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| viernes diciembre 27, 2024

Los desbordes de la pasión totalitaria


Kais Saied, presidente de Túnez, es académico y jurista, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Túnez. Fue electo en 2019 en segunda vuelta, con el 73% de los votos, y en 2021, se arrogó plenos poderes con la excusa de que debía salvaguardar la paz social. Ha sepultado la Constitución que el país se había dado en 2014, es obviamente autoritario y se muestra cada vez más convencido de su mesianismo. Es muy religioso y ultraconservador: partidario de la pena de muerte, opuesto a todo derecho para homosexuales, y contrario a derechos igualitarios entre hombres y mujeres. Saied llegó al poder como una suerte de “outsider”, convencido de poder poner coto a la corrupción y enderezar el rumbo de Túnez. A pesar de que desprecia la legalidad constitucional, considera que llegó a la presidencia del país para salvarlo a través de lo que él llama con descaro, democracia.

Esta semana se hizo más conocido fuera de su país cuando declaró que el ciclón Daniel, que azotó el noreste de Libia una semana antes y provocó miles de muertos y desaparecidos, es una “prueba de la creciente influencia sionista”. Insistió: “La tormenta Daniel, ¿por qué nadie se pregunta por esa denominación? ¿quién ha elegido ese nombre? Daniel fue un profeta hebreo y ha sido elegido para ponerle su nombre a la tormenta. Esto es una prueba de la creciente influencia sionista que domina la razón y el pensamiento”. Saied hizo este análisis demencial durante una reunión gubernamental, y nadie de los presentes osó hacer algo distinto que respirar.

Uno de los puntos de la campaña electoral de Saied en 2019 fue la defensa de los palestinos, de Hamas y asociados, y sostuvo y sigue haciéndolo con vehemencia que los Estados árabes que normalizan sus relaciones con Israel cometen alta traición. ¿Alguien en la región o fuera de ella dijo algo sobre las expresiones de Saied respecto de su acusación contra Israel de provocar un desastre climático? ¿Alguien que denunciara el dislate o alguien que lo apoyara? Nadie. Saied puede seguir con su dictadura y si quiere culpar hasta de los huracanes a Israel, ya sabe que nadie lo va a refutar.

Pero no es casualidad. Hay antecedentes. A mediados de 2021, de visita en un suburbio de la capital y mientras los medios lo filmaban dijo: “Sabemos muy bien quienes controlan hoy el país. Son los judíos, que nos están robando y a eso hay que ponerle fin”. Ancestral insulto antisemita que, al circular por innumerables medios de comunicación, provocó una reacción de Saied y su oficina presidencial. La oficina emitió 4 puntos. Uno, negó que se hubiera difamado a una religión. Tenía razón. Difamó a todo el pueblo judío. Dos, la oficina presidencial señaló que Saied separa religión judía con sionismo. De vuelta, difamó a todos, y la aclaración es un baño de oscuridad. Tres, se recordó que hacía poco, Saied visitó una sinagoga. No aclararon que se negó a usar kipá, o sea, falta total de respeto. Y por último, la oficina dijo que Saied no dijo lo que sí dijo y que todo el escándalo era provocado para conspirar contra el pueblo de Túnez.

Y hay otro antecedente más cercano aún. Un ataque terrorista en una sinagoga en Djerba en mayo de este año provocó la muerte de tres guardias tunecinos y dos turistas judíos, uno israelí y otro, francés. El ministro israelí de Asuntos de la Diáspora, Amichai Chikli, señaló que “desgraciadamente, el incidente estuvo precedido por un tenso periodo de acoso a la comunidad judía en el lugar”. El presidente de Túnez derrapó nuevamente. En lugar de condenar el atentado, asumir que el terrorista era un oficial de seguridad de su propia policía, declaró textualmente: “¿Dicen que somos antisemitas? Nuestros hermanos palestinos son asesinados a diario, pero nadie dice nada al respecto. Algunos distorsionan la historia, tergiversan los datos, conspiran contra el estado, buscan desestabilizar nuestra nación, y luego nos acusan de antisemitismo. ¿En qué era creen que están?”. La respuesta es que estamos en la era en que acusar de antisemita a Saied es poco, habría que juzgarlo, pero conociendo su idea de que el sionismo causa fenómenos naturales, habría que ver dónde se juzga la sumatoria de odio y desquicio.

