“Creo que un sistema judicial fuerte e independiente es lo que hace posible la existencia de todas las demás instituciones en democracia. Pido que me muestren una tiranía, una sociedad no democrática, en la que existe un sistema judicial fuerte e independiente. Ninguna. No existe. En todo lugar donde no hay un sistema judicial fuerte e independiente, los derechos no pueden estar protegidos. De hecho, la diferencia entre los países en los que hay derechos en papel y derechos en la práctica, es un sistema judicial fuerte e independiente”.
Estas palabras no las pronunció ningún líder de la protesta en Israel . Tampoco la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de Israel. Las pronunció Biniamin Netanyahu en el 2012, cuando ya era Primer Ministro, pero cuando aún lo guiaba el interés nacional. Las pronunció Netanyahu como jefe de gobierno hace ya más de una década, cuando no estaba al frente de una coalición con una agenda extremista como la actual, con elementos claramente anti liberales que hacen mal a Israel. Las pronunció un Netanyahu que no estaba guiado sólo por su ambición de permanecer en el poder, inclusive cuando es consciente de que los socios de coalición que lo hacen posible, son una desgracia para el país.
El polémico plan de reforma judicial, que presentó en enero el Ministro de Justicia Yariv Levin, que en determinado momento quedó suspendido y ahora ha vuelto a la mesa del orden del día, es una de las peores expresiones de la problemática actual, aunque no la única.
Esta semana fue aprobada en la primera de tres votaciones necesarias, el proyecto de ley que quita a los Jueces Supremos la posibilidad de bloquear un nombramiento o decisión del Poder Ejecutivo utilizando el recurso de la “cláusula de irrazonabilidad”. Si bien son numerosos los expertos que recalcan que los jueces aún tendrán otros mecanismos para bloquear decisiones del gobierno y que lo ya votado lejos está de ser el fin de la democracia, es un símbolo sumamente negativo de la intención de la coalición.
Y este miércoles, el ministro de Construcción y Vivienda Itzjak Goldnokf del partido ultraortodoxo Agudat Israel declaró que el Primer Ministro le prometió que próximamente será promulgada también lo que en hebreo se llama “piskát hahitgabrút” junto con la “ley de reclutamiento”. Piskát hahitgabrút es la enmienda a una ley ya existente que permitirá a la Kneset hacer caso omiso de una decisión de la Suprema Corte de bloquear o cancelar una ley por considerarle ilegítima, irrazonable o abusiva, entre otras cosas, pero no por una mayoría amplia – lo cual también gente de la oposición apoyaría – sino por una mayoría simple de 61 de 120 diputados, una aberración en un gobierno de Derecho. Y la “ley de reclutamiento” perpetuaría ordenadamente la exención en masa de todos los jóvenes ultraortodoxos que al llegar a la edad de hacer el servicio militar obligatorio optan por seguir estudiando la Torá en las yeshivot, los institutos de estudios rabínicos, en lugar de reclutarse.
Por todo esto, y mucho más, el pueblo sale a las calles a protestar.
No son anarquistas traidores, como alegan algunos miembros de la coalición y quienes defienden a Netanyahu. Son patriotas que dedican de su tiempo a luchar por la democracia israelí, para intentar preservar al Estado judío como lo que siempre fue, una democracia liberal de mente y corazón abiertos, no exenta por cierto de errores, pero ejemplar en muchísimos aspectos.
Adultos, tercera edad, jóvenes y niños, enarbondo la bandera de Israel, salen a lucha, cantan el himno en las manifestaciones y gritan DEMOCRACIA.
No porque la democracia se termine con una votación en la Kneset sino porque la línea es preocupante. El problema no es que se vaya a imponer una dictadura-por lo cual el uso de ese concepto en las manifestaciones no me gusta- sino que cambiar el carácter de la democracia israelí limitando la independencia de sus Jueces Supremos , debilita al país. Depositar en manos del gobierno un poder exagerado que no pueda ser debidamente controlado por una Suprema Corte independiente, no es dictadura como la conocemos de nuestra historia latinoamericana, pero tampoco es preservar a Israel como lo que fue hasta hoy. Como lo que sigue siendo por ahora.
No, no todo lo que pasa en las protestas nos gusta. Tenemos serias dudas respecto a los anuncios de reservistas que no se presentarán más como voluntarios si continúa la polémica legislación. Por otro lado, los entendemos. Su acuerdo para dedicar tiempo como voluntarios y arriesgar sus vidas en combate fue siempre con Israel tal cual se definió desde un principio: un Estado judío y democrático. Si su carácter cambia, también el acuerdo cambia, explican.
