Ana Jerozolimski
Semanario hebreo. Uruguay
Hace menos de un año, el partido que emergió de las elecciones del martes como la sorpresa más impactante, “Yesh Atid” (“Hay futuro”), ni existía. Su meteórica irrupción al escenario central de la política es la sensación de estos comicios, en los que la indudable estrella es el jefe del partido, el ex periodista televisivo y columnista de prensa, Yair Lapid.
Carismático, abierto y al mismo tiempo calculador, Lapid –a diferencia de gran parte de la lista que encabeza y que es ahora la segunda fuerza política del país- es un rostro conocido por todos en Israel. Como conductor y presentador de un programa central de hora pico en el Canal 2 de la Televisión pública en Israel, estaba presente en los hogares de Israel con toda naturalidad. A través de sus extensas columnas sobre temas de actualidad en el periódico “Yediot Aharonot”, en las cuales polemizaba con ministros del gabinete, se convirtió en uno de los principales formadores de opinión del país.
Lapid, nacido hace casi medio siglo en Tel Aviv, desempeñó puestos destacados en el periodismo israelí, pero hace un año, el 8 de enero del 2012, anunció que dejaba ese mundo para abocarse a la vida política. Cuatro meses más tarde, registró a “Yesh Atid” como un nuevo partido en Israel.
Toca una fibra que preocupa hoy a la sociedad israelí-la situación de la clase media, el aporte desigual de los distintos sectores de la población al esfuerzo nacional, especialmente el hecho que la enorme mayoría de los ultraortodoxos no hace servicio militar y muchos de ellos no trabajan sino que viven de subvenciones del Estado-sumado a su carisma personal, lo catapultaron al centro de la atención pública.
En varias de las ciudades del país, consideradas símbolo de la corriente central en la sociedad, Lapid obtuvo la mayor cantidad de votos. Hubo sitios en los que dejó a todos los demás muy por detrás. Lo logró por la combinación de las necesidades de la gente y la forma exitosa en la que él planteó como problema que debe molestar a todos, lo que a él tanto perturbaba.
A ello quizás haya que sumar las consideraciones acertadas que al parecer Lapid hizo con distintos pronunciamientos durante la campaña electoral. Aclaró repetidamente que no es parte de ningún bloque, que no es ni derecha ni izquierda, y que lo que determinará su actitud serán las acciones a seguir, no las etiquetas.
En este sentido, tomó de la izquierda al recalcar que la solución al conflicto con los palestinos pasa por “dos Estados para dos pueblos” y de la izquierda, al destacar la necesidad de negociar “con responsabilidad, observando bien la situación, sin correr”. En el medio, dejó en claro que está contra extremismos y ataques a la democracia, y en favor de un “gobierno de moderados”.
En todo ello, cabe suponer que Lapid se maneja teniendo bien presente el recuerdo de su fallecido padre, el también periodista Tommy Lapid que pasó a la política y llegó a ser Vice Primer Ministro de Israel. Era polémico, provocador, parecía disfrutar al crear discusiones, de aguda inteligencia y profundas convicciones seculares.
Pero Lapid padre sonaba a menudo como anticlerical de fondo, mientras que Yair, el hijo, logra concentrarse en la problemática de algunos fenómenos que se dan en el sector ultraortodoxo, sin dejar la sensación de que desea excluirlos o boicotearlos.
Años atrás, cuando su padre creó el partido de centro “Shinui” (que significa “cambio”) e irrumpió sorpresivamente a la arena política israelí con 15 escaños en su primera presentación a elecciones, Yair lo vio luego serio, pensativo. “No entendía por qué parecía no festejar”-contó el nuevo político esta semana, al conocerse los resultados de las elecciones que le dieron a él 20 escaños en la nueva Knesset. “Mi padre me dijo que esto no era sólo fiesta, sino también una enorme responsabilidad. Ahora, lo entiendo bien”, resumió.
De él dependerá, al parecer, el rostro del nuevo gobierno de Israel. Y de su desempeño limpio, de su apego a sus promesas y valores, y de su respeto a los compromisos que contrajo con sus votantes, dependerá que no sea un meteoro pasajero por la vida política israelí.
Pero para analizar eso, habrá tiempo. Ahora, lo seguro, es que este ex periodista, carismático, de casi 50 años, casado con Lihi, padre de tres hijos y cinturón negro en karate, es el segundo político más importante en todo Israel.
Difusion: porisrael.org
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