Por supuesto que Saied no está solo. Tiene mucha compañía. El mapa de Naciones Unidas de casi 200 países está bañado de autoritarismo, perforado de guerras y manchado de rojo por las víctimas que caen todos los días. Y esta semana, al inaugurarse una nueva Asamblea General de Naciones Unidas, ya el primer día quedó demostrado generosamente que el presidente tunecino tiene socios que sin duda lo equiparan.

El presidente colombiano Gustavo Petro se tomó un buen tiempo de su discurso para increpar lo que él llama la “hipocresía de las grandes potencias” que defienden a Ucrania, pero no defienden a los palestinos. “Las potencias ayudan en una sola guerra porque conviene a sus juegos bélicos, a sus juegos del hambre, y no le ponen fin a la guerra porque eso no es funcional a sus intereses”. En uso de sus facultades, Petro considera que Rusia no invadió Ucrania, y que Rusia no es una potencia. Como no le alcanza con eso porque es evidente que un micrófono en Nueva York puede tener efectos estimulantes para la incontinencia verbal, también excluye a China, o se supone, porque China es una potencia, pero apoya con oscuridad y descaro a Rusia. Entonces uno se pregunta: ¿para qué miente?,¿por qué da tantas vueltas verbales inútiles al que quiere atacar es a Estados Unidos, y ya que está defender a Hamas, Yihad Islámica y Al Fatah, porque esos son los palestinos que él cree a la deriva del mundo. Queda claro que Petro apoya a Putin, a Hamas, al terrorismo, y poco le importan los civiles israelíes asesinados todos los días. Si dejan decir y hacer a Irán lo que dice y hace, Petro, y varios como él, tiene derecho a pensar por qué no puede despacharse unos minutitos y tratar de mostrar que es consistente con su propia historia personal sangrienta.

El primer discurso de este martes pasado en la ONU fue del secretario general de ONU Antonio Guterrez. Dijo que la Carta de la Organización los obliga a terminar con el azote de la guerra, reafirmar el compromiso de respeto a los derechos humanos, a la justicia, a la ley, y a promover una vida mejor para todos los pueblos. La mayoría de los miembros no deben haber leído nunca la Carta. Otros la leyeron y deben haber pensado, esto no es para nosotros. Pero Guterrez cumple con su deber de exhortar, aunque lo escuchen tan poco que él mismo se confunde y resbala en la alfombra de la retórica que en la Asamblea General ya desde hace muchos años es una alfombra gastada y con barro. Dijo Guterrez:” El derramamiento de sangre en territorio palestino ocupado alcanza una cifra terrible de civiles”.Hace escasos días, Israel anunció formalmente que en el último año frustró 27 intentos de ataques terroristas de Irán en el país y contra comunidades judías en todos los continentes. En lo que va de 2023, 40 civiles israelíes han sido asesinados por terroristas palestinos, centenares de israelíes han sido heridos, e Israel ha logrado frustrar varias decenas de ataques más. Si lo que le sucede a Israel, le sucediera a Francia, Inglaterra o Estados Unidos, Guterrez no se atrevería a hablar como lo hizo esta semana. Su hemiplejia ayuda a la irrelevancia de la Organización que él cree que conduce, coopera con la incitación al odio y la discriminación, y hace cada día más impunes a los Saied, Putin, y Petro de turno. Este martes, Guterrez inauguró un espectáculo anual de retórica que dice luchar por los más necesitados, cuando en realidad, con palabras huecas y vanas, los hunden más de lo que ya están. Y sin piedad.

 

 
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