Narra Primo Levi: “El prisionero llegaba a Auschwitz helado después de cuatro días de viaje, hacinado y en un vagón de ganado. En el campo lo esperaban SS armados que dividían a golpes a la comitiva en tres filas: jóvenes y válidos para hacer trabajo esclavo; mujeres y niños; inválidos y ancianos. Este tercer grupo era directamente conducido a Birkenau y gaseado aquella misma noche. Después el crematorio era capaz de convertir en cenizas mil cadáveres por hora. Con esas cenizas se abonaban los campos de cultivo cercanos. Al día siguiente empezaba el trabajo en las fábricas de subproductos del carbón del complejo. A la ida y a la vuelta formaban de pie bajo la lluvia durante horas para el recuento. Vestían andrajos mil veces reutilizados, dormían dos por cama en literas de tres pisos, 250 personas por barracón devorados por miles de pulgas y chinches. Las enfermedades hacían estragos: el tifus, la escarlatina, la difteria, el sarampión y la erisipela. Pero lo peor era la disenteria que deshacía en unas horas al más fuerte de los hombres.”
En la Shoá, millones fueron víctimas de lo que narra Primo Levi. 4 millones y medio de adultos judíos y un millón y medio de niños fueron asesinados en cámaras de gas, fusilamientos colectivos, torturas, hambre, golpizas, ejecuciones sumarias. Hay decenas de miles de testimonios de los sobrevivientes. En Wansee, los nazis decidieron asesinar 11 millones de judíos europeos, y eso está en actas. Los nazis estuvieron y están orgullosos de haber cumplido el objetivo de exterminar a los judíos y a su odio le dieron explicaciones raciales.
Entonces, si todo esto no sólo se sabe, sino que está muy probado, ¿por qué lo traemos a colación como si fuese novedoso? Porque hemos creído que lo debemos utilizar como introducción para volver a denunciar (con mucha repulsión, lo reconozco) un nuevo ataque de judeofobia, negacionismo y distorsión de la Shoá por parte de Mahmoud Abbas, que como la comunidad internacional cree que es presidente de la Autoridad Palestina porque ocupa un sillón de presunto mando en Ramallah, le dará el podio de la Asamblea General de Naciones Unidas en pocos días. ¿Y por qué no darle ese podio? También lo tienen los iraníes, los venezolanos, los rusos.
Abbas, en idioma árabe, volvió a falsificar la historia a fines de agosto en reunión interna del llamado Consejo Revolucionario de Al Fatah. Una suerte de organismo de gobierno que ni se le ocurre hacer elecciones o algo que se parezca y que apoya todo acto terrorista contra civiles israelíes, asegurando a la familia del terrorista una pensión de por vida. Más asesinan, más ingresos familiares. Abbas dijo que Hitler y los nazis quisieron exterminar a los judíos en el Holocausto porque se relacionaban con la usura y el dinero, y no por antisemitismo. Abbas textual: “Dicen que Hitler mató a los judíos por ser judíos y que Europa odiaba a los judíos por ser judíos. No es cierto. Está claramente explicado que los europeos lucharon contra los judíos debido a su función social, no debido a su religión. Los nazis lucharon contra esta gente por su papel en la sociedad, que tenía que ver con la usura y el dinero. Hitler consideraba que los judíos estaban implicados en sabotaje durante la Primera Guerra Mundial y eran culpables de la derrota alemana. Por eso los odiaba. Hay que aclarar este punto. No tiene relación con el semitismo y el antisemitismo”. Para Abbas, en la Shoá no hubo antisemitismo, apenas bronca por la presunta usura. Y el odio, según Abbas y quienes le dan podios mundiales que les guste o no se hacen con ello cómplices, generó uno de los horrores más inmensos de la historia humana, por odio, dice Abbas, se industrializó la muerte de seres humanos a quienes los convirtieron en cenizas.
Parece que Abbas estaba muy entonado, porque redobló la apuesta cuando en la misma reunión afirmó que el Reino Unido y EE. UU. “inventaron” al Estado de Israel, y subrayó enfáticamente “Digo esto para que sepamos a quién debemos acusar de ser nuestro enemigo, quién nos ha causado daño y quién nos ha arrebatado nuestra patria para dársela a los israelíes o los judíos”. Por más que el Embajador de Israel en Naciones Unidas Gil Erdan haya reaccionado con palabras duras, los hechos de impunidad absoluta para las agresiones antijudías siguen incólumes. Erdan dijo que “el mundo debe despertar y hacer que Abbas y su Autoridad Palestina rindan cuentas por el odio que escupen y por el derramamiento de sangre que provocan. Debe haber tolerancia cero con la incitación y el terrorismo palestino”.
No tiene vuelta. Abbas y sus innumerables cómplices pueden avanzar sin que nadie los detenga. No se trata de que el mundo despierte como reclama Erdan. Ese mundo al que apela hace tiro al blanco con Israel en Naciones Unidas sin pudor. Abbas ha dicho expresiones similares en los últimos años y las reacciones están a la vista.
Esta vez hubo expresiones de condena de la Unión Europea y de la Comisionada en el combate al antisemitismo de EE. UU., Débora Lipstadt. ¿Qué significan? De Lipstadt, el enojo de una mujer comprometida. Y hasta ahí puede llegar. ¿De la UE? Expresiones. Porque el dinero de la UE seguirá llegando a raudales a Ramallah, la población palestina no verá algún fruto y ese dinero paga a las familias de los terroristas asesinos de civiles israelíes. También hubo mucha euforia porque la alcaldesa de París le retiró una distinción que le habían dado a Abbas hace 8 años. Muy bien hecho. Pero, hace 8 años, ¿Abbas hablaba distinto, era menos corrupto, no felicitaba a los terroristas? Se corrigió un error deleznable. Y punto, ¡por favor!
Y hubo una reacción más. Un centenar de palestinos que viven en EE. UU. condenaron las expresiones de Abbas y escribieron que “rechazamos cualquier intento de justificar el antisemitismo, los crímenes nazis contra la humanidad o el revisionismo sobre el Holocausto”. También señalaron su rechazo al autoritarismo del gobierno de la Autoridad Palestina, y no se quedaron con eso, porque como era previsible aprovecharon el momento para endilgarle a Israel todos los adjetivos que el propio líder al que reprenden utiliza, en particular el falso, mentiroso, inexistente, abusivo y repelente “apartheid”. Un vocablo que se quiere instalar como narrativa, sin importar los hechos, sin contar los dos millones de árabes israelíes con todos sus derechos viviendo en Israel, y haciendo a su vez una fuerte distorsión histórica, ya que el apartheid sudafricano era el encerramiento de la población negra en barrios cerrados, hacinados y con prohibición de los derechos a la vida, la salud, la educación, la vivienda, los espacios públicos.
Abbas difamó al pueblo judío. No es la primera vez. Distorsionó la Shoá. Lo viene perpetrando hace mucho tiempo. Inventó que los judíos no son semitas. Si no fuera que es un difamador serial, parecería un ignorante. No asume (ni él ni el mundo árabe) cómo fueron expulsados violentamente los judíos de los países árabes donde vivían por siglos. Sí asume que puede hacer esto y mucho más. Esperen al 21 de setiembre cuando hable en Nueva York, diga más mentiras e incite más al odio antijudío. Allí volveremos a ver a sus defensores, a los pusilánimes y a los antisemitas. Y el sueño de paz que asomó en Oslo hace 30 exactos años será sepultado otra vez.
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