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| viernes noviembre 22, 2024

Un testimonio estremecedor


En una rueda de prensa virtual llevada a cabo recientemente sobre el horror de los crímenes  cometidos por los terroristas de Hamas en la masacre del 7 de octubre en el sur de Israel, apareció una mujer presentada solamente como Sherry, cuyo nombre completo no se podía revelar. Es una reservista de las Fuerzas de Defensa de Israel que sirve en una pequeña unidad dentro del departamento religioso, creada hace una década para ayudar en la identificación y preparación de la sepultura en casos que mueran soldadas jóvenes. La unidad en cuestión está formada exclusivamente por mujeres, que a raíz del 7 de octubre, tuvieron que lidiar con situaciones demandantes y complejas.

Una de ellas fue la ya mencionada Sherry, una mujer ya adulta, madre de 4 hijos, quien en su vida de rutina es arquitecta. Fue estremecedor escucharla. Hay que conocer su testimonio.

La rueda de prensa fue convocada conjuntamente por Media Central y Jerusalem Press Club.

 

“Yo era parte de un equipo que trabajó constantemente, las 24 horas del día, , a partir del 7 de octubre y en turnos de ocho horas. Un equipo estaba formado por 4 personas.  Vimos cosas pavorosas, que tengo que contar.

El sábado 7 de octubre comprendimos que podría estar en curso un evento con masiva cantidad de víctimas. Solíamos participar de capacitaciones una vez al año, pensando que quizás alguna vez tendríamos que implementar lo que nos enseñaban,pero con la esperanza que nunca ocurriera.  No era algo que tenía demasiada presencia en mi vida diaria. Sin embargo, a partir del 7 de octubre, todo cambió.

Yo no tenía experiencia del trabajo con la Jevrá Kadísha (encargada de preparar los cuerpos de los difuntos para la sepultura). Me tocó trabajar en la base de Shura, que es la base principal del Rabinato militar, además de ser la morgue principal.  Los cuerpos estaban amontonados hasta arriba, había bolsas con cadáveres apiladas hasta el techo en cada sala, entraban camiones… fue una pesadilla, era terrible, el olor era insoportable, todos portaban máscaras.

Nuestro trabajo era estar en la sala de identificación donde había un médico forense, un dentista y un fotógrafo del ejército. Todos estaban allí para realizar bien la labor de identificación. No es posible enterrar a nadie sin una identificación del 100%. No puede haber error alguno. Se trata de un proceso minucioso, con huellas dactilares, registros dentales y tomas de ADN. En muchos casos, en la mayoría, no pudieron hacer los tres procedimientos, no pudieron obtener el ADN o lo registros dentales, o no era posible tomar huellas dactilares.

Al principio ni siquiera puedo decir que entraban en juego las emociones, porque estábamos en estado de shock por lo que estaba sucediendo. Al transcurrir los días, comencé a captar la dimensión de lo que había visto.

Según la costumbre judía, en el entierro se envuelve el cuerpo con un lienzo blanco. Los salvajes de Hamas mutilaron a sus víctimas.  Nuestra labor era tratar los cuerpos con el máximo amor, pero teníamos cuerpos tan mutilados que era imposible envolverlos en una mortaja. Nosotras nos ocupamos únicamente de las soldadas. Una soldada tenía su brazo roto en tantos lugares, sus piernas estaban rotas en tantos sitios, que fue muy difícil poner su cuerpo en la mortaja. Muchas veces, tomamos la decisión de simplemente envolver los cuerpos, por ejemplo, el caso de una chica cuyo lado izquierdo de su cuerpo había sido volado por una granada. Por lo general, dispararon a las víctimas al menos una vez en el cuerpo y luego varias veces en la cabeza, y al parecer tantos disparos en la cabeza era un signo de mutilación, teníamos que devolver el cerebro a su interior. Limpiamos todo lo que estaba empapado de sangre… limpiamos las joyas y guardamos todo para que fuera posible devolver lo que pudiéramos a las familias. Todo estaba lleno sangre, las bolsas con los cadáveres seguían goteando sangre después de tres días, y me disculpo por la truculencia, pero quiero que sepan lo que ocurrió.

Debo decir que nosotras sentíamos que teníamos que estar con ellas allí en la sala, acompañarlas con ternura. Siento que estuvimos allí para ellas en ese momento tan difícil.

