó un programa muy interesante, que puede ser replicado en todo el mundo. Existen distintos centros de innovación a lo largo del mundo, donde se pueden presentar proyectos y, si son seleccionados, existen dos alternativas: 80/20 y 50/50. Según el caso, la Autoridad de Innovación israelí puede otorgar el 80% o el 50% del dinero necesario para lanzar una startup, mientras que el emprendedor aporta el restante 20% o 50%”. Si funciona, el Estado recupera el dinero invertido y el innovador sigue adelante con su empresa. Ahora bien, la pregunta es qué ocurre si el proyecto no da resultado. Jorisch responde: “El emprendedor pierde su 20% o su 50%, pero no se lo penaliza por ese fracaso y no entra en bancarrota”.
-¿Hay un ADN cultural que se refleja en el espíritu de los israelíes?
-Hay otros dos factores. Israel tiene instituciones laicas muy fuertes, como sus universidades, y lo mismo ocurre con sus fuerzas militares. Pero tiene, al mismo tiempo, una tradición religiosa muy arraigada, que desde el aspecto cultural ha transmitido a su población la idea de curar a los enfermos, alimentar a los hambrientos y ayudar a los necesitados. Todo eso tiene una influencia muy profunda en su ADN cultural. David Ben-Gurión, fundador del Estado de Israel, dio un discurso inaugural en el que dejó un par de reflexiones interesantes. Por un lado, dijo que tras 2000 años de espera, las puertas estaban abiertas para todos los judíos que quisieran volver a su hogar. Pero también dejó una idea realmente inspiradora: dijo que Israel tenía el gran privilegio y la obligación de enfrentar algunos de los desafíos más importantes del siglo XX. Por lo tanto, Israel no solo tenía que proteger y dar bienestar a sus ciudadanos, sino que tenía que salir de sus fronteras y hacer del mundo un lugar mejor. Eso lo vemos hoy en su mejor activo: la tecnología.
UNA MIRADA HACIA EL FUTURO
-¿Ese gen innovador también permite a Israel tener una visión de futuro?
-Si vemos hacia dónde se moverá el planeta en los próximos diez años, mi libro “Innovarás” se detiene en 15 innovaciones israelíes que realmente han hecho del mundo un lugar mejor. Tenemos enormes desafíos globales por delante: el cambio climático, el abastecimiento de agua, la seguridad alimentaria, la resiliencia frente a desastres naturales y todos los problemas asociados a la pobreza y la energía. La pregunta es quién puede ofrecer respuestas a estos desafíos en el mundo; la respuesta es Israel, un sorprendente ejemplo de una sociedad resiliente y cuyo modelo podría ser replicable en Argentina y otros países de América Latina. También existen otros, como China en el caso de la inteligencia artificial; los Países Bajos, por cómo lidia con el avance del océano sobre su territorio; Japón, por su respuesta ante terremotos y tsunamis; o un país como Estonia, por su transformación digital.
-Hoy el ritmo de avance de las innovaciones es cada vez mayor.
-Hagamos un rápido avance y pensemos en 2030. Ya estamos en 2023… Faltan solo siete años. Tomemos cualquier modelo de smartphone y recordemos que el primero fue lanzado en diciembre de 2007, hace aproximadamente 15 años. Hoy no podemos imaginar nuestra vida sin este dispositivo. Es casi una extensión de nuestro cuerpo. Nos ansiedad no tenerlo con nosotros. Imaginemos el año 2030: vamos a haber perfeccionado los vehículos autónomos y en el planeta van a estar circulando muchos más vehículos eléctricos. Para 2030, vamos a tener un humano en la Luna viviendo allí en forma permanente y estaremos empezando nuestro viaje hacia Marte. Para ese momento, por primera vez en la historia humana, es probable que una computadora logre procesar información más rápido que el cerebro humano. ¿Y cómo se relaciona esto con los desafíos globales que tendremos que enfrentar? Una vez que la computadora pueda procesar más rápido que un cerebro humano, eso nos va a permitir pensar soluciones a los grandes problemas que, como humanos, hemos creado. Podremos aprovechar ese arsenal tecnológico para derrotar la pobreza e impactar de manera positiva en la solución del cambio climático. Tenemos una oportunidad extraordinaria e increíble para hacer que nuestras sociedades sean más resilientes y menos frágiles.
-Muchos de los avances israelíes tuvieron su punto de partida en la industria militar. ¿Cómo se explica ese fenómeno?
-Israel es un país pequeño, de 9 millones de habitantes. Para 2050, los demógrafos predicen que la población prácticamente se duplicará y llegaremos a los 17 millones. Para sobrevivir, será necesario seguir innovando. Desde una perspectiva militar, nosotros identificamos los mejores talentos en la escuela secundaria y los trasladamos a las mejores unidades militares. Aplicando la “regla de las 10.000 horas”, de la que habla Malcolm Gladwell en su libro Outliners, todos los seres humanos somos capaces de hacer lo que queramos si practicamos y aprendemos durante 10.000 horas. Volviendo a los jóvenes israelíes, ellos salen del colegio, van a hacer su servicio militar a una unidad de nuestras FF.AA. y reciben 10.000 horas de entrenamiento y preparación. Salen de allí y emprenden increíbles iniciativas en empresas del sector tecnológico. Muchas de las grandes innovaciones en el mundo empezaron en el área de la defensa y hoy están curando enfermos, alimentando hambrientos y ayudando a los más necesitados.
-¿Podría darnos algún ejemplo de los que cita en su libro?
-En mi libro hablo de la pill cam, que se ingiere como una pastilla y permite obtener imágenes tanto del intestino grueso como del intestino delgado. Es un avance para hace colonoscopías y diagnosticar enfermedades. Con esa innovación se llegó a “fotografiar” por primera vez el intestino delgado de un ser humano. Otro ejemplo es la denominada “venda israelí”, que ha salvado incontables vidas en situaciones de guerra como en Irak y Afganistán a partir de una innovación del médico militar israelí Bernard Bar-Natan. También permitió salvar la vida de la excongresista estadounidense Gabrielle Giffords a la que le dispararon en la cabeza en 2011, durante un tiroteo en Tucson. Muchas de estas innovaciones vienen del área de la defensa, pero van mucho más allá. Eso es lo que queremos y anhelamos los seres humanos y pretendemos de nuestras sociedades.
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