De todos modos …¿qué derecho tienen en el partido Likud a criticar esas posturas, si uno de los elementos que más empujan a la “reforma” son los partidos ultraortodoxos declaradamente opuestos al servicio militar? ¿Cómo osan criticar a reservistas que condenan lo que está ocurriendo, cuando ellos mismos eximen mes a mes a jóvenes ultraortodoxos que no participan en la defensa de Israel?
Las manifestaciones son el despertar del campo liberal en Israel, no solamente de la izquierda. No hay manifestación en la que no vemos numerosos religiosos. Hay allí, con los carteles defendiendo a Israel, con la bandera de Israel, también gente que votó a Netanyahu y hoy dice “no es el mismo de antes, hoy lo rige su interés personal”.
En toda protesta multitudinaria puede haber exabruptos y quienes a nivel individual digan o hagan cosas que a uno no le gusten. Pero como fenómeno social, no sólo que las manifestaciones, que ya llevan 26 semanas, no son violentas, sino que son una caricia en comparación con las que protagonizó hace muchos años la derecha , primero contra los acuerdos de Oslo y luego contra la desconexión de Gaza. Escribiremos de eso por separado, con ejemplos muy concretos y videos que lo demuestran.
La coalición de gobierno encabezada hoy por Netanyuahu ganó democráticamente. No le robó el poder a nadie. Pero eso no significa que tiene derecho a hacer lo que se le antoje. Democracia no es el gobierno de la mayoría, sino del pueblo. Se puede llegar democráticamente al poder y poner en práctica una política ilegítima. Aquí no se trata de qué hacer en el conflicto con los palestinos, de discrepancias sobre alianzas internacionales o impuestos a imponer. La discusión es sobre el intento de cambiar la esencia misma de Israel como Estado judío y democrático. Claro que no se lo plantea en esta forma, con esas palabras explícitas, pero ese es el significado.
De hecho hay quienes sí lo dicen claramente. Este martes, cuando en numerosos puntos de Israel había enormes protestas por la votación de la noche anterior contra la “cláusula de irrazonabilidad”, fue entrevistado por televisión el ministro Amijai Levy del partido Otzmá Yehudít, quien dijo claramente que “gracias al buen Dios que el gobierno comienza a promover la reforma judicial, aunque sea clásula tras cláusula, gota tras gota, pero al final hemos comenzado a cambiar la estructura de poder en Israel”.
¿Está claro?
Esto es un peligro para nuestro amado Israel.
Por eso la protesta no puede detenerse.
Creemos que también tiene que retomarse el diálogo para tratar de llegar a entendimientos, bajo los auspicios del Presidente Herzog, pero no se lo puede hacer mientras se sigue avanzando en la legislación , que es tan perjudicial para Israel.
No es tarde.
Pero nada se logrará si el Primer Ministro, sobre cuyos hombros recae la responsabilidad principal del poder y lo que deriva del mismo, no entiende que no está llevando a Israel por buen camino.
Para que esté claro, reiteramos sus propias palabras, de 11 años atrás. Esta vez, en versión más amplia.
“Creo que un sistema judicial fuerte e independiente es lo que hace posible la existencia de todas las demás instituciones en democracia. Pido que me muestren una tiranía, una sociedad no democrática, en la que existe un sistema judicial fuerte e independiente. Ninguna. No existe. En todo lugar donde no hay un sistema judicial fuerte e independiente, los derechos no pueden estar protegidos. De hecho, la diferencia entre los países en los que hay derechos en papel y derechos en la práctica, es un sistema judicial fuerte e independiente.
Y esta es la razón por la que hago y seguiré haciendo todo lo que puedo para preservar un sistema judicial fuerte e independiente. En los últimos meses he archivado todos los proyectos de ley que amenazaban con socavar la independencia del sistema, desde el intento de hacer audiencias a jueces en la Kneset,la limitación de apelaciones ante los tribunales y hasta cambios en la composición de la comisión que nombra a los jueces. Seguiré actuando de esa forma. Y cada vez que se presente una ley que amenace con dañar la independencia de los tribunales en Israel, la bajaremos”.
Pasaron 11 años. Pero aún esperamos que cumpla su palabra. Por el bien de Israel.
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