Fue terrible ver a la mayoría de ellas: con los ojos abiertos, con una mueca en la boca,  sus manos apretadas, algunas habían recibido tantos disparos en la cabeza que no les quedaba sangre… podíamos saber que les habían disparado después de muertas, porque no había sangre en las entrañas…

Les limpiamos las caras a veces también para que si los padres querían ver a sus hijas, pudieran hacerlo. Algunas llegaron sólo con ropa interior, a veces la ropa interior estaba ensangrentada. Nuevamente, no somos doctoras, no somos médicas forenses, les cuento lo que observé, ustedes pueden sacar sus propias conclusiones a partir de eso.

Compañeras de mi equipo me contaron que había llegado un cuerpo sin piernas. Otras personas vieron cuerpos con genitales mutilados, con miembros cortados, ojos aplastados…  Fue realmente muy traumático.

Soy una persona común y corriente, y de repente estaba viviendo en el infierno. En algunos de los cuerpos aparecieron restos carbonizados, cuando llegaron a nosotros estaban en etapas avanzadas de descomposición. No olviden que algunos de los cuerpos no podían traerlos, porque tenían que sacarlos de lugares peligrosos. En otra ocasión, alguien entró y nos dijo: “Corran todos, corran, salgan”. Yo no sabía lo que estaba pasando, fue muy aterrador, no era un cohete – estamos acostumbradas… de hecho, habían puesto una trampa explosiva en el cuerpo y tuvieron que traer a especialistas para que revisaran y desactivaran las granadas que habían colocado en lugares del cuerpo, que podían arriesgar nuestras vidas. Era como si (los terroristas) hubiesen pensado en todo, para tratar de ser crueles y terribles.

Nuestro equipo tuvo que lidiar con muchas cosas.

Para nosotras, todas ellas eran personas, no números. Habría sido más fácil si hubieran sido sólo números. Pero yo vi que estas jóvenes tenían las uñas hermosamente arregladas, de color rojo o rosa brillante. Y cuando aparecían esoscolor en medio del gris o marrón oscuro por la sangre que lo cubría todo, comencé a llorar, porque pensé en esas uñas arregladas, ese momento de humanidad era la esperanza en esta chica, esta joven mujer que se arreglaba para verse hermosa y volver a su casa, a su amor, su esposo, su novio, y eso se había acabado…

Durante este tiempo, era duro, no queríamos saber demasiado sobre a quiénes estábamos tratando, porque nuestra principal prioridad era mantener un poco de distancia, de lo contrario, no hubiésemos podido continuar con nuestra tarea. Sin embargo, debo decirles que una vez que terminamos con la identificación e iniciamos el proceso hacia el entierro, realmente tratamos a estas chicas como si fueran nuestras hijas y les dimos momentos, sus últimos momentos con nosotras. Hubo tanto amor en esa sala…  Si hay algo en toda esta experiencia que deben saber es que se las homenajeó, por todos, fueron vistas como heroínas y todavía se les rinde homenaje. Todavía estamos de guardia. Estamos en una situación de emergencia.

Lo último que quisiera decirles es que soy hija de sobrevivientes de la Shoá, el Holocausto, y mi madre era pequeña cuando sobrevivió con sus padres gracias a numerosos milagros, lo cual no fue igual para el resto de la familia. Yo crecí con historias del Holocausto. Esos eran nuestros relatos de familia, sin filtro alguno, era parte de nuestra vida, porque casi nadie sobrevivió y el testimonio era importante para preservar sus recuerdos vivos. Mi abuela tenía un hermano que era el menor de 7 hijos en su familia, era violinista. A los 20 años, lo deportaron a Auschwitz, él era miembro del Sonderkommando,  la unidad que sacaba los cuerpos de las cámaras de gas y los ponían en los crematorios, y era tal vez el peor trabajo en los campos de concentración. A los miembros de dicha unidad los mantenían en ese trabajo por un tiempo limitado y luego eran sentenciados a muerte porque no querían que nadie hablara de eso, así que los mataban. Supimos que estaba en esa unidad sólo por testimonios, no hay pruebas, pero sabemos porque fue parte del levantamiento de Auschwitz.

Debo decirles que nunca me imaginé en mi vida que iba a ser testigo de horrores que fueron similares a las historias con las que crecí. Cada vez nos enteramos de más historias, como la que contó alguien que estaba en la base y encontró dos cabezas, sólo cabezas con cuchillos clavados en ellas. Tengo muchas más historias terribles, pero creo que con esto alcanza para que entiendan lo que ocurrió”.

 
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